237-Curso de autoestima

237-Curso de autoestima. Para ver en video: https://www.youtube.com/watch?v=LRluf-fp_F0

237. Recomendaciones  para Fortalecer Nuestra Energía

Autoestima 237- Recomendaciones para fortalecer nuestra energía – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

Sabemos lo que somos, pero ignoramos lo que podríamos ser.

William Shakespeare

En un universo cambiante, es necesario que tomemos la decisión de fluir con él.  Nos encontramos en un momento en el cual debemos hacer un balance sobre cómo venimos y proyectar hacia dónde queremos dirigirnos, sabiendo que no podremos lograr un resultado distinto recorriendo el mismo camino por el cual transitamos hasta ahora.

Esta regla tan básica en matemática, obedece a que necesitamos cambiar factores para modificar el resultado total.  Solamente creando nuevas causas lograremos transformar los efectos en nuestra vida.  Por lo tanto, el camino de 1.000 kilómetros comienza con el primer paso.

Usualmente esperamos como niños recibir un aviso para tomar una decisión semejante, cuando en verdad podríamos hacerlo desde la propia iniciativa.  En algunas ocasiones, la vida debe obligarnos a realizar estos cambios a fin de evolucionar hacia un estado de conciencia superior al que tenemos y en algunas ocasiones, lo hace mediante enfermedades, accidentes o fuertes llamadas de atención de nuestro cuerpo o de alguno de nuestros seres queridos. Nuestra evolución consciente no debería estar signada por estos parámetros, sino que la mejor forma de que ésta avanzara sería por medio de la libre decisión. Sin embargo, la realidad es que no siempre se da de esta manera.

Pretendemos que cada uno reflexione, atienda y modifique la dirección del primer paso. Sólo dándole a éste un sentido correcto, alcanzaremos la meta a la que queremos llegar: un camino de salud y bienestar.

A continuación presentaremos las 10 recomendaciones a seguir para lograr este objetivo.  Sin embargo, cabe destacar que éstas no necesariamente deben darse en este orden, sino que cada uno puede comenzar por la que desee.  Pero no debemos olvidar que todas son importantes y que cuanta más continuidad y perseverancia se tenga en cada una de ellas, mayor será el resultado.

La dieta

Fue Hipócrates (460-377 a.C.) quien dijo: “Que tu alimento sea tu medicina”.  Miles de años después, el Dr. Osawa, sostuvo el siguiente precepto: “Somos lo que comemos”.  Esta teoría nos plantea que la calidad del alimento que ingresa en nuestro cuerpo es proporcional a la calidad de células que conformarán las paredes de nuestros órganos, nuestro esqueleto, músculos, sangre y cabello, así como de la lozanía de nuestra piel. El término «calidad» no se refiere a una cuestión económica, sino que se trata de ingerir alimentos «sanos y limpios».  Por alimentos «sanos», entendemos aquéllos que son naturales, que poseen vida; llamados orgánicos, en oposición a los alimentos sintéticos, conservados o tratados con pesticidas.

El Maestro Lin Liang Men, dijo lo siguiente: “Los alimentos que tienen vida, traerán vida; los alimentos muertos traerán muerte”.  Esta información es la que reciben nuestras células y obran en consecuencia.  Las células de los alimentos vivos -generalmente, vegetales o cereales, frutas y legumbres- nos aportan aquello que ya han sintetizado energéticamente, como lo es la energía solar, lunar, la «conciencia suprema».  Esta conciencia es recibida por nuestras células, las cuales responden de una forma homeopática -por lo similar y generan una serie de factores que contribuyen a la restauración de la salud de las células en problemas.  En cambio, si ingerimos alimentos muertos, como por ejemplo, los refinados, las conservas o aquellos tratados con elementos químicos nocivos, y también animales muertos -todo aquello que tenga ojos-, las células responderán «negativizándose» y transformándose en células que han perdido el rumbo y la memoria regenerativa, convirtiéndose en factores latentes de enfermedad.  Tengamos en cuenta también el estrés y el miedo al que son sometidos los animales antes de su sacrificio; esto obra de la misma forma homeopática y kármica en nuestro organismo.

Durante los últimos 10 años, observamos una tendencia hacia una forma de vida más natural y menos artificial que se traduce en libros, revistas, locales de comidas naturales e incluso, en muchos productos de limpieza para el hogar donde se especifican acciones biodegradables, de bajo impacto ambiental y elementos orgánicos.

En ningún momento pretendemos imponer un menú vegetariano porque sabemos que hay organismos que necesitan de la proteína animal para su subsistencia y correcta alimentación.  Sólo pretendemos afirmar el concepto de alimento vivo, el cual posee una fuerza vital de la que carece el otro alimento.

Las características en la naturaleza que observamos en los animales carnívoros o predadores -tales como el león, el tigre o la serpiente-, los dotan de una gran fuerza explosiva, impulsiva y violenta, y se ven sometidos a un largo proceso de recuperación de esa pérdida energética.  En cambio, los animales herbívoros -como el elefante, el buey y el caballo-, dotados de una fuerza y resistencia inigualables, poseen un carácter dúctil, amigable y tolerante.

Dentro de la dieta, la cantidad de agua que bebemos es un factor fundamental. Ésta no sólo nutre el organismo internamente, sino que humecta nuestra piel, nos da ánimo y alimenta la transmisión de las neuronas, transformándose también en un indispensable factor catalizador de nuestra energía.  Esto se debe a que posee los dos elementos primordiales de vida y nuestro cuerpo está conformado en un 75% por agua. Muchas veces, durante estados de estrés, nerviosismo y agotamiento, deberíamos revisar qué cantidad de agua bebemos.

Otro de los factores fundamentales en la dieta es la buena combinación de los alimentos y su variedad.  En algunas situaciones, se cree que se posee una alimentación «sana» pero en realidad, se mezclan los alimentos de manera tal que llegan a liberar sustancias tóxicas en el organismo.  En este sentido, resulta imprescindible informarse sobre la combinación y el equilibrio entre los mismos.  El factor climático también es muy importante pues nuestro cuerpo debe estar en contacto con la naturaleza de los alimentos de cada estación a fin de sintonizarse equilibradamente.

El ejercicio

Éste tiene como efecto fundamental la eliminación de las toxinas que el cuerpo va acumulando, mediante la movilización de todos los sistemas corporales.  Dado que la vida en las grandes ciudades promueve el modelo de un hombre sedentario, estresado, que pasa horas frente a un ordenador o en un vehículo, el cuerpo va perdiendo los reflejos naturales que le permiten relajarse a fin de que se puedan cumplir los procesos necesarios -como por ejemplo, la formación de glucógeno, combustible esencial para los músculos-.  En cambio, el cuerpo acumula ácido láctico, el cual se manifiesta en contracturas, dolores musculares y problemas posturales, que pueden mejorarse a través de un movimiento armonioso.

Cuando hablamos de ejercicio, en ningún momento nos referimos a los deportes de alta competencia o extenuantes que hacen que perdamos una cantidad importante de energía y que confundamos cansancio con relajación.  Debemos practicar una actividad física teniendo en cuenta lo que hoy recomiendan muchos estudiosos en el tema: sesiones cortas -de entre 15 y 30 minutos diarios-, placenteras y revitalizantes.  Esto incidirá inmediatamente en lo que se denomina nuestra «edad biológica», la cual no se refiere sólo a nuestra apariencia -desde el punto de vista estético-, sino a cómo nos sentimos con nuestro cuerpo, afectando también nuestro carácter y nuestra vida en general.

En todo momento, nos referimos al ejercicio como terapia, el cual también ayudará a nuestra concentración y a la coordinación entre nuestra parte izquierda y derecha del cerebro, asegurando un mantenimiento de la calidad de vida y evitando así, las llamadas enfermedades de la vejez.

A modo de ejemplo, cabe citar un estudio del factor de longevidad que se realizó en una antigua aldea Hunza en Pakistán.  Entre sus resultados, resultó llamativo el hecho de que sus habitantes superaban los 120 años en un muy buen estado de salud y equilibrio. Varios factores parecían explicar esto: una dieta mayoritariamente vegetariana, caminatas diarias a través de largas extensiones, la práctica de ejercicios de energía y la oración comunitaria. Asimismo, habían adoptado al voleibol como deporte de relación humana. Era curioso ver varias generaciones juntas, practicando este deporte en un clima de alegría.

El Aikido -el Arte Marcial del nuevo milenio que nos legara Oriente- nos permite ejercitar la unificación del cuerpo, la mente y el espíritu a través del trabajo físico que incluye una técnica depurada y circular, respetuosa del antiguo concepto de que «lo suave vence a lo duro» y que nos enseña la «no resistencia».  Así, por medio de esta unificación, y luego de años de práctica, podemos reconocer que no hay arte sin energía.  El desarrollo de Ki que se logra luego de cierto tiempo, se encuentra hoy al alcance de cualquier persona sin necesidad de entrar en el mundo de las Artes Marciales, a través del Shin Ki: éste permite no sólo trabajar, desarrollar y mantener el Ki, sino también el cuerpo, la mente y el espíritu.

La respiración

Ésta es uno de los actos involuntarios que realizamos durante toda la vida.  Por lo tanto, corresponde revisar cómo respiramos. De hecho, existen dos formas de hacerlo; una, correcta y otra, incorrecta.

La respiración correcta es la del niño, que hace trabajar el diafragma produciendo mayor capacidad de oxigenación, de resistencia y de comodidad en el organismo.  Este tipo de respiración se realiza concentrando toda la intención y el aire en el Hara o Tantiem.  El oxigenar la sangre correctamente, proporciona un mejor estado de ánimo, ya que el cerebro está permanentemente nutrido y el corazón -que es, para los chinos, la morada de la mente o Shen- recibe la cantidad correcta de sangre, alivianando así su trabajo.  Por el contrario, la llamada respiración pectoral o clavicular disminuye la capacidad de los pulmones y congestiona el chakra cardíaco de manera tal que toda la energía emocional se instala en ese lugar, generando angustia, desasosiego, tristeza e incluso, desesperación y una permanente sensación de opresión.  Es normal observar esta respiración en los mayores de 6 años en adelante, ya que generalmente cuando el niño inicia su vida escolar, comienza a tener mayor presión y estrés.  Así, con el paso del tiempo, y a través de la imitación de sus compañeros, irá transformando su respiración en clavicular.  Luego de transcurridos unos 10 años, usualmente esto se traduce en una mala postura ya que el cuerpo tiende a suplir este defecto respiratorio: busca compensarlo por medio de la modificación de la postura, generando cifosis dorsal en la mayoría de los casos.  Si a esto se le suma la contaminación ambiental -tanto de las ciudades como del lugar de trabajo o de estudio- y el cigarrillo, que es el veneno de acción más lenta en estos tiempos, podemos explicar gran parte de los problemas de respiración crónicos, los cuales desembocan después en un cuerpo intoxicado.

Al realizar correctamente el ciclo respiratorio normal, ayudamos a nuestro cuerpo físico a cumplir con las funciones necesarias para una buena nutrición celular.  En el campo mental, una correcta respiración ayuda al cerebro a recibir más oxígeno, favoreciendo así una mayor lucidez mental, buena predisposición y buen ánimo.  En el terreno de lo emocional, el respirar correctamente nos ayudará a que, nuestras emociones puedan fluir sin estancarse en el plexo cardíaco y por consiguiente, estaremos más liberados y listos para cualquier desafío. La prevención de las enfermedades depende en gran parte de una correcta respiración y ésta puede educarse; no importa la edad, sólo interesan las ganas.  Ejercicios como Chi Kung, Yoga, Tai Chi Chuan, natación, Aikido y canto nos ayudarán a corregir posturas respiratorias y prevenir las enfermedades en este campo.

Tratamiento holístico complementario

En esta escala, debemos recordar como eje central que las terapias complementarias buscan el reequilibrio energético de la persona, sin ser agresivas ni artificiales.  Estas terapias sólo exigen que la persona tome la decisión de mejorar: a partir de allí, lo llevarán a un punto de equilibrio, donde cualquier tratamiento de la medicina convencional tendrá un mejor y más duradero efecto, dado que se tomará conciencia de que la enfermedad es precisamente la experiencia que nos toca vivir para poder aprender y que no es algo de lo cual debamos desembarazarnos rápidamente y olvidarlo.

La elección de la terapia se producirá por afinidad energética, demostrando de esta manera que existe una variedad de caminos que conducen a nuestro propio centro y a través de éste, por sobre todo, a nuestra conciencia.

Cabe aclarar que todas las terapias realizadas por profesionales idóneos, desde la acupuntura, el Reiki, la homeopatía, la reflexología, la fitoterapia, los masajes, la medicina convencional, la memoria celular, las terapias florales y la psicoterapia, entre otras, constituyen un bagaje de disciplinas, las cuales buscan sintonizarse con el retorno a la salud y no con la desaparición de los síntomas, profundizando así en las causas que harán que el efecto varíe.

Todas estas medicinas o terapias son complementarias, entendiendo que la complementación se produce entre una y otra y que funcionan como alternativas.  En todos los casos, resulta esencial tener una visión integral del ser humano pues en muchísimos casos, cuando hablamos de desequilibrio, éste afecta tanto al espíritu como a la mente, manifestándose en el físico.

En estos últimos tiempos, desde la medicina convencional se intenta romper con los antiguos parámetros y volver a atender al ser humano en todos sus aspectos: físico, mental, emocional y espiritual.  Esto, acompañado de una buena profilaxis en todas las escalas citadas en este capítulo, garantizará una vida plena de energía y de ganas de vivir.

Estilo de vida

Asistimos a un momento en la historia de la humanidad donde el pensamiento y la palabra se miden por las acciones que éstos producen. Ha perdido vigencia aquello de «haz lo que yo digo pero no lo que yo hago». Hoy como nunca se siente la necesidad de experimentar todo aquello que decimos en forma vivencial. Así, las bases teóricas que no son llevadas a la acción rápidamente, pierden vigencia y credibilidad.

La autoridad se gana viviendo de acuerdo con lo que se dice. Desde nosotros mismos, comprobamos que estamos creando un estilo de vida concreto y no ilusorio, pues es «la palabra» la que explica la acción que realizamos, generando de esta forma un elemento no sólo unificador en nuestra vida, sino también manifiesto y con un alto contenido de autoconfianza: cada acto realizado será coherente con nuestro pensamiento, logrando hacer conscientes elementos positivos que nos permitirán crecer y alimentarnos, tanto intelectual como moralmente. De esta manera, la suma de estos actos nos lleva a un resultado que muchos reconocen como «supradestino» y que nosotros definiremos como la persona que, desde ese estado de conciencia coherente consigo mismo, será el artífice vivo de su propio destino.

Así, introduciremos un nuevo elemento en la Ley del Karma: la Ley de Ciclos, la cual nos permitirá transitar nuestra vida de acuerdo con las manifestaciones de la naturaleza y con plena seguridad en el cumplimiento de esos ciclos, con los cuales estaremos sintonizados.  Por ejemplo, en este llamado «estilo de vida» estaremos dispuestos a dar porque sabremos que el ciclo subsiguiente será el de recibir, al igual que un agricultor cosecha su propia siembra.

Las relaciones humanas

Otro paso importante en el cambio de energía está dado por el ámbito de las personas que nos rodean.  Esto no implica un juicio valorativo sobre ellas, pero sí respecto de la energía que desprenden.  Aquello que comúnmente llamamos «mala o buena onda», incluye una serie de factores que nos unen en grupos y a los cuales pertenecemos por libre elección.  Esta libre elección significa que en caso de percibir que estas relaciones perjudican nuestra salud o coartan nuestro libre albedrío, disponemos de la libertad de cambiar.  No estamos hablando de intentar cambiar al grupo, sino precisamente de cambiar nosotros.

Energéticamente, nos relacionamos bajo tres situaciones de control, en donde emociones como la culpa, la lástima y el miedo dominan la escena; y muchas veces somos arrastrados por ellas, perdiendo la conducción de nuestra vida y resignándonos a mirar la construcción mental que llamamos realidad desde una sola óptica.

Así, pueden darse tres situaciones. La primera puede ser el caso de una persona que en un principio llama nuestra atención o la de un grupo entero, inclusive a través de sus dolencias, problemas y padecimientos. Observamos que éstos son continuos como incesante es la ayuda que necesita y que por más que nos brindemos, ésta no logrará salvar ningún obstáculo por sí misma, pues siempre habrá otra cosa a la que deberemos atender y resolverle. Asistimos a una forma parasitaria de vivir que consiste en tomar energía de las personas que la asisten y que se ve alimentada por un sentimiento de culpa y abandono respecto de quienes le brindan ayuda. Esta situación de «permanente víctima» producirá cansancio, agotamiento y desgaste y, a la larga, un sentido de inutilidad en el dador al no poder ayudar «lo suficiente», lo cual le producirá un vacío de energía.

Una segunda situación sería la personalidad de aquel ser que no desea manifestar sus emociones a los demás, tomando una postura aislada, enigmática, introvertido y hasta autista, buscando, al principio y de forma inconsciente captar la atención de quienes lo rodean.  De esta manera, irá creando alrededor de él una aureola de preocupación, misterio y curiosidad por la situación que está atravesando, transformándose con el tiempo en una conducta permanente y consciente, la cual le permite ser el centro de atención de una escena sin brillar, tomando de sus observadores la energía que necesita: al cambiar el eje de atención en la vida de éstos, que desean ayudar y no saben cómo ellos mismos manifestarán sentidos de duda, culpa y confusión.

La tercera situación corresponde a la personalidad quizás más manifiesta: la de alguien que ejerce la imposición; una personalidad altamente dominante que hace que sus interlocutores, ya sea por una cuestión física o de obligación social, se sientan a salvo sin contradecirlo y sin enojarlo, creyendo así que lo mantienen tranquilo. Por ejemplo, ante un jefe severo y gritón en un trabajo, podemos dirigirnos a éste tratando de buscar las palabras, frases y temas que le agradaría escuchar, renunciando totalmente a lo que nosotros quisiéramos decir, creando la sensación de estar siempre de acuerdo con él y aceptando así su condición, sometiéndonos a sus pensamientos. Es decir que mediante el miedo que ejerce esa persona en nosotros, perdemos importantísimos caudales de energía ya que de esta forma, en lo íntimo, reconocemos esa prepotencia así como nuestra impotencia frente a él, pero nos vamos creando un sentido de inferioridad manifiesto, el cual alimentará permanentemente esa ficticia superioridad.

En estos tres casos observamos que en simples relaciones cotidianas estamos intercambiando energía en forma negativa, pues ésta drena en un solo sentido: unos la pierden, pero a su vez quienes padecen estas situaciones, se condenan a seguir ejerciendo este modo de relación, donde manejan a otros, sin comprender que la energía que están tomando llega con mensajes culposos, de miedo, odio, lástima y duda, dado que se alimenta de causas negativas, cuyos resultados son el correspondiente efecto.

De esta manera, queda claro que ambos cumplen un círculo vicioso por medio del cual podemos decir que «no hay victimario sin víctima».  De esta forma, algunos debemos proceder no sólo para no perder energía, sino también para que otros no caigan en errores en su forma de tomarla, en no alimentar esas situaciones y verlas precisamente como lo que son: una personalidad en desequilibrio. La armonía debe instalarla siempre aquél que brinda energía y en ningún caso debe confundir compasión con lástima, solidaridad con asistencialismo ni respeto con miedo.  Debemos intentar no entrar en el juego propuesto por cualquiera de estas tres personalidades y ver detrás de ellas, una persona como nosotros que se encuentra momentáneamente extraviada.

En síntesis, la única posibilidad en las relaciones humanas se deberá basar en el amor, la compasión y la solidaridad, ya que esto nos permitirá ver a través de la máscara que cada uno ha decidido llevar, pudiendo así captar la esencia, a la cual todos pertenecemos. Sólo de esta manera lograremos relacionarnos con las personas de una forma saludable y armoniosa para todos, intercambiando la tan preciada energía y haciendo que ésta circule en ambas direcciones.

La higiene

Así como cuidamos nuestro cuerpo físico -lo lavamos, perfumamos y atendemos-, también debemos cuidar nuestro cuerpo áurico, el denominado «sistema inmunológico etérico», ya que éste es el que se ve perjudicado en primera instancia.  Permanentemente, nos encontramos expuestos a elementos extraños y a frecuencias de vibración -por ejemplo, la exposición a ondas electromagnéticas o químicas, como el alcohol, el cigarrillo y las drogas alucinógenas-, las cuales confunden y alteran nuestros estados emocionales, perforando nuestro cuerpo áurico y creando así, un campo propicio para el ingreso de energías perjudiciales que, de otra manera, no entrarían en contacto con nosotros.

Todo ello contribuye a desordenar la información que poseen nuestras partículas subatómicas en el nivel áurico, pasando inmediatamente a un estado de desequilibrio que, en caso de mantenerse, irá creando las condiciones para que cada uno de nuestros cuerpos altere su conformación.  De esta manera, provocará un desorden de tal magnitud que a medida que percibamos su manifestación a nivel emocional, en forma paralela irá alcanzando niveles físicos, asumiendo la forma de una enfermedad.  Así aparecerá como la historia de dicha enfermedad en un lapso no menor de 10 años de iniciado aquel proceso.

Por lo tanto, debemos mantener nuestro campo áurico fuerte, armonizado y equilibrado a través de distintos elementos naturales como el baño de inmersión con agua y sal marina, que limpia todo el sistema energético y nutre al cuerpo físico de sales minerales, generando normalmente un estado de relax y sensación de bienestar.  Por otra parte, el Sol y la Luna -y esto no implica largas exposiciones-, en momentos como el amanecer, el atardecer y durante algunas horas de la Luna llena, equilibrarán nuestros elementos masculino-femeninos, contribuyendo a un balance entre Yin y Yang en todo el sistema energético.  Sentarse debajo de un árbol o tomar contacto con la naturaleza resulta esencial; especialmente, para aquellas personas que se encuentran sometidas a largas exposiciones frente a computadoras, televisores, ondas de radio, altas frecuencias, rayos X y que habitan en ciudades con polución, donde el cableado forma una red electromagnética que termina alterando el campo vibracional, lo más recomendable es una vuelta al mundo de la naturaleza.  Es decir, tomar contacto con la Tierra, los árboles, los sonidos armonizadores de los pájaros, de los arroyos y del mar, entre otros.  El simple hecho de quitarse los zapatos y pisar el césped o la arena y sentarse en el suelo, modificará sustancialmente el campo áurico ya que el chakra raíz será el primero en activarse, equilibrando luego al resto.

Los animales y plantas constituyen una opción en caso de no poder mantener un contacto fluido con lugares naturales: recrearán en nuestra memoria, un ambiente necesario para el reequilibrio. Otra opción son las piedras semipreciosas o las cascadas artificiales de agua. Las piedras semipreciosas tienen una vibración muy baja, generando así una potenciación de la energía.  También las podemos utilizar para limpiar el campo áurico, teniendo la precaución de limpiarlas energéticamente con agua y sal.  Luego por ejemplo, podríamos colocar una amatista en nuestro lugar de meditación, de trabajo o simplemente tomarla entre las manos en caso de estar nerviosos o estresados.  Si nos hace falta energía, podemos ubicar un cuarzo blanco o ahumado en la mesa de luz o en la cabecera de la cama.  En caso de querer limpiar energías emocionales, el cuarzo rosa, por ejemplo, es el indicado.  De todas maneras, cada gema tiene su particularidad energética.

La transformación de nuestro estado energético depende de la calidad de la información que recibimos.  Es decir que nuestra lectura deberá abarcar temas que nos sirvan para nuestra propia evolución, prestando especial atención a la coherencia entre lo que necesitamos y lo que buscamos. Esto deviene crecientemente importante en este momento cuando, de una manera que jamás antes ha experimentado el hombre, la difusión de la información supera altamente la posibilidad de la absorción de la misma. En algunas personas, esto crea un verdadero estado de zozobra mental al fomentar la falsa creencia de que uno debe saber, conocer y manejar todo. De esta manera, se genera una angustia permanente.  Sin embargo, el secreto reside en manejarnos con los temas que nos involucran y sólo con aquello que resulta necesario para nuestro propio crecimiento.  Este fenómeno se repite en muchas personas, las cuales al estudiar diferentes temas, producto del agotamiento y la pérdida energética que genera absorber tanta información, manifiestan un estado de insatisfacción permanente y un sentido de vacío interno.

Debemos por lo tanto, ser cuidadosos en la selección de lo que necesitamos leer.  Supongamos por un momento, que contamos con un almacén de palabras, las cuales vendemos en el mercado:        nos va a resultar mucho más difícil vender aquellas palabras que son hirientes y están cargadas de maldad, que aquéllas que son positivas, alentadoras y amorosas.  Todo el mundo querrá adquirir éstas.  A su vez, cabe pensar qué palabras desearíamos comprar para nosotros. Ambas categorías ocuparán el mismo espacio, pero seguramente el efecto que producirán en la vida será totalmente opuesto. Muchos, quizás con fines inconfesables, inmediatamente pensarán que las palabras negativas son más fáciles de colocar, por aquello de que la mala noticia es lo que más vende. Sin embargo, vale la pena profundizar un poco y pensar que con el tiempo los efectos serán diferentes y que nosotros construimos nuestra propia vida a partir de aquello que elegimos hoy.  Queda siempre en nosotros, la elección de los materiales que empleemos para la construcción de nuestro propio bienestar.

Tal como nos referimos a la lectura que denominamos «nutritiva y positiva», de la misma manera podemos hacerlo respecto de la música, la cual constituye un estado de alta vibración, capaz de modificar no sólo los estados de ánimo, sino también de transformar molecularmente nuestras células.  Por ejemplo, la música de Mozart produce el ya investigado «efecto Mozart», el cual se utiliza en tratamientos terapéuticos dado que cubre todos los campos energéticos del ser humano. Asimismo, la música generada por los cuencos cantores, cuencos tibetanos o talantes, favorece una modificación similar en el organismo ya que los neuropéptidos son quienes transportan la información a las células y a través de ellos, se alcanza la armonización.  Las campanas de catedrales, los llamadores de ángeles, los sonidos de las esferas chinas, los diapasones y demás instrumentos de armonía musical, nos rememoran sonidos que se producen en la galaxia y de esta manera, nuestro ser se sintoniza con la música del universo, que es el significado de esta misma palabra: «uni», quiere decir, una, y «verso», canción.  La música es una de las formas más elevadas que tenemos de contactarnos con la Fuente Universal. De allí que todas las religiones y movimientos espirituales utilicen música y mantras para ampliar el estado de conciencia y comunicarse con Dios.  Esto no implica que sólo debamos escuchar música clásica o sacra, sino que se trata de sintonizarnos a través de música suave, armónica y, de ser posible, de instrumentos y no de sintetizadores.

La voz humana también es considerada sanadora y es nuestro instrumento natural, el cual incluye la vibración de las palabras que se pronuncian, potenciando así el efecto de la música.  Todas las manifestaciones artísticas informan energéticamente a nuestro cuerpo emocional, sutilizando nuestros canales y vías de comunicación con el campo de la potencialidad pura ya que a través del arte obtendremos mayor percepción de dicho campo.

El pensamiento

Nuestro conocimiento del universo y de todo lo que nos rodea se sustenta en lo que nuestros sentidos registran, pero fundamentalmente en aquello que el pensamiento produce. Somos lo que pensamos. La calidad de nuestros pensamientos determinará la visión que tengamos sobre nuestra existencia, a la cual llamaremos «La Vida». En ella se conformarán las relaciones personales, la profesión y nuestras distintas creencias, las cuales darán sustento al «mundo real».  Así, cada vez que modifiquemos nuestro pensamiento, «La Vida» se transformará inmediatamente.

Nos encontramos en un universo cambiante y fluctuante.  Cuando fijamos los pensamientos que nos causan sufrimiento y temor, éstos producen un estancamiento energético, el cual, en caso de no ser convenientemente atendido, se manifestará sintomatológicamente en el campo físico. De allí la importancia de seleccionar nuestros pensamientos y modificarlos debidamente, produciendo una alquimia capaz de poder centrarnos en las fases positivas y no en las negativas de todo hecho o vivencia.

Si limitamos nuestra capacidad de adaptación y de fluidez dentro del cosmos, culparemos a éste por no producir los hechos que esperábamos que se produjeran.  Entonces, nos encontraremos imposibilitados de reconocer las nuevas situaciones y oportunidades que cada cambio nos ofrece.  En su libro «Ilusiones», Richard Bach expresa esto mismo con las siguientes palabras: «Justifica tus limitaciones y ciertamente las tendrás”.

El aferrarnos al pasado por el sólo hecho de haber ocurrido, nos generará una falsa seguridad, encerrándonos de esa forma dentro de un sistema dogmático que utilizaremos ante toda circunstancia. Aceptar y reconocer la fluidez del pensamiento y el poder abrirnos, nos dan una mayor perspectiva del lugar en donde estamos.  Esto nos remite a lo que señalara Heráclito (siglo VI a.C.), respecto de «no poder sumergir la mano dos veces en el mismo río»: el río somos nosotros y el agua, nuestros pensamientos.  Lo dicho no excluye que nos encontremos con personas que vivan de los pensamientos de su pasado, preocupados, añorando otros tiempos, criticando y perdiendo el presente; o con quienes, esperando un futuro mejor, también dejan escapar la única posibilidad de construir ese futuro desde el «aquí y ahora».  Ambos extremos nos hablan de estar detenidos en una ilusión, sufriendo por cosas que han sucedido y que no se repetirán y, por otras que ni siquiera se aún manifestado.  Los hindúes llaman a esto el mundo de Maya -La Ilusión-.

El pensamiento primero es una onda y se halla en el campo de lo in-manifiesto.  Somos nosotros los encargados de llevarlo a la acción: recién entonces lo plasmaremos en el mundo de lo manifiesto, transformándonos en co-creadores del universo.  De esta manera, retomaremos la misión por la cual encarnamos en este mundo de la forma, permitiéndonos ejercer la conexión con nuestra Naturaleza Divina.  Somos capaces de tener muchos pensamientos, pero está en nosotros ejercitar nuestro criterio de selección y comprender así que los más positivos son aquéllos que nos benefician en lo personal, generando una acción igualmente positiva para toda la humanidad.  Nos referimos a pensamientos de paz, amor, armonía y equilibrio, los cuales lograrán balancear todos aquéllos que sean negativos, ya que no está en nuestra óptica el borrar estos otros pensamientos a modo de «lavado de cerebro» creando zonas de amnesia, sino grabar encima de éstos, pensamientos positivos.

Tomemos en cuenta la cantidad de «no puedo», «no sirvo» y «no es para mí» que nos repetimos y que incluso transmitimos a nuestros hijos.  No lo hacemos desde el odio, sino desde la inseguridad que provoca el miedo y el desconocimiento, creando verdaderos sistemas de creencias limitantes que afloran en los momentos en que debemos tomar decisiones que pueden ser trascendentales en nuestra vida.  Hoy en día todo esto está siendo estudiado muy seriamente. Incluso, se han abierto canales literarios denominados de “autoayuda», que buscan fundamentalmente crear circunstancias de autovaloración, autosuficiencia y autosuperación.

Si reconocemos que el pensamiento es primero una onda de vibración, no sujeta a un espacio-tiempo como sí lo es la materia, podemos desentrañar el tremendo poder que tiene su transformación.  De allí que cuando sentimos que se produce un cambio, si bien éste es permanente, también lo es el movimiento de nuestra conciencia.  Entonces se presentan elementos concurrentes, pudiendo afirmar que es posible transformar todo lo que nos rodea dado que lo que estamos haciendo es modificar nuestra concepción de lo circundante.  No veremos el mundo anterior, sino lo «nuevo» que es el descubrimiento que hacemos de los cambios unificados en nuestra conciencia.  Deseamos que las cosas se modifiquen en nuestra vida y que las personas sean diferentes, pero en realidad sólo lo podemos alcanzar a través de las transformaciones en nosotros mismos, modificando nuestro punto de vista.  De nada sirve contar con el concepto de uno de los puntos citados anteriormente, pues el éxito del cambio se basa en integrar todos ellos. De lo contrario, caeríamos nuevamente en la trampa de la particularidad y perderíamos la visión de conjunto.

En palabras del Dr. Deepak Chopra: «Los impulsos de energía e información que crean nuestras experiencias se reflejan en nuestras actitudes hacia la vida.  Y esas actitudes son el resultado de impulsos auto-engendrados de energía e información”.

La meditación y la oración

Éstas constituyen la puerta por la que debemos entrar al maravilloso lugar de nuestro mundo interior. Son la posibilidad de conectarnos más allá del pensamiento, por lo tanto, accedemos así a un escalón más alto de la manifestación de la energía, donde nos encontramos con nuestro silencio interior, que no es otro que el mismo en que se manifiesta la creación del universo.

Mediante la práctica meditativa podemos silenciar nuestros pensamientos dando paso a la manifestación de nuestro verdadero Yo, que es nuestro espíritu. Éste se ubica en un lugar dentro nuestro, a resguardo de los vaivenes a los que está sometida nuestra personalidad.  Es esa presencia que intuimos, que sentimos, que nos acompaña en todo momento, que no teme desafíos y que no se siente inferior ni superior a los demás, pues sabe que todos somos parte de una misma Fuente Vital Universal y que encarnamos en el mundo de la forma, con distinto ropaje.  El mensaje que nos trae es por lo tanto tranquilizador, unificador e integrador.  Nos acompaña durante todo nuestro descubrimiento y espera que nuestra conciencia acepte y compruebe nuestra pertenencia a la Chispa Divina.  De allí que cuando nos conectamos a través del corazón, ingresamos en un campo de infinitas posibilidades, donde nuestros deseos se realizarán de manera natural y mágica, tal como funciona el universo.  Queda claro entonces que la meditación y la oración son vías de circulación que corren paralelas y al igual que la visión de las vías del tren, se unen en el horizonte de nuestra conciencia.

Para practicar meditación no es requisito centrarse en algo en particular, sino dejar que nuestros pensamientos se alejen, promoviendo el silencio interior que deseamos para la conexión con el universo.  No es necesario realizar ningún tipo de mantra -pronunciación de palabras sagradas-, aunque no es excluyente. En una primera instancia, es recomendable comenzar por nuestra propia respiración, el latido del corazón o algo en lo que nos queramos centrar, para llegar luego a nuestro interior, tan cercano pero a la vez tan distante en algunos momentos.

La respiración deberá ser natural y suave; la postura cómoda y libre de toda tensión. Una vez logrado el estado de comodidad, respirar llevando el aire cuatro dedos debajo del ombligo, y desde allí promover el estado de calma, pensando sólo en la inspiración y la exhalación, escuchando y atendiendo a todos los sonidos y manifestaciones corporales, para luego dejarlas libres y liberar también, los pensamientos.  Cabe recordar que esto sólo se logra luego de un tiempo de práctica y teniendo plena conciencia de que no se buscan resultados inmediatos.

Así mismo, tengamos en cuenta que mediante la meditación, también ajustamos permanentemente todo nuestro campo mental, conectándolo con el espiritual y marcando una jerarquía entre el espíritu, la mente y el cuerpo.  Así, corregimos y transformamos la luz y los estados emocionales en pensamientos que ordenarán las partículas e influenciarán sobre los campos moleculares, recorriendo el camino desde el estado de lo in-manifiesto a lo manifiesto, y afirmándonos en la idea de que integramos un Todo y que a su vez, este Todo nos contiene; eliminando la idea de separación.  Espacialmente, no necesitaremos recorrer distancias entre un objeto y nosotros y, temporalmente, nos conectará con nuestro sentido de eternidad.  Todo eso no lo encontraremos afuera sino que, en realidad, ha estado, está y estará dentro de cada uno de nosotros. La posibilidad de conectarnos también se encuentra allí mismo. Podemos compararlo con el recurrir a memorias dormidas, al igual que en una computadora que posea programas que no han sido activados.

Hemos señalado que el universo se encuentra compuesto por partículas subatómicas y moléculas.  De la misma manera, nuestro físico está integrado por células, cada una de las cuales posee una función específica -muchas veces desconocida para nosotros- y otra función común: interconectarse entre sí, demostrando de esa forma la integridad de todo el Sistema.  Frente a la idea de separación que nos dan los sentidos controlados por la mente, la cual busca en todo momento diseccionar el universo para entenderlo, el espíritu no entiende ni razona porque ya sabe.  De hecho, posee la sabiduría del campo universal al cual pertenece y al cual nosotros, mediante nuestra conciencia, vamos sutilizando para poder aceptar que somos mucho más que una unidad anatómico-fisiológica enredada en 60 u 80 años de vida.  A poco de cerrar los ojos y conectarnos, una parte nuestra hace que intuyamos que la eternidad es el lugar donde nosotros realmente existimos y que los procesos de vida son los que cambiamos y formamos a fin de aprender precisamente desde los errores y lo más denso, todo aquello que un espíritu no podría experimentar bajo otras circunstancias.  Este proceso nos lleva a afirmar que no somos un cuerpo con alma, sino un espíritu que encarnó en un cuerpo físico, el cual realiza experiencias mentales.  Entre ellas, la más importante es descubrir desde allí, su naturaleza: su principio para retornar a su origen.

Cabe aquí recordar las palabras de Confucio: “Si puedes corregirte a ti mismo, ¿qué problemas te plantearía el liderazgo?  Sin embargo, si no puedes corregirte a ti mismo: ¿qué puedes hacer para corregir a los demás?”.

Las 10 acciones aquí presentadas constituyen principios poderosos, los cuales llevarán a nuestra conciencia a ascender a los niveles que cada uno entienda que debe transitar a través de sus propios pasos y decisiones. Pues cuando comencemos a llevarlos a la práctica, nos daremos cuenta de que nos encontramos frente a quien tomará el control de nuestra vida: nosotros mismos.

Estamos inmersos en un universo cuya manifestación no nos es contraria ni adversa. Además, somos capaces de cambiar nuestra realidad por completo, a partir de nuestra propia transformación.  Ya no veremos la adversidad como una dificultad, sino como una enseñanza que nos hará más sabios, que nos dará más confianza y que nos fortalecerá, haciendo que elevemos nuestro nivel de energía, pues está compuesta por luz e información. Siempre que caminemos en la dirección que escojamos, recibiremos aquello que nosotros emitimos.  Es decir que poseemos los elementos necesarios para variar dicha emisión.

Al comienzo, probablemente necesitemos la guía de un Maestro para poner en práctica estas escalas: un Maestro que nos acompañe en los primeros pasos y con el que podamos intercambiar ideas, prácticas y afinidades; para ir ganando confianza y continuar luego, por nuestros propios medios y de acuerdo con nuestros propios tiempos, siguiendo el sendero que sintonice con nuestra forma de vida. Son variados entonces, los posibles caminos a seguir.  Ya hemos descrito prácticas como el Reiki, el Tai Chi, la meditación, el Chi Kung, el Shin Ki, el Yoga, el Aikido, los masajes, la angeología, la bioenergía, las filosofías antiguas y la numerología, entre muchas otras. Cabe recordar una vez más, que las disciplinas son herramientas y no un fin en sí mismo; por lo tanto, es necesario que no nos cerremos en una de ellas, que practiquemos aquéllas que mejor nos sintonicen y que los Maestros que elijamos sean aquéllos cuyo modo de vida sea coherente con sus enseñanzas, porque en ellos confiamos nuestros primeros pasos, los más importantes y que marcarán nuestro rumbo en la tarea de descubrir quienes somos. Por otra parte, también es importante la afinidad energética, la cual evaluaremos sólo a través de nuestro corazón y nunca por medio de los juicios que nos transmitan nuestros sentidos ya que éstos son creados por la mente para percibir el mundo de la forma.

Éste es sólo el principio de un camino de evolución permanente, el cual nos llevará a una mejor calidad de vida y a ser constructores de nuestro propio destino.