005-Curso de autoestima

005-Curso de autoestima. Para ver en video. https://www.youtube.com/watch?v=DXSAeazYq4Y

5. El Factor Aladino

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Pide y se te dará; busca, y hallarás; toca, y se te abrirá. Porque todo el que  pide, recibe; y el que busca, halla; y al que toca se le abrirá.

– MATEO 7:7-8 Pasaje Bíblico

  Tengo la firme idea de que muchos de nosotros hemos crecido, desde nuestra más tierna infancia, programados con la creencia de que pedir es algo malo, propio de mediocres, algo característico de personas abusivas. Pues bien, puede darse el caso, no lo niego, pero el caso aislado es extremada­mente diferente a la creencia de que pedir es malo. De hecho, es algo sano. Lo anterior te lo afirmo porque es algo que he vivido. La mayoría de la gente cree que se necesita para obtener lo que uno quiere en la vida, visualizarlo, esforzarse, mentalizarlo, trabajar duro, ahorrar, tener un sueño, compro­meterse con un ideal, etc.

Todas son respuestas muy bonitas y estoy totalmente de acuerdo en que nos ayudan enormemente a obtener lo que uno quiere en la vida, pero hablando muy sin­ceramente, todas estas respuestas bien podrían ser «el si­guiente paso». El primer paso es: pedirlo. Ya, si nos lo niegan, pues ni hablar, se puede pasar al «plan B», y ahora sí, trabaja duro, esfuérzate y todo eso.

En varias ocasiones de mi vida, he pasado por momentos en los que no he sabido si reír o llorar y te diré por qué. Creo que al igual que muchas personas he pasado por momentos de tristeza y desilusión, verdaderamente debilitantes por su desencanto. Ejemplos hay muchos, pero por nombrar alguno es como cuando me llegué a sentir mal y molesto con mi novia porque no me avisaba cuando llegaba a su casa luego de que salía sola. Así pasaron varios meses y llegó un día en que fuimos a platicar y, en esos momentos de conversación sin­cera, pues se lo dije: «Oye, no te imaginas cómo me molesta que no tengas la atención de avisarme cuando llegas a tu casa. Ya son muchos meses que lo vengo sintiendo y no te lo había querido decir, pero ya ves…», a lo que me respondió: «Nó puedo creer lo que me dices. ¿En verdad por eso estabas tan raro al día siguiente?» «A veces» -respondí-o «Pues yo no te avisaba porque creí que te molestaba y sentirías que te atosigo, pero me lo hubieras pedido y con todo mi amor te aviso, de hecho me encantaría. . . » Bueno, ¿ Ya ves porqué no supe si reír, llorar o enojarme?” ¡Caray! ¡Cuántas veces no obtenemos algo por el simple hecho de no pedido! Definitivamente quiero que tengas la plena y absoluta certeza de lo siguiente: «Nadie, abso­lutamente nadie, tiene una bola de cristal para adivinar lo que otro está pensando». Esa ha sido una gran lección en mi vida. De hecho, hoy en día hay ocasiones en donde todavía se me escapa de mi mente y olvido la poderosa fuerza que hay en pedir. Pedir es la verbalización de nuestros sentimientos. Pedir es una forma de comunicación sana y profunda.

Quiero aprovechar este momento para crecer, para desmiti­ficar una de las creencias más limitantes y debilitantes que he podido observar en muchas relaciones humanas -varias mías entre ellas-, y que es la siguiente falacia: «Si en verdad me amaras, yo no te tendría que pedir, habría iniciativa de tu parte«. ¡Nada más lejos de la verdad! Confieso abiertamente que yo era una de esas personas que se la creían, de hecho la defendía con poderosos argumentos. Sin embargo, en la vida práctica -demasiado práctica- me he dado cuenta de que no es así. El creer que si alguien nos ama implica que conocerá nuestras necesidades intuitiva y anticipadamente, es una creencia romántica pero muy lejos de la realidad. Ahora bien, no descarto la posibilidad de que se dé el caso, de hecho se da y es muy lindo, pero no es la norma. También te hago la siguiente advertencia: haz caso omiso a este comentario si tu pareja es un psíquico o adivino.

Pero si es una persona normal, te conviene pedir.

Créame, por favor que existe el común denominador de muchos de sus conflictos es «no haber pedido». Cuántas niñas han dejado de salir con el novio por miedo a pedir permiso, como teniendo una bola de cristal en donde adivinan la pro­hibición de sus papás. Cuántos ascensos de puestos en una empresa no se han dado porque no hay nadie que se atreva a pedirlos y centenas de empleados viven «esperando» a que los asciendan, con la mera ilusión de que sus jefes se den cuenta de que lo merecen. Cuántos besos y caricias no se han dado por que no han sido pedidos. Cuántos viajes se han dejado de realizar por no pedir el dinero que necesitábamos. Cuántos noviazgos no se suceden porque «no le pediste el teléfono». En fin, podría decir: ¿Cuántos conflictos y desencantos se han presentado por no hablar claro, por no pedir? Respuesta: miles. Y es que el orgullo a muchos no nos deja. Desgraciado orgullo que distancia a los amigos, termina noviazgos, difi­culta relaciones laborales, merma las familias y acaba por arrojarnos a la soledad. No quiero hablar de «pedir perdón» porque es parte de otro capítulo. Sólo piensa en lo que en esta frase te dije y lo que implica.

Quiero compartirte cuatro reflexiones que surgen de la fuerza de pedir:

l. Pedir denota una gran autoestima.

Sólo pide el que tiene la firme convicción de merecer y sólo merece el que se sabe de gran valía. Pide sabiendo que mereces y verás la mágica fuerza que se genera dentro de ti. Claro, el desafío va implícito, requieres desarrollar una auténtica auto estima para experi­mentarla. El que no pide vive atrapado por el miedo. Miedo al rechazo, miedo a la humillación, miedo al «no». Pero quien desarrolla una gran autoestima, pierde miedo y genera una gran valentía por y para su propio crecimiento como persona. Pedir es privilegio de valientes, de seres humanos que se lan­zan a conquistar el «sí».

El temor siempre brota de la ignorancia.

RALPH W ALDO EMERSON

Poeta y ensayista estadounidense

2. Pedir es importante para tu salud.

Pedir implica haber llega­do a niveles de comunicación profunda, en donde se com­parten las verdaderas emociones y sentimientos con alguien; es un desafío para mejorar la salud mental de todo individuo, es cuando la persona se sabe como parte de una comunidad y pidiendo satisface su profunda necesidad humana» de perte­nencia». En este nivel de relación es donde ya has conocido el amor y bien sabes que con amor se genera una poderosa fuerza al donde todo tu cuerpo resiste más y es difícil enfermarse, por ello, pedir también es sano, fisiológicamente hablando.

3. Pedir es el primer paso «lógico» para que Dios, tu jefe, tu familia. tu novio o novia, tu amigos, presten oídos a lo que quieres.

¿Recuerdas aquel dicho popular que advierte: «El que no habla, Dios no lo oye.»? Pues a eso me refiero. Es más que lógico. Mira, aunque sé que existen fenómenos de comuni­cación extrasensorial, telepatía, viajes astrales y demás, pues para el común de los mortales nos resulta mucho más fácil una dinámica de comunicación más convencional: Pedir abriendo la boquita. Ahora bien, fíjate que te digo que pedir hace que los demás se enteren de lo que quieres, mas nunca dije que pedir hace que los demás te den lo que quieres. Eso es otra cosa, tema propio de otro tratado. Lo que hoy debe quedar claro a la luz de la más pura lógica es que los demás NUNCA nos podrán conocernos, considerarnos y darnos lo que queremos si no lo saben. Si pides, la posibilidad existe.

El hombre que espera a que el pato asado vuele a su boca tiene que esperar mucho, pero mucho tiempo.

PROVERBIO CHINO

4. Pedir le brinda a otro el placer de ayudarte.

Aquí sí seré tajante. Pide, pero pide inteligentemente. Al decir eso, me refiero a que para pedir hay que saber a quien. La mejor opción es pedir a personas generosas. Busca a gente que sea de tal talla evolutiva, que ya hayan experimentado el placer de dar y servir. Te digo esto, porque en honor a la verdad, existen personas que no conocen el placer de dar, son gente que se encuentra en peldaños todavía muy, muy inferiores en su cre­cimiento. Posiblemente los conoces más con el nombre de egoístas. A ellas, ya les llegará su momento de aprender el valor de la generosidad, será una lección muy dolorosa, pero eso es algo que a ti y a mí no nos corresponde. La ley de la vida -del boomerang- es la que se encarga de enseñar eso. De hecho, ten cuidado si no pides, ya que no pedir es una actitud egoísta.

El que no pide siente que todo lo tiene o que todo lo puede y que no debe pedir para evitarse el dolor de dar cuan­do a él -por equidad y justicia- le pidan. ¿Ya viste esta interesante dinámica psicológica? De esa manera y curiosa­mente bajo el mismo esquema mental, pedir es una caracterís­tica de las personas llamadas generosas, ya que sabiendo que al pedir cabe la posibilidad de que les pidan, abren así una oportunidad para gozar dando y ayudando. ¡Ay, me emociona compartir contigo esto!

Si deja escapar el amor al no pedirlo, se le escapará la vida.

LEO BUSCAGLIA Escritor y conferencista estadounidense

Pedir y no sentir culpa por ello denota una gran auto­estima, manifiesta un gran amor por sí mismo. Además, en tu crecimiento como persona aprenderás que en la forma de pedir, está el dar. Existe toda una técnica para pedir con prudencia, pero ése es tema de otro momento. Hoy tan sólo quiero que reflexiones en la gran cantidad de cosas que te has perdido, de tantas que te ofrece la vida, por no pedir, y que atrevas a frotar la lámpara de Aladino que todos llevamos dentro para que salga el genio y le pidamos nuestros más fer­vientes deseos para que nos los cumpla. Tengo la idea de que esa lámpara hay que frotarla bien -pero muy bien- para quitarle la suciedad del orgullo y la escoria del egoísmo. Se debe frotar con un paño suave y limpio llamado generosidad.