267-Curso de autoestima. Para ver en video: https://www.youtube.com/watch?v=nu0lS4kWkEM
267. La Ruptura con el pasado
Autoestima 267- La ruptura con el pasado – Curso de autoestima – Podcast en iVoox
«El pasado quedo atrás, no existe, solo vive con la energía que tu mente le da «
-Julio Glockner
Sólo los fantasmas se revuelcan en el pasado, explicándose a si mismos con descripciones basadas en sus vidas ya pasadas. Tú eres lo que eliges ser hoy en día, no lo que antes elegiste ser.
¿Quién eres? ¿Cómo te describes a ti mismo? Para contestar estas dos preguntas tendrás sin duda que referirte a tu propia historia, a un pasado ya vivido, pero al que sin duda sigues ligado y del que te parece difícil escaparte. ¿Cómo te describes a ti mismo? Son pequeñas etiquetas muy ordenaditas que has ido acumulando durante toda la vida? Tienes acaso un cajón lleno de autodefiniciones que usas regularmente? Algunas de ellas pueden ser tan grandilocuentes como: Yo soy una persona muy nerviosa; soy tímido; soy perezoso; no tengo oído musical; soy torpe; soy muy olvidadizo, y todo un catálogo de cosas que eres y que usas. Sin duda tienes también una serie de «Soy» positivos como: soy muy cariñoso; soy amable; y juego bien al bridge. No hablaremos de ellos aquí ya que el propósito de este capítulo es de ayudarte a crecer y desarrollarte más que aplaudirte por las actividades en las que estás operando eficientemente.
Las autodefiniciones no son inadecuadas por naturaleza, pero pueden ser usadas de forma perjudicial. El hecho mismo de etiquetar puede ser un impedimento para el desarrollo de la personalidad. Es fácil usar la etiqueta como excusa para seguir igual. Sren Kirkegaard escribió: «Si me clasificas (o me etiquetas), me niegas». Cuando el individuo tiene que estar a la altura de la etiqueta que lo clasifica, el ser deja de existir.
Y pasa lo mismo con las autoclasificaciones. Es muy probable que al identificarte con tus etiquetas clasificadoras te estés negando a ti mismo, en vez de aprovechar tu propio potencial de crecimiento.
Todas las autoclasificaciones proceden del pasado histórico del individuo. Pero el pasado, como dijo Carl Sandbug en Prairie, «es un cubo lleno de cenizas».
Trata de averiguar hasta qué punto estás encadenado a tu pasado. Todos los «Yo soy» autodestructivos provienen de estas cuatro frases neuróticas:
(1) «Así soy yo.»
(2) «Yo siempre he sido así.»
(3) «No puedo evitarlo.»
(4) «Es mi carácter.»
Ahí están todas en un paquetito. Las trabas que te impiden crecer, cambiar y hacer tu vida (desde este momento en adelante, que es la única vida que tienes) nueva, estimulante y llena de momentos presentes plenos y felices.
Conozco a una abuela que, todos los domingos cuando recibe en su casa a su familia para comer, decide cuánto va a comer exactamente cada persona y deliberadamente calcula las porciones que pone en cada plato de acuerdo con sus propias especificaciones. A cada persona le da dos pedazos de carne, una cucharada de guisantes, unas patatas y así con todo. Cuando le preguntan: «¿Por qué haces eso?», contesta diciendo, «Oh, siempre he sido así», ¿Por qué? Porque «Así soy yo».
La razón del comportamiento de la abuela procede de ; su propia etiqueta que a su vez procede de un pasado en el que siempre se ha comportado de esa manera.
Hay personas que usan las cuatro frases a la vez cuando se cuestionan sus comportamientos. Si le preguntas a alguien por qué se perturba tanto al oír hablar de accidentes, puede que te responda: «Oh, así soy yo, siempre he sido así, realmente no puedo evitarlo, es mi carácter,». Las cuatro a la vez, todas y cada una le sirven para explicar por qué nunca será diferente ni considerará la posibilidad de cambiar.
Tus «Yo soy», que describen un comportamiento autoneutralizador se remontan a algo que aprendiste en el pasado. Y cada vez que usas una de estas cuatro frases i lo que realmente estás diciendo es: «Pienso seguir siendo lo que he sido siempre».
Puedes empezar a deshacer los nudos que te atan al pasado y eliminar las inútiles frases que se dicen para seguir siendo lo que siempre has sido.
He aquí una típica lista de «yo soy» que podría incluirse en tu autorretrato.
Yo soy tímida Yo soy perezoso Yo soy apocado
Yo soy asustadizo Yo soy desordenada Yo soy nervioso
Yo soy olvidadizo Yo soy pésima para la mecánica
Yo soy malo para las matemáticas Yo soy un solitario Yo soy frígida
Yo soy aburrido Yo soy una pésima cocinera Yo soy malo para la gramática
Yo soy de los que se cansan muy pronto Yo soy enfermizo Yo soy tosco
Yo soy proclive a los accidentes Yo soy corto de genio Yo soy hostil
Yo soy solemne Yo soy apática Yo soy gorda Yo soy negado para la música
Yo soy fatal para el deporte Yo soy torpe Yo soy porfiada Yo soy inmadura
Yo soy meticulosa Yo soy descuidado Yo soy vengativo Yo soy irresponsable
Yo soy de los que se angustian fácilmente.
Es muy probable que te hayas topado con varias de estas frases o que quizás estés haciendo tu propia lista. De lo que se trata no es de qué etiquetas escoges, sino del hecho que escojas ponerte en las etiquetas. Si auténticamente estás satisfecho de alguno de los «Yo soy», déjalo estar, pero si reconoces que algunos de estos «Yo soy» u otros que hayas podido recordar se te atraviesan en el camino entorpeciendo tu vida, quiere decir que ha llegado el momento de hacer unos cambios. Empecemos por comprender el origen de los «Yo soy».
La gente quiere ponerte etiquetas, quiere encasillarte en cierto tipo de categorías que le resultan cómodas. Así es más fácil. D. H. Lawrence nos demuestra lo insensato que resulta este proceso de clasificación en su poema 2 ¿Qué es él?
-¿Qué es él?
-Un hombre, por supuesto.
-Sí, pero ¿qué hace?
-Vive y es un hombre.
-¡Oh, por supuesto! Pero debe trabajar. Tiene que tener una ocupación de alguna especie.
-¿Por qué?
-Porque obviamente no pertenece a las clases acomodadas.
-No lo sé. Pero tiene mucho tiempo. Y hace unas sillas muy bonitas.
-¡Ahí está entonces! Es ebanista.
-¡No, no!
-En todo caso, carpintero y ensamblador.
-No, en absoluto.
-Pero si tú lo dijiste.
-¿Qué dije yo?
-Que hacía sillas y que era carpintero y ebanista.
-Yo dije que hacía sillas pero no dije que fuera carpintero.
-Muy bien, entonces es un aficionado.
-¡Quizá! ¿Dirías tú que un tordo es un flautista profesional o un aficionado?
-Yo diría que es un pájaro simplemente.
-Y yo digo que es sólo un hombre.
-¡Está bien! Siempre te ha gustado hacer juegos de palabras.
CÓMO EMPEZARON ESOS «YO SOY»
Los antecedentes a los «Yo soy» caen en dos categorías. El primer tipo de etiquetas o clasificaciones procede de la demás gente. Te las colocaron cuando eras niño y las has llevado contigo desde entonces. Las otras etiquetas son el resultado de una elección de tu parte para evitar tener que hacer cosas incómodas o difíciles.
La primera categoría es la más corriente. La pequeña Hope está en segundo grado. Va a clases de pintura todos los días, feliz de jugar con los colores y pintar. Su profesora le dice que no tiene mucha facilidad para la pintura, y ella empieza a faltar a las clases porque no le gusta que la censuren. Y al poco tiempo ya tiene un principio de «Yo soy»: Yo soy bastante mala para la pintura. Y si sigue actuando de forma negativa al respecto, evitando las ocasiones de pintar, reforzará este concepto y más tarde, cuando sea mayor y le pregunten por qué no dibuja, dirá: «Oh, no sirvo para eso; siempre he sido así». La mayoría de los «Yo soy» son residuos de frases como: «Él es bastante torpe; su hermano es bueno para la gimnasia, él es el estudioso de la familia,». O «Eres igual a mí; yo también era pésima para la gramática». O «Billy fue siempre el tímido del grupo». O «Ella es igual a su padre; si acierta una nota es como el burro que toca la flauta por casualidad,». Estos son los derechos innatos de una vida entera de «Yo soy» que nunca se discuten. Que se aceptan simplemente como una condición natural de la vida.
Habla un día con la gente que tú crees responsable de muchos de los «Yo soy» de tu vida (tus padres, viejos amigos de la familia, antiguos profesores, abuelos, etc.). Pregúntales por qué creen que te volviste como eres y si has sido siempre así. Diles que estás decidido a cambiar y comprueba si creen que eres capaz. Sin duda te sorprenderán sus interpretaciones y el hecho de que piensen que no puedes ser de otra manera puesto que «Siempre has sido así»,.
La segunda categoría de «Yo soy» tuvo su origen en esos rótulos tan apropiados que aprendiste a colocarte a ti mismo para dejar de hacer las cosas que no te gustan. Yo he tratado a un paciente que tiene cuarenta y seis años y tiene muchos deseos de ir a la Universidad, pues perdió la oportunidad de hacerlo en su juventud a causa de la Segunda Guerra Mundial. Pero a Horace le asusta la perspectiva de entrar en competencia con gente joven recién salida del colegio. El miedo al fracaso y las dudas que tiene respecto a su capacidad intelectual lo espantan. A menudo estudia catálogos de distintas universidades, y con la ayuda que ha recibido en su tratamiento ha pasado los exámenes de admisión y ha concertado una entrevista con uno de los miembros del Comité de Admisión de una universidad local.
Pero aún usa sus «Yo soy» para evitar incorporarse activamente a los estudios. Justifica su actitud diciendo: «Soy demasiado viejo; no soy suficientemente inteligente; no me interesa realmente». (Yo soy… demasiado viejo; Yo soy… poco inteligente…; Yo soy de los que no se interesan realmente por esas cosas.)
Horace usa sus «Yo soy» para dejar de hacer algo que realmente quiere hacer. Uno de mis colegas los usa para liberarse de las tareas que no le divierten. Evita tener que arreglar el timbre, o la radio, o hacer cualquiera de esas incómodas tareas caseras, recordándole simplemente a su esposa que: «Pero querida, si tú ya lo sabes, a mí no se me dan bien estas cosas»,. Este tipo de «Yo soy» entra dentro de los comportamientos acomodables, pero no por eso dejan de ser excusas engañosas. En vez de decir: «Encuentro que este tipo de actividad es aburrida y sin interés, y escojo no trabajar en ella en mis momentos presentes» (lo que es perfectamente lógico y saludable), resulta mucho más fácil sacar un «Yo soy,» del bolsillo.
En estos casos, la gente está diciendo algo respecto a sí misma. Está declarando que «Yo soy un producto acabado en este sector y nunca voy a ser distinto». Si eres un producto acabado, atado y encasillado, quiere decir que has dejado de crecer, y si por un lado quieres aferrarte a algunos «Yo soy», puede que descubras que muchos otros te limitan y que son autodestructivos.
Más adelante he anotado una lista de etiquetas que son reliquias del pasado. Si reconoces alguna de ellas como tuya, puede que quieras cambiarla. El quedarte exactamente como eres en cualquier sector de tu vida equivale a tomar una de esas decisiones que se parecen a esa muerte de la que hablamos en el Capítulo 1. No te olvides de que no se trata de las cosas que simplemente no te gustan, sino más bien de echar una mirada al comportamiento que te aleja de actividades que podrían proporcionarte mucho placer y fascinación.
DIEZ CATEGORÍAS TÍPICAS DE «YO SOY» Y SUS DIVIDENDOS NEURÓTICOS
1. Yo soy malo para las matemáticas, la gramática, la literatura, los idiomas, etcétera. Este «Yo soy» garantiza que no te esforzarás por cambiar. El «Yo soy» académico sirve para evitar que tengas que hacer alguna vez el trabajo pesado que se necesita para dominar una materia que siempre te ha parecido difícil y aburrida. Mientras conserves la etiqueta de tu incapacidad ante ti mismo, tienes una disculpa hecha a medida para evitar el esfuerzo.
2. Yo soy pésimo para el tipo de actividades que necesitan cierta habilidad manual como por ejemplo, la cocina, los deportes, hacer punto, dibujar, hacer teatro etcétera. Este «Yo soy» te da la seguridad de que no tendrás que hacer ninguna de estas cosas en el futuro y justifica cualquier mala actuación en esos campos en el pasado. «Siempre he sido así; así soy por naturaleza.» Esta actitud refuerza tu inercia y, lo que es aún más importante, te ayuda a aferrarte a la absurda noción de que no vale la pena que hagas cualquier cosa si no la haces realmente bien. Así que, a menos que seas el campeón mundial, siempre es mejor esquivar el bulto que hacerla.
3. Yo soy tímida, reservada, temperamental, nerviosa, asustadiza, etcétera. Aquí se recurre a la genética para apoyar estos «Yo soy». En vez de enfrentarte con ellos y con el pensamiento autodestructivo que los apoya, simplemente los aceptas como confirmación de tu manera innata de ser. También puedes echar la culpa a tus padres y usarlos a ellos como justificación o como el motivo de tu «Yo soy» actual. Haces que ellos sean los causantes de tus problemas, y no te tienes que esforzar ni trabajar para ser diferente. Escoges este comportamiento como una manera de evitar el ser asertivo en ciertas situaciones que siempre te han resultado molestas. Este es un residuo de la infancia en la que había gente que tenía especial interés en hacerte creer que eras incapaz de pensar por ti mismo. Estos son los «Yo soy,» que tienen que ver con la personalidad. Estas autodefiniciones te ayudan a evitar el difícil trabajo de ser diferente de lo que has sido siempre. Defines tu personalidad con un «Yo soy» apropiado y todos los comportamientos negativos diciendo que están fuera de tu control. Niegas la noción de que puedes escoger, tu propia personalidad y permites que una supuesta deficiencia genética sea la explicación de todos esos rasgos de personalidad que te gustaría poder repudiar.
4. Yo soy torpe, me falta coordinación, etcétera. Estos «Yo soy» que aprendiste de niño te permiten evitar el ridículo que podrías sufrir en caso de enfrentarte con ciertas habilidades físicas que tienen otras personas. Por supuesto que tu falta de habilidad proviene de un largo historial de creer en esos «Yo soy» que te hicieron evitar todo tipo de actividad física y no de una falla innata. Sólo puedes ser competente en lo que practicas; no en lo que evitas hacer. Conserva tu «Yo soy» y quédate entonces en los aledaños de las cosas mirándolas y suspirando por ellas, pero haciendo como si este tipo de cosas realmente no te gustara.
5. Yo soy poco atractiva, fea, huesuda, demasiado alta, etcétera. Estos «Yo soy» fisiológicos te sirven para evitar correr riesgos con el sexo opuesto y para justificar la pobre imagen que tienes de ti misma y la falta de amor que has escogido para tu vida. Mientras sigas describiéndote a ti misma de esta forma, tendrás la excusa perfecta y hecha a medida para no ponerte en línea para una relación amorosa. Y tampoco tendrás que trabajar para verte bien y ser atractiva. Usas tu espejo como justificativo para no hacer la prueba. Sólo hay un problema: vemos exactamente lo que escogemos ver, incluso en los espejos.
6. Yo soy desorganizado, meticuloso, desordenado, etcétera. Estos «Yo soy» relacionados con la conducta son muy útiles para manipular a los demás y para explicar por qué las cosas tienen que hacerse de cierta manera. «Siempre las he hecho así.» Como si la tradición fuese un motivo para hacer cualquier cosa. «Y siempre las haré así» es el mensaje no formulado. Confiando en la forma que lo has hecho siempre no tienes por qué mantener la noción llena de riesgos y peligros de que podrías hacerlo de una manera diferente, y a la vez asegurarte de que todos los que están a tu alrededor lo hagan a tu manera también. Éstos son los «Yo soy» que recurren a la «política» como sustituto del pensamiento.
7. Yo soy olvidadiza, descuidada, irresponsable, apática, etcétera. Estos «Yo soy» te resultan particularmente útiles cuando quieres justificar algún comportamiento ineficaz. Estos «Yo soy» evitan que trabajes para mejorar tu memoria, o tu descuido y simplemente te disculpas con un cómodo y simple «Así soy yo». Mientras puedas sacar a relucir este «Yo soy» cuando te comportas de alguna de las maneras descritas más arriba, jamás tendrás que trabajar para intentar un cambio. Simplemente sigue olvidando y recordándote a ti misma que no puedes evitarlo, y siempre serás olvidadiza.
8. Yo soy italiana, alemana, judía, irlandesa, negra, china, etcétera. Éstos son tus «Yo soy» étnicos y funcionan muy bien cuando se te acaban las otras excusas necesarias para explicar ciertos comportamientos, que no te favorecen pero que son demasiado difíciles de cuestionar. Cada vez que te comportas de manera estereotipada relacionada con tu subcultura, tú simplemente echas mano de tu «Yo soy» étnico como justificativo. Una vez le pregunté a un maitre de hotel por qué era tan excitable y reaccionaba con esos terribles exabruptos ante el menor problema. Me contestó: «¿Qué puede esperar de mí? Soy italiano. «No puedo evitarlo».
9. Yo soy mandón, prepotente, autoritario, etcétera. Aquí tus «Yo soy» te permiten continuar tus actitudes hostiles en vez de trabajar para desarrollar una : autodisciplina. Recubres el comportamiento con «No puedo evitarlo, yo siempre he sido así».
10. Yo soy viejo, anciano, estoy cansado, etcétera. Con estos «Yo soy» puedes usar tu edad como justificativo para no participar en lo que pueden ser actividades arriesgadas o peligrosas. Cada vez que tienes que enfrentarte con una actividad como puede ser un encuentro deportivo, una cita amorosa después de un divorcio o de la muerte de un cónyuge o un viaje, puedes decir simplemente «Estoy demasiado viejo para esas cosas» y habrás eliminado los riesgos que lleva consigo la posibilidad de hacer algo nuevo y que impulsa tu crecimiento y desarrollo. Lo que implican los «Yo soy» basados en la edad es que estás definitivamente acabado en esos campos; como cada vez serás más viejo, ya has terminado de crecer y de experimentar cosas nuevas.
EL CIRCULO DEL «YO SOY»
Las retribuciones que te brinda aferrarte a tu pasado por medio de los «Yo soy,» que sacas a relucir cuando te conviene, pueden ser resumidos nítidamente en una palabra: evasión. Siempre que quieres evitar cierto tipo de actividades o ignorar algún defecto de tu personalidad, podrás justificarte con un «Yo soy». Y si usas estas etiquetas durante un tiempo lo suficientemente largo, verás que empiezas a creerlas tú mismo y en ese momento presente eres ya un producto acabado destinado a seguir siendo lo que eres para el resto de tus días. Las etiquetas te permiten evitar el riesgo y el difícil trabajo pesado de tratar de cambiar. también perpetúan el comportamiento que las provocó. De este modo si un muchacho joven va a una fiesta convencido de que es tímido, se portará como tal y su comportamiento reforzará aún más su imagen de sí mismo como un ser tímido. Es un círculo vicioso.
Ahí lo tienes. En vez de intervenir entre los puntos 3 y 4 del círculo, simplemente exonera su comportamiento con un «Yo soy» evadiéndose así del riesgo necesario para salir de la trampa. Pueden haber muchos motivos que expliquen la timidez del joven; algunos de ellos estarán sin duda relacionados con su niñez. Sea cual fuere el motivo de su miedo, él ha decidido no hacer nada por solucionar su problema de contacto social justificándolo más bien con un simple «Yo soy». Su miedo al fracaso es tan grande que no le deja ni hacer la intentona. Si él llegara a creer en su momento presente y en su posibilidad y capacidad de elección, su frase cambiaría de «Yo soy tímido,», a «Hasta ahora me he comportado con timidez». El círculo vicioso de la timidez puede ser aplicado a casi todos los «Yo soy» que sirven para subestimarse a sí mismo. Toma el caso por ejemplo del estudiante que piensa que es malo para las matemáticas cuando le toca hacer un deber de álgebra.
En vez de detenerse entre el 3 y el 4, dedicar más tiempo, consultar con un profesor o hacer un esfuerzo, el estudiante se da por vencido. A la pregunta por qué falló el curso de álgebra dirá: «Siempre he sido pésimo en matemáticas»,. Recurre a esos infernales «Yo soy» como elementos que invoca para exonerarse y explicar a los demás por qué persiste en una conducta autofrustrante.
Puedes echarle una mirada a tu propio círculo de lógica neurótica y empezar a desafiar cualquier aspecto de tu vida en el que has elegido ser un producto acabado. La recompensa número uno por aferrarte al pasado y refugiarte en tus «Yo soy,» es rechazar cualquier posibilidad de cambio. Cada vez que usas un «Yo soy» para explicar un comportamiento que te disgusta piensa en ti mismo como encerrado en una caja alegremente decorada, envuelto y empaquetado como un producto listo y acabado.
Por supuesto, es más fácil describirte a ti mismo que cambiar. Puede ser que culpes de tus etiquetas a tus padres o a los adultos importantes que te influenciaron en la niñez: a los maestros, vecinos, abuelos y gente por el estilo. Al hacerlos responsables de tus actuales «Yo soy» les has otorgado un grado de control sobre tu vida de hoy en día, les has elevado a una posición más alta que la tuya propia y te has creado una coartada ingeniosa para permanecer en una condición inmovilista. Esta retribución te sirve perfectamente de garantía contra cualquier posibilidad de correr un riesgo. Si tu «cultura» es culpable de que tengas ese «Yo soy», pues entonces no puedes hacer nada al respecto.
ALGUNAS ESTRATEGIAS PARA LIBERARTE DEL PASADO Y ELIMINAR TUS FASTIDIOSO E INOPORTUNOS «YO SOY»
Dejar atrás el pasado implica correr ciertos riesgos. Tú estás acostumbrado a tus autodefiniciones. En muchos casos funcionan como sistema de apoyo en tu vida cotidiana. He aquí algunas estrategias específicas que te servirán para eliminar esos «Yo soy»:
– Eliminar los «Yo soy» cada vez que te sea posible. Sustitúyelos con frases como: «Hasta ahora había escogido ser así», o «Yo solía clasificarme así…».
Anuncia a tus seres más próximos que vas a tratar de eliminar algunos de tus «Yo soy,». Decide cuáles son los más importantes y pídeles que te lo recuerden cada vez que los saques a relucir.
Ponte metas de conducta para comportarte de manera muy diferente de lo que has hecho hasta ahora. Por ejemplo, si consideras que eres tímido, preséntate tú solo a alguna persona a la que normalmente hubieras evitado.
– Habla con algún amigo de confianza que te ayude a combatir las poderosas influencias del pasado. Pídele que te haga alguna señal silenciosa, como darse un pequeño tirón de orejas cada vez que te vea caer en uno de tus viejos «Yo soy».
– Escribe un diario donde vayas anotando tus comportamientos autodestructivos, y apunta no sólo tus actos sino también lo que sentías cuando te comportabas de esa manera. Durante una semana apunta en una libreta la hora exacta, la fecha y la ocasión en que usas cualquiera de los «Yo soy» autodestructivos, y esfuérzate por disminuir el número de apuntes. Usa la lista que dimos al principio de este capítulo como guía para las anotaciones en tu diario.
– Está siempre alerta para notar cualquiera de estas cuatro frases neuróticas y cada vez que vuelvas a pensarlas corrígete en voz alta de la siguiente manera. Cambia.
«Así soy yo»… a… «Así era yo».
«No puedo evitarlo»… a… «Puedo cambiar si lo intento seriamente».
«Siempre he sido así»… a… «Voy a ser diferente». «Es mi naturaleza»,… a… «Así creía yo que era mi naturaleza».
Trata de concentrarte para eliminar un «Yo soy» en un día determinado.
Si has usado el «Yo soy olvidadizo» para describirte a ti mismo, dedica el lunes para tomar conciencia de esa tendencia e intenta alterar uno o dos comportamientos olvidadizos. Igualmente si no te gusta tu «Yo soy tozudo», date un día específico para ser tolerante con las opiniones contrarias a la tuya; la cuestión es deshacerse de los «Yo soy» concentrándote en uno de ellos cada día.
– Puedes interrumpir tu propio «Círculo de «Yo soy»» entre los puntos 3 y 4 y decidir sacarte de encima esas viejas excusas que te servían para evadirte.
– Encuentra algo que no has hecho nunca y dedica una tarde para esa actividad. Después de haberte sumergido durante tres horas en una actividad completamente nueva, alguna actividad que siempre habías evitado, fíjate si aún puedes usar el mismo «Yo soy,» que usaste esa mañana.
Todos tus «Yo soy» son fórmulas aprendidas de evasión y tú puedes aprender a hacer casi cualquier cosa si así lo decides.
ALGUNOS PENSAMIENTOS PARA TERMINAR
No existe algo que se pueda llamar naturaleza humana. La frase está diseñada para encasillar a la gente e inventar excusas. Tú eres producto de la suma total de tus elecciones, y cada uno de los «Yo soy» que tanto cuidas, podría ser rebautizado o reetiquetado: «He escogido ser». Vuelve a la pregunta que abre este capítulo. ¿Quién eres tú? y ¿Cómo te describes a ti mismo? Piensa en algunas etiquetas deliciosas que sean completamente nuevas y no estén relacionadas en absoluto con las cosas que los demás han elegido para ti, o con las que tú habías elegido para ti hasta ahora. Esas aburridas y viejas etiquetas pueden estar impidiendo que tengas una vida tan plena como quisieras.
Recuerda lo que dijo Merlin sobre la educación:
«Lo mejor para la tristeza -contestó Merlin, empezando a soplar y resoplar- es aprender algo. Es lo único que no falla nunca. Puedes envejecer y sentir toda tu anatomía temblorosa; puedes permanecer durante horas por la noche escuchando el desorden de tus venas; puedes echar de menos a tu único amor; puedes ver al mundo a tu alrededor devastado por locos perversos; o saber que tu honor es pisoteado por las cloacas de inteligencias inferiores. Entonces sólo hay una cosa posible: aprender.
Aprender por qué se mueve el mundo y lo que hace que se mueva. Es lo único que la inteligencia no puede agotar, ni alienar, que nunca la torturará, que nunca le inspirará miedo ni desconfianza y que nunca soñará con lamentar, de la que nunca se arrepentirá. Aprender es lo que te conviene.
Mira la cantidad de cosas que puedes aprender: la ciencia pura, la única pureza que existe. Entonces puedes aprender astronomía en el espacio de una vida, historia natural en tres, literatura en seis. Y entonces después de haber agotado un millón de vidas en biología y medicina y teología y geografía e historia y economía, pues, entonces puedes empezar a hacer una rueda de carreta con la madera apropiada, o pasar cincuenta años aprendiendo a empezar a vencer a tu contrincante en esgrima. Y después de eso, puedes empezar de nuevo con las matemáticas hasta que sea tiempo de aprender a arar la tierra.»
Cualquier «Yo soy» que te impide el crecimiento es un demonio que hay que exorcisar. Y si forzosamente debes tener un «Yo soy», prueba éste a ver cómo te va. «Yo soy un «Yo soy» exorcista, y me gusta serlo.»