116-Curso de autoestima

116-Curso de autoestima. Para ver en video: https://www.youtube.com/watch?v=zuyvVmPR5oE

116. La Importancia del Autoconcepto

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Somos lo que imaginamos ser.

Albert Einstein

Durante la pasada década Han surgido nuevas teorías y conceptos acerca del “ser”,  se han desarrollado, además nuevos métodos, basados en estos hallazgos, los cuales han conducido a cambios verdaderamente dramáticos de la personalidad, y así también se han operado cambios en la salud e incluso, aparentemente, en las capacidades y talentos básicos del ser humano. Las frustraciones crónicas se han convertido en verdaderos éxitos. Los estudiantes fracasados se transformaron en estudiantes de primera, en unos cuantos días, y sin necesidad de guías extras. Las personalidades tímidas e inhibidas se han convertido, también, en personalidades felices y emprendedoras.

“Al comprender la psicología del ser, podemos expresar las diferencias que existen entre el éxito y el fracaso, el amor y el odio, la amargura y la felicidad. El descubrimiento del ser verdadero puede restaurar el afecto en un matrimonio desgraciado, rehacer una carrera fracasada y, por último trasformar a las víctimas del tipo de la personalidad de fracaso. Por otra parte, el descubrimiento de su ser real que puede darle a entender la diferencia que existe entre la libertad y las coacciones de la conformidad.

La clave para una vida mejor

El descubrimiento Psicológico más importante de cualquier persona, consiste en el hallazgo de su autoimágen, la cuál representa el concepto de la clase de persona que soy. Ha sido creada a base de nuestras propias creencias acerca de nosotros mismos. Pero muchas de estas creencias –la mayoría de ellas- acerca de nosotros mismos, han ido tomando cuerpo inconscientemente a base de nuestras experiencias del pasado, de nuestros éxitos y de nuestros fracasos, de las humillaciones sufridas, de los triunfos alcanzados y del modo con que otras personas han reaccionado con respecto a nosotros, especialmente en la primera infancia. Con todo ello hemos formado un concepto mental y emocional de “ser”, que es nuestra propia “verdad”, con la cuál vemos y navegamos por la vida.

Puede esta autoimagen estar formada por cosas reales o no, peo siempre nos harán actuarán como si precisamente fuera verdad. Esta autoimagen se convierte en una llave de oro para obtener una vida mejor, a causa de un descubrimiento importantísimo:

Todos sus actos, sentimientos y conducta –inclusive sus capacidades de todo orden –hállense siempre contenidas dentro de esta autoimagen.

En pocas palabras, usted “se desempeñará en la vida real” como la clase de persona que usted mismo concibe que es. No sólo ello, sino que literalmente no puede actuar de otra manera, a pesar de todos sus esfuerzos conscientes o de toda la fuerza de su voluntad. El hombre que se conceptúa a sí mismo como perteneciente al tipo de personalidad de fracaso hallará algún modo de fracasar, no obstante si la oportunidad ocurre a sus manos. La persona que se tiene por víctima de la injusticia, como individuo que debe sufrir, hallará, de una u otra manera, las circunstancias que le han de conducir a la verificación de estas opiniones.

La autoimagen es como una “premisa”, una base o un fundamento sobre el cual su completa personalidad, su conducta e incluso las circunstancias y personas que atrae, se van formando automáticamente basado en su autoconcepto. A causa de ello, nuestras experiencias parecen verificarse, reforzando, por lo tanto, nuestras autoimágenes y creándonos un círculo vicioso o benéfico, según sea el caso determinado en que estas circunstancias y experiencias van formándose.

Por ejemplo, el alumno que se ve a sí mismo como un mal estudiante del tipo de fracaso, o como poco apto para el estudio de las matemáticas, encontrará siempre en su libreta de calificaciones la justificación de la mala opinión que tiene sobre su persona. Ello es, las calificaciones obtenidas serán la “prueba” contundente de sus fracasos. La joven que tiene una imagen de sí misma que corresponde a la persona de quien nadie gusta, hallará realmente que todo el mundo la evita en la escuela de danza. Ella misma invita, literalmente, al rechazamiento. Sus expresiones apesadumbradas, sus dudas, sus ansiedades por complacer, o quizás las hostilidad inconsciente hacia todos los individuos por quienes espera ser ofendida, todo ello concurre para alejar de sí a las personas que por otra parte desearía atraer. De la misma forma, un vendedor o un hombre de negocios hallará también que sus experiencias reales tienden a demostrarse la corrección de su autoimagen.

A causa de esta prueba o demostración objetiva, ello acontece muy raramente a la persona cuyas dificultades y tropiezos yacen en su autoimagen o autoapreciación. Dígale a un escolar que el motivo de sus fracasos consiste en que él solo “piensa” en que no puede dominar el álgebra, y éste pondrá en duda su propio estado mental. Ha hecho todo lo posible para dominar esta materia, y, sin embargo, la libreta de calificaciones nos relata toda la historia del asunto. Dígale a su vendedor que es víctima de la “idea” de que él no puede ganar más que una cierta cantidad, y, con su libro de órdenes a la vista, le tratará de demostrar que está usted equivocado. Sabe demasiado bien cuánto la ha costado probar y fracasar. Sin embargo, como veremos más adelante, una vez se les ha insinuado la necesidad de que cambien sus autoimágenes, pueden operarse cambios casi milagrosos en cuanto se refiere a la capacidad del vendedor para obtener mayores ganancias y la aptitud del estudiante en la que respecta a sus éxitos en los estudios.

            La autoimagen puede ser cambiada. Numerosos casos han demostrado que el individuo nunca es demasiado joven ni demasiado viejo para que no pueda cambiar su autoimagen y por lo tanto emprender un nuevo género de vida.

Una de las razones por la que al parecer le ha sido más difícil a determinada persona el cambio de sus hábitos, personalidad y modo de vida consistió en que casi todos los esfuerzos que hizo para operar el mencionado cambio solía dirigirlos, para decirlo así, al exterior de su ser, más bien que a si mismo. Muchas personas afirman que han trabajado con cambiar su forma de pensar a un enfoque positivo, sin resultado alguno. No obstante, después de un ligero interrogatorio, obtenemos que estos individuos han empleado “el pensamiento positivo”, o intentaron emplearlo, con respecto a particulares circunstancias externas o bien relacionado a un hábito particular o algún defecto del carácter (“Conseguiré ese empleo.” “Procuraré estar mas sereno y descansar más en el futuro.” “Este negocio debe salirme bien”, etc.) Mas nunca pensaron en cambiar sus ideas con respecto a si mismos, que es, definitivamente, el motor que ha de impulsarnos a conseguir estas cosas.

El “pensamiento positivo” no puede usarse como remiendo o parche a la anterior autoimagen. En realidad resulta materialmente imposible tratar de pensar positivamente acerca de una situación particular en tanto mantengamos un concepto negativo con respecto a nosotros mismos. Por otra parte, numerosos experimentos han demostrado que una vez se logra el cambio del concepto sobre sí mismo, las otras cosas que se hallan dentro del nuevo concepto del Yo se logran con facilidad y sin esfuerzo.

La personalidad es como un “sistema de ideas”, todas las cuales deben ser vistas como conformadas unas con otras. Las ideas que no se muestran compatibles con el sistema son rechazadas, “no creídas”, y, por lo tanto no actúan con respecto a éste. Por otra parte, las ideas que parecen compatibles con el sistema son aceptadas de inmediato. Exactamente en el centro de este sistema de ideas –como piedra de toque-, se halla la base sobre la que todo se construye –el “ego-ideal” del individuo-, la autoimagen de la persona o el concepto que de sí misma ella tiene.

Si logramos transformar nuestra autodefinición, lograremos también cambiar los resultados de nuestra vida, ya que equivale a mover las cercas de los límites que nosotros mismos hemos puesto. Es como cambiar la programación de capacidad y efectividad en los diversos ámbitos de nuestra vida.

Cambiar el concepto de nuestra propia capacidad hace milagros, como el hombre que se asustaba tanto de las gentes extrañas que raramente se atrevía a salir de casa y que ahora se gana la vida como locutor público; el vendedor que ya había dispuesto una carta de dimisión porque “no había nacido para vender”, y seis meses más tarde se convertía en el número uno entre un equipo de cien vendedores; el supervisor de una fábrica,  que estaba considerando renuncia a su trabajo, debido al estrés que le producía dirigir una cuadrilla de personal y ahora es el gerente del área.

Un cirujano plástico descubre la relación entre la psicología de la autoimagen y la cirugía estética, al juzgar desde el exterior de nuestro campo visual, parece ser que no existe ninguna conexión entre ambos, pero quedo impresionado por los súbitos y dramáticos cambios que se operaban en el carácter y en la personalidad del paciente a quien le era corregido algún defecto facial. Hubo muchos casos en que se encontró con que al cambiar la imagen física de un individuo determinado solíamos crear también una nueva persona. En un caso después de otro, el bisturí que mantenía en las manos llegó a convertirse en una varita mágica que no sólo trasformaba la apariencia del paciente sino también toda la vida del mismo. El tímido e inhibido llegó a trasformarse en audaz y valeroso. Un muchacho retraído y estúpido logró convertirse en un joven brillante y alerta, consiguiendo llegar a ser el presidente ejecutivo de una importante casa comercial. Un vendedor, que había perdido el tacto social y la fe en sí mismo, logró transformarse rápidamente en un individuo modelo, posesionado de autoconfianza.

Realmente era fácil explicar el éxito. Por ejemplo, el que se relacionó con el muchacho que poseía unas orejas demasiado grandes y del cual se decía que tenía el aspecto de un taxi con ambas puertas abiertas. El pobre jovencito había sido ridiculizado durante toda su vida, y a veces con crueldad extremada. La reunión con los amigos significaba para él una serie de humillaciones y penas sin fin. ¿Por qué no trató de evitar los contactos sociales? ¿Por qué no llegó a temer a la gente y a concentrarse en sí mismo? Pues ello le llegó a acontecer con el transcurso del tiempo. Terriblemente temeroso de expresarse en cualquier forma, se la consideraba como un estúpido. Sin embargo, cuando se le corrigió el defecto de las orejas, le pareció natural la causa de su pena  y humillación, y, habiéndole sido extirpado ésta, pensó que yo no tendría por qué sentirse turbado y que debería asumir un papel normal en la vida, como asimismo lo hizo.

Estamos hablando simplemente de un autoconcepto de un algo exterior nuestro, hay personas que adquirieron rostros nuevos y continuaron usando la misma vieja personalidad, que es la principal cirugía en sentido figurado que necesitamos hacer.

El misterio de la fealdad imaginaria.

A una persona que se siente infeliz por un defecto congénito o que sufre una verdadera desfiguración facial como resultado de un accidente, la cirugía plástica puede parecerle llena de mágicas virtudes y, según estos casos sería fácil deducir que para curar todas las neurosis, los sentimientos de desgracia, los fracasos, los temores, las ansiedades, la carencia de autoconfianza, etc., bastaría con aplicar la cirugía plástica, con objeto de destruir y extirpar todos los defectos del cuerpo humano. Por lo tanto, de acuerdo con esta teoría deductiva, todas las personas con rostros normales o aceptables se hallarían perfecta y completamente libres, y liberadas de cualquier impedimento o defecto de carácter psicológico. Todas ellas serían alegres, felices, confiadas en sí mismas y halla ríanse libres de los sentimientos de ansiedad y de pena. Más sabemos demasiado bien que ello no es verdad.

Es imposible explicar una teoría como ésta a la gente que suele visitar el consultorio de un cirujano plástico en demanda de un embellecimiento de la cara para curarse de una fealdad verdaderamente imaginable. Son generalmente mujeres de treinta y cinco a cuarenta y cinco años, que se hallan convencidas de tener aspecto de viejas, inclusive en el caso de que la apariencia de las mismas sea normal en absoluto y muchas veces extraordinariamente atractiva.

Hay también muchas jóvenes que se hallan convencidas de que son feas solamente a causa de que sus bocas, narices o bustos no tienen las medidas exactas de la reina cinematográfica de moda. No hay pocos hombres que creen que sus orejas son demasiado grandes o tienen la nariz excesivamente larga. Ningún cirujano plástico con verdadera ética se atrevería a hace una operación a esta clase de gente, pero, por desgracia, los charlatanes, o los así llamados “doctores de belleza”, a quienes ninguna asociación médica debiera admitir como miembros, no poseen tales delicadezas.

La fealdad imaginaria es más común de lo que parece ser. Una estadística reciente, llevada a cabo entre alumnos de una facultad, mostró que el 90% de los mismos no estaban satisfechos de sus apariencias. Si las palabras “normal” o “promedio” no tuviesen ninguna significación sería obvio que el 90% de nuestra población no podría ser “anormal” o “diferente” o “defectuosa” en su apariencia. Sin embargo, investigaciones similares han demostrado que aproximadamente el mismo porcentaje entre nuestra población halla una razón u otra para avergonzarse de su imagen-cuerpo.

Estas personas reaccionan exactamente igual que si parecieran una desfiguración real. En realidad, sienten la misma vergüenza y desarrollan los mismos temores y ansiedades. Sus aptitudes para “vivir” completa e intensamente suelen ser bloqueadas por la misma clase de barreras psicológicas que impiden a los verdaderos pacientes llevar una vida feliz. Sus cicatrices, aunque mentales más bien que físicas, actúan a manera de debilitantes.

La autoimagen, el verdadero secreto

El secreto es el siguiente: Para vivir realmente, ello es, para hallar la vida razonablemente satisfactoria, usted debe poseer una autoimagen adecuada y realista con la que se pueda basar su existencia. Se debe encontrar aceptable para sí mismo. Debe poseer una autoestimulación completa. Debe poseer una ser íntimo en el que pueda creer y confiar. Debe poseer un yo de que no se avergüence y un ser con el cual pueda sentirse libre para expresarse de manera creadora en vez de ocultárselo o encubrírselo. Debe poseer un Yo que corresponda a la realidad, de tal modo que usted mismo pueda conducirse eficientemente en un mundo real. Debe conocer sus fuerzas y debilidades y mostrarse honesto con usted mismo en todo lo que concierne a ello. Su autoimagen debe consistir en una aproximación razonable de su “Yo”, sin tratar de que sea más o menos de lo que usted mismo es.

Cuando esta autoimagen está intacta y es segura, el sujeto se siente bien. Cuando se halla amenazada, usted se siente ansioso e inseguro. Cuando es adecuada, el individuo puede y debe estar orgulloso de ella y, entonces, es indudable que habrá de sentir autoconfianza completa. Se hallará liberado de ser usted mismo y habrá de expresarse como usted mismo. Todo su Yo funcionará en grado óptimo. Cuando su autoimagen se convierte en sujeto de vergüenza, usted tratará de ocultarla en vez de darle expresión. La expresión creadora se hallará cercada por todas partes. Por último, usted llegará a convertirse en una persona hostil y difícil de sobrellevar.

Cuando se corrige una desfiguración facial mediante la cirugía plástica, solamente se obtendrán dramáticos cambios psicológicos en el caso en que se produzca la correspondiente corrección de la mutilada autoimágen. A veces la imagen de un ser desfigurado persiste incluso después de una magnífica intervención quirúrgica.

Estas observaciones nos llevan a concluir, que mucha gente requiere cambios, pero no solo exteriores en su apariencia física, sino a sus conceptos de su valor, capacidades, merecimiento de si mismos. Esto es más trascendental y poderoso que un cambio de apariencia. Necesitan saber que se puede obtener un mejoramiento del “rostro” espiritual, eliminar cicatrices emotivas, transformar actitudes y pensamientos tanto como sus apariencias físicas.

Este estudio me recompensó maravillosamente. Hoy me encuentro más convencido que nunca respecto a lo que quiere cada uno de nosotros: profundizar en nosotros mismos y ello es la verdadera VIDA. La felicidad, el éxito, la paz espiritual, cualquiera que pueda ser su concepto del bien supremo, se experimenta esencialmente como una mayor intensidad de vida. Cuando experimentamos las expansivas emociones de la felicidad, de la autoconfianza y del triunfo, disfrutamos de mucha mejor vida. Ahora bien, en el mismo grado en que nos inhibimos de nuestras capacidades, frustramos los dones que Dios nos ha concedido, y nos disponemos a parecer ansiedad, temor, autocondenación y autoodio, y literalmente, rechazamos las fuerzas que la misma vida nos concedió y nos revolvemos contra los dones que el mismo Dios nos ha hecho. En el grado en que rechacemos el don de la vida, en ese mismo nos abrazamos con la muerte.

Es mi opinión que durante los últimos treinta años la psicología se ha hecho demasiado pesimista con respecto al hombre y a su potencia en lo que concierne a la experimentación de cambios y a la grandeza del individuo. Ya que tanto los psicólogos como los psiquiatras sólo tratan a las personas llamadas “anormales”, la bibliografía de estas ciencias se halla casi exclusivamente extraída de las diversas anormalidades del hombre y de la tendencia de éste con respecto a la autodestrucción. Temo que haya bastante gente que haya leído demasiado sobre estas cosas, hasta tal grado que hayan llegado a considerar con cierta aversión, aunque como propias de la “conducta humana normal”, el instinto destructivo, el sentimiento de culpabilidad, la autocondenación y las otras diversas tendencias de las personas enfermas.

La persona promedio se siente horrorosamente débil e impotente cuando se pone a pensar en la perspectiva de tener que socavar sus debilidades, par contraponerlas a estas potencias negativas de la naturaleza humana con el objeto de obtener la salud y la felicidad. Si este fuera el cuadro verdadero de la naturaleza y de la condición humana, el autoperfeccionamiento habría de convertirse realmente en alguna cosa más fútil. No obstante, creo, y así lo he confirmado con las experiencias de mucha gente, que el hecho consiste en que usted no tiene que hacer solo el trabajo. Dentro de cada uno de nosotros hay un “instinto vital”, una conexión interior al Universo, que continuamente se halla trabajando in favor de nuestra salud, felicidad y todo lo que hace más completa la vida del individuo. Este “instinto de conservación” opera a favor de usted, a través de lo que he llamado “el mecanismo creador”, capacitándole para que emplee correctamente el “mecanismo de la felicidad” que se encuentra formado dentro de cada uno de los seres humanos.

Nuevos conceptos científicos respecto a la ideación subconsciente

En anteriores capítulos hemos aprendido que la mente subconsciente no es ninguna

“mente” sino un mecanismo, un buscador de metas, un “servo-mecanismo” constituido por el cerebro y el sistema nervioso, el cual es empleado y dirigido por la mente. El último y más apropiado concepto que hemos obtenido y formado con relación a estas cuestiones consiste en que el hombre no posee dos mentes, sino sólo una, la consciente, la cual opera como una máquina automática que persigue un fin determinado. Esta máquina automática y perseguidora de fines concretos, funciona de una manera similar a como operan los “servomecanismos” electrónicos en tanto como ello concierne a los principios básicos, pero lo que resulta más maravilloso es que se manifiesta mucho más complicada que cualquier cerebro electrónico o proyectil dirigido inventado por el hombre.

Este mecanismo creador que se halla dentro de usted es impersonal. Operará, pues, automática e impersonalmente con el objeto de llegar a las metas del éxito y de la felicidad, de la desgracia o del fracaso, ya que todo ello depende de los fines que usted se haya propuesto alcanzar en su fuero interno. Póngalo a operar en pos de fines positivos y funcionará como mecanismo del éxito. Póngalo a trabajar en pos de fines negativos y laborará, de manera impersonal e indiscriminatoria, como mecanismo de fracaso.

Como cualquier otro “servo-mecanismo”, debe ponérsele a trabajar en pos de un objetivo determinado, claro y definido.

Las metas que nuestro propio mecanismo creador se propone alcanzar consisten en las IMÁGENES MENTALES o en los CUADROS MENTALES que creamos con el uso de nuestra IMAGINACIÓN. El objetivo-imagen fundamental es nuestra autoimágen.

Nuestra autoimagen determina y decide los límites de las metas particulares que nos hemos propuesto alcanzar. También determina el “área de lo posible”. Como cualquier otro servo-mecanismo, nuestro mecanismo creador opera a base de la información y de los datos con que lo alimentamos (nuestros pensamientos, ideas e interpretaciones). Al través de nuestras actitudes e interpretaciones de las diversas circunstancias dadas, plantearemos el problema con el que habrá de trabajar nuestro mecanismo creador.

Si alimentamos a nuestro mecanismo creador con datos e informaciones que le produzcan el efecto de que somos criaturas indignas, inferiores e incapaces (una imagen negativa), estos datos –como cualquier otro dato que le suministremos- seguirá el proceso de elaboración correspondiente, para darnos su contestación en la forma de la experiencia objetiva. Como cualquier otro servo-mecanismo, nuestro mecanismo-creador emplea la información archivada, o la “memoria”, para solucionar los problemas corrientes y reaccionar ante las situaciones en curso.

El programa para arrancar mayor intensidad vital de la propia vida consiste, antes que todo, en aprender algo acerca de este mecanismo creador o sistema automático de conducción que hay dentro de usted y respecto a la manera de emplearlo como mecanismo de éxito en lugar de usarlo como mecanismo de fracaso. El método en sí mismo consiste en estudiar, practicar y experimentar los nuevos hábitos de pensar, imaginar recordar y actuar, con el objeto de 1) desarrollar una autoimágen adecuada y realista y 2) de emplear su mecanismo creador para alcanzar el éxito y la felicidad que llevan consigo la consecución de las metas particulares.

SI USTED PUEDE RECORDAR, APENARSE, u ocuparse de sí, USTED PODRA TRIUNFAR.

Como se verá más tarde, el método que debe ser usado consiste en un cuadro mental creador, experimentando creadoramente a través de su imaginación y en la formación de nuevas estructuras automáticas de reacción, al obrar por su propio impulso y al hacer como si obrase así.

El visualizar o el crearse un cuadro mental no es más difícil que lo que se hace cuando se trata de recordar alguna escena del pasado o preocuparse acerca del futuro. Por otra parte, crearse nuevas formas de acción no es mas difícil que decidir, luego sigue “el atar sus zapatos” de una manera distinta cada mañana en vez de continuar atándoselos “a la antigua manera” sin que intervenga en este acto el entendimiento ni su voluntad de decisión.

Cómo se Forma el Autoconcepto

En los capítulos anteriores hemos aprendido que de la magia del Universo que esta a nuestra disposición a través de la Ley de Atracción, sin embargo al aplicarla y observar como funciona en el medio y personas que conocemos, me parecía que había algo que no checaba, casos de personas en apariencia alineadas a los principios Universales, con propósitos y metas bien definidas, haciendo visualizaciones de lo que desean, sin embargo el Universo parece tardarse en contestar esas peticiones. Se que la  Ley de Atracción es perfecta y aplica sin excepción, entonces ¿que faltaba?.

Me dedique a investigar más de cerca los casos que parecían ser excepciones, descubriendo un punto esencial que había como común denominador para que se manifestara el efecto de la Ley de Atracción. Esta variable es el autoconcepto, entonces, empecemos por entenderlo.

La construcción de la propia identidad es una empresa que funciona en automático que le ocupa al ser humano desde el mismo momento de nacer y que probablemente no concluya hasta el final de su existencia. Todos al nacer somos cuadernos en blanco donde vamos tomando del medio ambiente que nos rodea sus creencias, sus juicios de valor, sus expectativas, sus temores, sus alegrías, sus emociones y sentimientos que vamos escribiendo en ese cuaderno para conformar nuestro propio concepto como personas y del mundo que nos rodea.

Este proceso funciona las 24 horas, los 7 días de la semana. La información que recibimos va más allá de la percibida por los 5 sentidos, hay una percepción de la energía del ambiente que nos desarrollamos, conozco casos de niños enfermos crónicos de asma por el ambiente de enojo, pleito y amargura que se vive en su ambiente familiar, que solo se ha visto mejorado, más que con medicina, con un cambio conciente de las energías de baja vibración al mejorar las emociones y estado de ánimo de las personas con las que viven.

Esta absorción del medio ambiente, es como una esponja que toma todo lo que sucede a nuestro alrededor y van formando las primeras piezas de la personalidad, los cimientos de la escala de valores que, en su mayor parte, son adquiridos.

Factores de influencia en la construcción de autoconcepto.

El Efecto Pigmalión.

Según la mitología clásica, Pigmalión fue un rey de Chipre, apasionado por la escultura.  Durante mucho tiempo, trabajó con tanta dedicación una figura de marfil con forma de mujer que -según él- no existía ninguna mujer viva tan bella y perfecta como la que él modelaba con sus manos. Todos los días trabajaba para darle toques de perfección a su escultura y todas las noches suspiraba para que fuese de carne y hueso. Tan enamorado estaba Pigmalión de su escultura, que hubiese dado todo lo que tenía para que cobrara vida.


Un día, los dioses se compadecieron de Pigmalión y dieron vida a su creación, convirtiéndola en la hermosa mujer que el rey creía que era.

La lección de este mito es que si creemos que alguien es de determinada manera, puede convertirse en aquello que creemos que es.


El Efecto Pigmalión no ocurre en la familia, la escuela el trabajo Cualquiera puede experimentarlo en el trabajo: si su jefe espera lo mejor de usted y se lo hace saber, es muy probable que usted exhiba un alto desempeño. Pero si tiene un jefe que no confía en su capacidad y que tiene bajas expectativas respecto a su rendimiento, es muy probable que -más tarde, o más temprano- usted cometa un error, u obtenga resultados negativos.


La Familia.

Además de verificarse en las escuelas y en las organizaciones, el Efecto Pigmalión se comprueba en las familias. Como es natural, un padre tiene expectativas frente a sus hijos que -consciente o inconscientemente- comunica. Éstas condicionan las expectativas que tienen los hijos sobre sí mismos, quienes terminan comportándose de acuerdo a aquello que sus padres esperaban de ellos. Es decir, las expectativas de los padres influyen en cómo serán sus hijos.


El Efecto Pigmalión se hace más evidente en hogares con más de un hijo. Hay padres que esperan más de unos hijos, que de otros. Como consecuencia, premian más a unos que a otros, les orientan mejor en sus tareas, les elogian ante los demás y les ofrecen más estimulación. Si bien esto aumenta la confianza y autoestima de unos hijos, perjudica -y distorsiona- la autoimagen de otros. Cuando -en una familia- alguien es etiquetado como «perdedor», «lento» o «difícil», el resto de los miembros tiende a negarle la contribución y el apoyo que necesita para hacerlo bien. Esto reduce aún más sus posibilidades de superación.

La familia tiene la gran influencia de formar los ojos con los que miramos el mundo y a través de la vida, sigue siendo la primera fuente de influencia de lo que somos. Nacemos con la necesidad de queridos, amados y aceptados. Hay un experimento científico donde a un changuito recién nacido le acercan dos mamás hechas de alambre: Una con alimento y la otra sin alimento pero cubierto el alambre con una capa de tela tibia; el changuito es acercado a ambas mamás para que perciba las bondades de cada una y siempre escoge el animalito la mamá de tela tibia a pesar de que no tiene alimento, a la mamá fría pero con alimento.  Que concluimos. Los seres vivos necesitamos afecto, sentirnos abrigados, apreciados y valorados, motivados a descubrir en nosotros nuestros dones y fortalezas, además de aceptarnos como somos y sobre todo ser felices.

Realmente cuantos de nosotros vivió un ambiente de estas características, ….. mmmmm desgraciadamente muy pocos, casi puedo afirmar que casi todos provenimos de familias disfuncionales aunque hayamos tenido la suerte de tener juntos a nuestros papás. ¿Se imaginan como anda entonces nuestro autoconcepto?. Estudios demuestran que cuando un niño llega a la escuela por primera vez ya lleva desde su nacimiento una carga emocional de 6,000 “Nos”, No toques aquí, no vayas allá, no esto, no el otro.


Si ambos padres tienen expectativas positivas hacia un hijo, éste sabrá que creen en su potencial y seguramente se esforzará para demostrar que es tan bueno como sus padres creen. Ahora, ¿cómo genera -y trasmite- un padre expectativas positivas?

  • ofreciendo oportunidades para superarse: confiando en sus hijos asuntos importantes, –
  • dándoles tareas desafiantes y asegurándose de que tengan éxito frecuentemente
  • brindando regularmente retroalimentación positiva, que remarque sus fortalezas
  • apoyando su aprendizaje.
  • elogiando a sus hijos delante de los demás.
  • utilizando un lenguaje positivo.

Por ejemplo, diciendo «sé que puedes hacerlo», en lugar de «espero que puedas hacerlo»; «Siempre creí en ti» y no «Temía que me decepcionaras»; «Este es un buen comienzo» en lugar de «Necesitaremos corregir esto en el futuro»

Desde luego, hay muchos otros factores que influyen en las posibilidades de superación de los hijos, como la educación que reciben en la escuela; los límites que marcan sus padres; los valores que les inculcan; el apoyo de sus hermanos; los amigos; etc… Pero -sin lugar a dudas- las expectativas de los padres son una influencia más poderosa, por aquello que la figura paterna representa para un hijo.


Tenemos los hijos que «modelamos» con nuestra influencia, amor y confianza. Seamos como Pigmalión: creamos que nuestros hijos son capaces de grandes cosas… ¡y lo serán!

«Siempre seré la «chica de las flores» para el profesor Higgins, porque

siempre me trató como a una florista y así seguirá tratándome.

 Pero sé que puedo ser una dama para usted,

 porque siempre me vio como tal.”

– fragmento de la obra «Pigmalión» de George Bernard Shaw

La escuela.

Después, durante el periodo de formación en la escuela en sus diversos grados, sigue colocando nuevas hileras de piezas gracias a los estímulos que recibe. En esa etapa la sociedad, la cultura, la posición económica, la religión, etc., marcan pautas muy significativas.

Más adelante, la adolescencia marca un punto de ruptura y rebeldía con sus orígenes. El joven quiere transgredir normas y leyes para experimentar sus ansias de libertad. Necesita probar sus propios límites y para ello quiere reforzarse «inventando» algo nuevo, original, que le permita canalizar sus ideales.

Posteriormente, con la incorporación al mundo laboral -que tiene también su particular escala de valores-, se enfrentará a nuevas tensiones y ajustes. Y, finalmente, en ese proceso de construcción de la personalidad, llega a la creación de una familia propia en la que intenta implantar u concepción de la vida.


Pero, ¿y lo innato? ¿Dónde está esa parte esencial que anida dentro de la persona y que forma parte del bagaje intangible acumulado por los seres humanos a lo largo de millones de años? ¿Dónde se manifiesta esa filosofía interna de valores profundos? ¿Qué hay de esa ética que es independiente de la cultura y el medio?

Comienza entonces a producirse tensión entre lo que su interior demanda y lo que la persona está viviendo en su vida cotidiana. Y como resultado de esa tensión se produce una reflexión, un análisis. Es cuando la persona siente la necesidad de hacer un alto en el camino para formularse una serie de preguntas a las que le suele resultar muy difícil responder: «¿Qué estoy haciendo? ¿Hago lo que quiero? ¿Cuáles son mis prioridades? La escala de valores por la que me muevo, ¿es la que deseo? ¿Quién soy realmente?»


Y es en ese momento, al echar la vista atrás, cuando uno se da cuenta de que siendo niño adquirió una serie de modelos o «identidades» que le proporcionaban lo que necesitaba: atención, cariño, seguridad, poder, etc. Que en la adolescencia eligió sus propios modelos, aquellos que la sociedad o los medios de comunicación le vendían. Que más tarde su desarrollo profesional le llevó a adoptar «roles» que encajaran dentro de ese entorno. Y así sucesivamente.

De tal manera que cuando llega a la madurez, a esa mal llamada crisis de los cuarenta, se da cuenta de que eso no es así, de que la vida misma, desde su origen, es una continua sucesión de crisis: la de la infancia, la de la adolescencia, la de la juventud, la de la madurez y la de la vejez. Que todas las etapas de la vida son crisis porque esa palabra es sinónimo de cambio y el cambio es compañero inseparable de la vida. Y entiende que mientras hay transformación hay vida, que cuando dejamos de aprender nos morimos, que cuando cualquier aspecto del ser humano se cristaliza esa parte de sí ha comenzado a morir.

Se trata de un punto en el que comienza la ardua tarea de tomar consciencia de todas aquellas cosas con las que nos identificamos pero que en realidad no somos. Porque nos identificamos con las funciones, con los «roles» que desempeñamos, con los títulos que atesoramos y llegamos así a tal identificación con los cargos, las profesiones, los estatus, lo que poseemos, lo que sabemos e, incluso, lo que somos para los demás… que llega un momento en que no tenemos respuesta a aquella simple pregunta: ¿Quién soy yo?

El peligro de identificarnos sólo con alguno de los aspectos de nuestra personalidad es que renunciamos a vivir el resto, a experimentar la gran riqueza de aprendizaje que se oculta tras cada una de nuestras facetas. Si uno se centra exclusivamente en ser médico, o padre, o deportista; si otra cree que es hija, o broker de la Bolsa, o cocinera; si otro piensa que ha nacido para ayudar a los demás, o para ser sincero, o para enseñar… estará contemplando sólo el aspecto más sobresaliente, quizá al que dedica mayor número de horas, o el que más gratificaciones le proporciona, o el que le resulta más fácil, o… Cada uno encontrará mil y una razones para sentirse satisfecho con su identificación.

Pero preguntémonos: ¿soy capaz de estar solo?, ¿me atrevo a quedarme conmigo mismo, sin títulos, sin escudos, sin disfraces, desnudo?, ¿puedo mirarme al espejo y ver qué hay más allá?, ¿me reconozco en esa imagen que me devuelve el espejo?, ¿qué dice mi mirada?, ¿qué expresan mis ojos, mis gestos?, ¿qué hay escrito en mi rostro? Probablemente, para dar respuesta a tantos interrogantes sea necesario apartarnos, alejarnos -siquiera mentalmente- de nuestras circunstancias y desde ese punto recurrir al observador interno que todos llevamos incorporado. Si en la maraña de relaciones interpersonales que hemos creado hemos perdido identidad o bien no somos capaces de recuperar la sensación de ser auténticos, de ser fieles a nosotros mismos, si el poder, el dinero, el prestigio o las expectativas que los demás han volcado sobre nosotros nos han hecho olvidar al Ser que somos, será necesario alejarse un poco para identificar cuál es nuestro territorio.


Pero, ¿cómo hacer eso en nuestra vida cotidiana? -nos preguntamos-. Pues, en primer lugar, siendo conscientes de que nos identificamos con imágenes creadas por nosotros mismos y también con las que crean los demás en su relación con nosotros. Debemos saber que ambas no son sino interpretaciones de la mente -la nuestra y la de ellos- y que, como tales, son aspectos parciales de una totalidad mucho mayor.

En segundo lugar, descubriendo las potencialidades que tenemos aún por desarrollar y que nos abrirán las puertas de la consciencia. Para lo cual deberemos afrontar los retos y las oportunidades que la vida pondrá a nuestro alcance.

Tercero, admitiendo que los límites y los miedos los fabrica nuestra mente y que si es ella la que nos coloca las cadenas y nos priva de libertad puede igualmente hacer lo contrario. Sólo hay que ponerla a trabajar a nuestro servicio con el objetivo bien definido.

Cuarto, abriéndonos a la energía de la vida que fluye en el universo constantemente como un río sin fin y confiando en que el sumergirnos en esa corriente nos va a proporcionar las experiencias que necesitamos incorporar.

En quinto lugar, tomando consciencia de nuestro ser integral. De que somos una energía espiritual que se manifiesta en distintos planos vibratorios: físico, energético, emocional y mental. Esa energía espiritual superior proporciona coherencia y da sentido a todo lo demás. En la medida en que todos esos soportes estén alineados, es decir, vibren armónicamente, podremos acceder a un nivel de consciencia que nos permita beneficiarnos del orden imperante en el universo donde funciona la ley de la sintonía vibratoria.

En sexto lugar, incorporando en la ampliación de consciencia a los que nos rodean. Porque nunca estamos solos, siempre participamos de la misma esencia que el resto del universo.

Y, en séptimo lugar, haciendo silencio interior, buscando el sosiego y la paz dentro de nosotros mismos para poder vivirla después. Porque sólo aquietándonos podremos escuchar las notas del espíritu, apreciar la dirección y descubrir la intención que la Inteligencia Suprema dejó impresa en cada una de nuestras células.

¿Cómo percibes la imagen interna de ti mismo?

Posiblemente te extrañe el título, todos tenemos una imagen interna de nosotros mismos y es diferente a la imagen externa que ves en el espejo, y hasta hablas con ella, y no es cuestión de locura, simplemente recuerda qué te dices cuando descubres que cometiste un error, puede ser que te digas cosas como: Soy un tonto, nunca me salen bien las cuentas, no sirvo para vendedor, soy un inútil no puedo hacer nada bien, o te dices cualquier otra lindura como estas.

Cualquier acción que realizamos por pequeña o inconsciente que esta sea, es precedida por un pensamiento, la forma específica de pensar te lleva a la forma específica de actuar y obtienes los resultados específicos correspondientes. Así que empieza a darte cuenta que si actúas con el pensamiento de que: A mí no me salen las cosas bien ¿cómo esperas tener resultados satisfactorios?

Ahora empiezas a aceptar que tienes una imagen interna, reconócela cerrando los ojos y trae al consciente esa imagen, ¿cómo te ves? Reconócete en todos los aspectos, desde el físico, el emocional, el mental, como te ves en la postura; de pié erguido o encorvado, en el peso ideal o con sobrepeso, vigoroso sobrepasando obstáculos o derrotado por las circunstancias, triunfador o abatido, simpático atrayendo a las personas o abandonado, amado o rechazado, sonriente o con gesto adusto, dueño de las situaciones o víctima de las circunstancias.

Es muy probable que estés pensando que el mundo externo y sus condiciones te llevaron a Ser lo que eres, por que el mundo físico es muy convincente, pero si haces un pequeño análisis verás que fueron tus decisiones en el pasado las que te pusieron en esta situación, si estás satisfecho y orgulloso de los resultados que bien, si aspiras a más y sientes que no puedes lograrlo cambia tu imagen interna, crea tu propia imagen interna de acuerdo con lo que quieres Ser y en eso te conviertes. Existen algunos experimentos que parecen corroborar que el peso corporal físico, se conforma de acuerdo a la imagen interna.

¿Ya te reconociste? ¿Ya te diste cuenta de que lo que sucede al exterior de tu persona lo creas desde el interior? El mundo exterior a tu persona es solo un reflejo de tu mundo interno, y solo ves lo que coincide con tu imagen interna. Por ejemplo; Yo vivo en un país latino, con dificultades económicas, falta de empleo, etc. Y si doy un paseo por la ciudad alcanzo a ver varias agencias de automóviles en construcción y otras recién puestas en marcha, luego entonces es una contradicción que los que piensan vender automóviles de todo tipo e incluso de lujo, estén invirtiendo en un país en el que la gente no tiene para comprar autos, o vieron una sociedad con posibilidades económicas. Qué es lo tú ves, o mejor dicho: ¿Que es lo que tu imagen interna no te permite ver?

Concluyo este capítulo con un mensaje importante para ti.

El Universo no te proporcionará lo que deseas ser y tener por lo que vales, sino por lo que tú crees que vales.

Así que, si quieres Ser mucho más de lo que eres ahora, cambia tu imagen interna y actúa de acuerdo con esa nueva imagen de lo que Sí quieres, esto te conecta a

¡ Vivir con Pasión ¡