093-Curso de autoestima

093-Curso de autoestima. Para ver en video: https://www.youtube.com/watch?v=wY2SHONZ1Hs

93. El Genio Interior. Ley de Atracción

Autoestima 093- El genio interior ley de atracción – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

«La gente no le tiene miedo al cambio, sino a la incertidumbre que genera el cambio.»
– Alvin Toffler

El proceso de creación es el mismo para todo, bien se trate del sistema solar o de unos pantalones vaque­ros. Piensa en algo a lo que le hayas infundido el sentimiento adecuado…, el cual producirá las vibraciones adecuadas…………., y vendrá.  El Universo, no nos da lo que solicitamos, lo que merecemos ó lo que se supone estamos destinados a tener; el Universo nos da precisamente –y nada más que eso- lo que vibramos en cada momento del día. Nada más, nada menos.

Ni todos los pensamientos positivos del mundo marcarán alguna diferencia, ni ser una persona buena con un corazón generoso, ni rezar, ni visualizar y meditar hasta el amanecer, ni siquiera golpearse la cabeza contra innumerables paredes de piedra en nuestro febril intento por llevar a la realidad los sueños de toda la vida: nada de lo que hemos mencionado crea­rá realmente algo, hasta que no fluyan de nosotros las vibra­ciones magnéticas necesarias para impulsar esos sueños, dentro de nuestro infalible genio maravilloso llamado sentimiento, que es realmente la autoridad electromagnética de la que están hechos los sueños.

Sólo de dos tipos

Puedes acudir a cuanto libro se haya escrito sobre el tema de los sentimientos y las emociones; a cuanta clase se haya im­partido sobre los oscuros misterios freudianos de la mente, o a cuanto grupo de consejeros que haya alguna vez intentado ponernos en contacto con ese oscuro niño interior que todos llevamos dentro, o a cualquier otro que esté intentado mos­trarnos cómo liberamos de esas cosas terribles que llamamos sentimientos, y condensar todas las técnicas raras en un sen­cillo remedio para crear abundancia y satisfacción plena en la vida:

Aprende a distinguir un sentimiento bueno de otro malo.

Eso es todo: aprende a hacer esto último y habrás tomado todo el curso. Puedes crear cualquier cosa que tu corazón desee.

Ése es el secreto que nos convierte en verdaderos creado­res, en lugar de en creadores por casualidad. Ése es el poder que transforma los sueños en realidades: el simple arte de iden­tificar un buen sentimiento y distinguirlo de otro malo. Eso es todo. Aquí acaba la lección.

No te preocupes. Ninguno de esos sentimientos tiene que ver con la tarea de hurgar en la basura de tu pasado, o de enfrentarte a cualquier monstruo que pudiera estar residien­do en tu armario emocional. Son simplemente la variedad de sentimientos que tenemos a lo largo del día. Pero una vez que aprendas a seguir la pista de los que te hacen sentir bien, y diferenciarlos de aquellos que te hacen sentir mal, adquiri­rás confianza.

Ésa es la clave de la vida. En eso consiste la «buena suer­te» de la que tanto hemos oído hablar. ¡Eso es lo que permite cerrar las grandes ventas, conseguir la casa frente a la playa, fomentar la buena salud, brindar satisfacción espiritual y ahorrar cómodas sumas de dinero en el banco! Sólo aprende a distinguir los sentimientos maravillosos de los que no lo son, todos los días, y observa cómo surge la magia.

Tragar vidrio

Los sentimientos, aquello de lo que todos estamos tan teme­rosos si resulta que son negativos, no son más que cargas elec­tromagnéticas de energía que recorren nuestro cuerpo, activadas por nuestros propios pensamientos. La única razón por la que llegamos a tales extremos para evitarlos, es que algunas de esas emociones negativas nos hacen mucho daño. No nos gustan las sensaciones que nos provocan. Así que las ocultamos en lo más profundo de nosotros mismos, donde creemos que no tendre­mos que lidiar más con ellas, y donde, francamente, están pro­vocando un infierno con nuestro magnetismo.

Por ahora, sólo echemos una mirada a aquellas que esta­mos conscientes de que no han quedado escondidas, empezan­do con nuestro tradicional hábito diario de: «Siéntete mal». Eso podría significar cualquier cosa, desde la inercia (que es nuestro esta­do normal cotidiano de ni hacia arriba ni hacia abajo, sino sólo existir), o un ligero decaimiento en nuestro estado de ánimo, hasta un estallido de furia incontrolable.

Nos sentimos mal cuando tenemos cualquier tipo de pen­samiento que no tiene que ver con la alegría, como: culpa, so­ledad, enojo, resentimiento, preocupación, duda, frustración, estrés e, incluso, una leve inquietud. Todos esos son pensamien­tos; basados en el temor, que vibran con nosotros a una frecuencia extremadamente baja, la cual provoca que no nos sintamos bien. s0n totalmente contrarios a nuestro estado natural de alta frecuencia.

Por otra parte, nos sentimos bien cuando generamos pen­samientos que se asocian con la alegría, como: aprecio, deleite, placer, exaltación, entusiasmo, reverencia, admiración, grati­tud, amor y todas esas emociones cálidas con las que nos delei­tamos cuando las sentimos. La razón de que esos pensamientos nos hagan sentir tan bien es que vibran a alta frecuencia, la cual, definitivamente, es nuestro estado natural.

Nadie puede tragar pedazos de vidrio y esperar sentirse bien; sin embargo, eso es precisamente lo que hacemos todo el día con nuestros pensamientos y sentimientos sombríos. Literalmente bañamos nuestro inconsciente de energía ne­gativa (tanto de nuestros propios pensamientos, como de los pensamientos de los demás)… lo cual es totalmente contrario a nuestro estado natural de alegría… y eso explica por qué tan raras veces nos sentimos con mejor ánimo. No podemos hacerlo. No, mientras estemos vibrando todo el día en la baja frecuencia que pensamos que es nuestro estado normal.

Así, esto se convierte en un círculo vicioso: ambos, los sen­timientos conscientes y los inconscientes que tenemos to­dos los días y que creemos que son normales, están enviando vibraciones negativas que van en contra de nuestra natura­leza a través de nuestro cuerpo…, que nos hacen sentir de­primidos, indiferentes, o como si simplemente existiéramos o no tuviéramos sentimiento alguno. Puesto que todos es­tos sentimientos constituyen diversos grados de flujo de ener­gía de baja frecuencia, y ya que todo lo que estamos enviando son vibraciones de baja frecuencia, sólo atraemos eventos desagradables o no muy afortunados. Lo cual nos hará sen­tir con el ánimo bajo…, y a su vez enviará más vibraciones de baja frecuencia…, atraerá más circunstancias de baja fre­cuencia…, y eso nos hará sentir con el ánimo bajo… Y así seguiremos interminablemente.

Qué crea los sentimientos

La mayoría de nosotros tenemos la idea descabellada de que llegamos por casualidad al lugar donde estamos. Nada más falso. Cada uno de nosotros llegó al mundo con un compañe­ro, con un guardián profundamente amoroso y exclusivo, de cuya existencia generalmente no nos damos cuenta. Llámalo Ser Interior, Ser Elevado, Ser Expandido, Dios, o Mickey Mouse; llámalo como quieras; es la parte más maravillosa de nosotros, estamos adheridos a ella y viene con el paquete físico. No podemos ser una perso­na física sin esa parte, porque es la fuente que nos mantiene vivos (no viviendo quizá, sino vivos). Es la energía positiva y pura de todo lo que existe y de la cual somos una parte; la energía pura y positiva de la vida en la cual estamos inmersos.

¿Nunca has sentido que existe una parte oculta dentro de ti que sabe todo lo que hay que saber, pero que nunca asoma la cabeza? La hay. Es una parte más amplia, más vieja, más sabia, que se halla en cada uno de nosotros y que se comuni­ca con nosotros en la única forma que conoce… ¡por medio de los sentimientos!

Esta extensión de nosotros mismos, a la que solamente nos podemos introducir con vibraciones, se sentiría como el nir­vana, muuuy por arriba en la escala de frecuencia. De hecho, esa parte de nosotros no podría identificar una vibración de carencia o de estrés, aun cuando tropezara con ella en un agujero negro. Pero si nosotros vibráramos esa frecuencia, no podría­mos existir físicamente, así que lo único que podemos hacer es tratar de acercarnos tanto como podamos a las vibracio­nes más elevadas de la más pura alegría, emoción, aprecia­ción, excitación, y en general a esas maravillosas sensaciones que nos producen felicidad y bienestar, lo cual se explica por­que estamos vibrando más cerca de nuestro verdadero ser. Tú y tu ser no físico están en perfecta sintonía, conectados a esa espléndida alta frecuencia con todo lo que ella puede ofrecer.

Así que cuando nos sentimos bien, vibramos más rápida­mente que en la forma en la que originalmente fuimos crea­dos para hacerlo. No estamos reciclando ninguna vibración baja basada en el temor, y que puede ser tan ajena al cuerpo. Estamos en ese espacio en el que podemos obtener respues­tas y guía, pues ahora vibramos emocionalmente y camina­mos de la mano con el ser que somos en realidad.

Por la misma razón, si estamos enviando vibraciones de carencia y preocupación, del tipo de las que nos hacen sentir cualquier cosa menos alegría, nos desconectaremos de ese com­pañero invisible y todo funcionará en forma adversa creán­donos malestar. Es como dar a un niño un enorme oso de peluche y después quitárselo. El niño no se sentirá nada bien al verse separado del juguete que le causó tanta alegría.

Así que cuando nos sentimos bien, estamos conectados, vi­brando más cerca de la alta frecuencia de nuestro Ser expan­dido. Cuando nos sentimos mal o deprimidos, o cuando no nos sentimos bien por alguna razón, estamos desconectados y flu­yen vibraciones ajenas, negativas, de baja frecuencia, por todo nuestro cuerpo. En otras palabras, si no hablamos de cosas po­sitivas, sino siempre de lo negativo y, por tanto, si no son vibra­ciones positivas, habremos tragado «pedazos de vidrio».

La buena noticia es que no tenemos que vigilar nuestros pensamientos cada segundo del día para llevar nuestra vida de regreso al buen camino. ¡Vaya, nos volveríamos locos! Todo lo que necesitamos hacer es permanecer sintonizados con nuestros sentimientos, elevados o bajos, buenos o malos.

El propósito original: Nuestro mapa del tesoro del deseo

Aunque esto suene un tanto egoísta, llegamos aquí, a este ben­dito planeta, con un sólo propósito: encontrar formas de sen­tirnos bien la mayor parte del tiempo, no sólo una parte de él. Ese singular propósito -sentirse bien- se encuentra den­tro de todos y cada uno de nosotros, y si sólo le prestamos atención tendremos un mapa del tesoro grabado de manera individual que puede conducirnos a la felicidad.

Cuando tenemos buenos sentimientos respecto de cualquier cosa, significa que estamos avanzando hacia el cumplimiento de nuestro propósito original, que es sentirnos bien, ser felices y vibrar en alta frecuencia, que estamos en camino hacia algo que deseamos desde hace mucho tiempo, o que apenas hemos empezado a desear. De cualquier modo, el que eso llegue, a no­sotros nos hará felices. Estamos de camino hacia algo que creemos que enriquecerá nuestra vida y que, por tanto, nos hará sentir mejor, lo cual a su vez elevará nuestras frecuencias y nos acer­cará más a nuestro estado natural, que es el verdadero reto de estar aquí.

Así que esta es la clave: el propósito original se manifiesta siempre como deseo…, deseo de cualquier cosa que despierte nues­tro interés, lo mismo si es un flamante Ferrari rojo, o vivir en armonía con todo lo que nos rodea. Podría revelarse como un nuevo deseo el tener la cochera limpia, aprender un baile típico o poseer y manejar una ferretería en el campo. O podría ser el viejo deseo de vivir en la playa, o de aprender a tocar el piano. De cualquier modo es un deseo, algo que queremos.

El problema es que en ocasiones dejamos de estar en con­tacto con nuestros deseos, o los dejamos ir debido a que de­pendiendo de la naturaleza de éstos, la sociedad encuentra la forma de llamarnos egoístas porque los perseguimos. Sin embargo, si a pesar de eso seguimos realmente nuestros sentimientos que nos harán felices simplemente porque creemos que así será- estaremos persiguiendo el propósito original de divertirnos mientras estamos aquí y aprenderemos aquello que hemos venido a aprender en una vibración positiva y no en conflicto. Eso difícilmente se puede considerar egoísta.

Pero la presión de la sociedad es implacable, y con mucha frecuencia, nos hace sucumbir a nuestros «deberías», dirigién­donos en dirección opuesta a los deseos que nos harían feli­ces. Yeso es lo que lamentablemente nos ocurre a la mayoría de nosotros, casi todo el tiempo. Nos hemos alejado del pro­pósito original y vibramos en la baja frecuencia de la concien­cia social basada en el temor. Aun cuando esa frecuencia negativa no nos hace sentir terriblemente mal, seguramente tampoco nos hace sentir felices. No podríamos estarlo. Una !frecuencia nos baja el ánimo (conciencia social), la otra nos lo eleva (propósito original). Nunca se podrán mezclar.

Así que, si decidimos seguir en esa frecuencia negativa, ha­ciendo a un lado nuestra propia alegría, exigiéndonos noble­za y privándonos del propósito original, nos uniremos a las multitudes que siguen fielmente sus odiados «deberías» de baja frecuencia, en lugar de sus alegrías de alta frecuencia no es necesario agregar que el resultado de todo ese flujo de implacable energía en este planeta no nos ha traído nada bueno.

Bandera roja/bandera verde

Ahora volvamos a tu deseo de tener un automóvil nuevo, y di­gamos que el auto que tienes en este momento está en muy buenas condiciones, por lo que en realidad no existe una nece­sidad apremiante de tener uno nuevo, sólo el profundo deseo de conseguirlo. De hecho, hasta donde puedes recordar, siempre has tenido esa pasión por poseer un veloz y lujoso conver­tible rojo, con rines metálicos (si vives en Alaska y detestas el rojo, de cualquier modo trata de seguirme el juego).

Pero, ¿dónde diablos está el auto? Siempre lo has anhela­do. Has pensando en él durante años enteros. Así que, ¿por qué no está todavía en tu cochera? He aquí el porqué:

Un día que vas paseando por la calle, por supuesto, ahí está, enfrente de ti, el auto de tus sueños. Estás que te mueres de envidia porque piensas que no puedes comprar un auto así. Empieza el anhelo. Miras el auto sintiendo un gran deseo de poseerlo, sacudes la cabeza y te dices a ti mismo: «¡Hombre, sí que sería sensacional tenerlo!». Pero lo dices con desalien­to. En lugar de sentirte emocionado al ver el auto de tus sue­ños, te sientes deprimido, con esa sensación de que te tiemblan las rodillas y entonces dices: «¡Diablos! ¡Olvídalo!».

Eso explica, precisamente, por qué ese auto no está en tu cochera.

Tú estás enfocándote en la falta del automóvil, más que en la ale­gría de tenerlo. Estás emitiendo tal cantidad de vibraciones ne­gativas de «sentirte mal», que tu Ser expandido está agitando enormes banderas rojas y gritando: «¡Hola, amigo! te estás sin­tiendo tan mal porque te estás enfocando en el hecho de que no tienes el auto. Sigue pensando así y ten la seguridad de que se­guirás recibiendo más de lo mismo, es decir, un montón más de: ‘No Auto’ Si realmente lo quieres, empieza por sentirte bien cuan­do pienses en él, y entonces observa lo que sucede».

A ti te están sacando una bandera roja de advertencia en forma de una sensación deprimente llamada emoción negati­va. La advertencia dice que te estás enfocando en algo que no quieres -la falta de ese automóvil-, todo debido a tu per­cepción de que no tienes dinero para comprarlo.

Esa sensación deprimente, es una bandera roja, una señal de que la manera en la que está fluyendo tu energía (lo que estás pensando y sintiendo acerca de ello) garantiza que no vas a obtener el automóvil. Así que ahora todo lo que tienes que hacer es cambiar tu manera de pensar y de sentir acerca de ese auto (tu deseo) y será tuyo.

Emitimos ese tipo de energía, de sentimientos negativos, todo el día, lo cual explica por qué obtenemos tan poco de lo que esperábamos conseguir. Vemos algo que hemos anhelado toda la vida (que puede ser cualquier cosa, desde un costoso auto rojo, hasta entender la física cuántica) y, desde nuestra posición de carencia, que significa que no lo tenemos y que no estamos seguros de poder tenerlo alguna vez, nuestro en­foque y nuestros sentimientos se concentran en lo que no te­nemos. Así, eso es lo que atraemos…: más «no tengo». La ley física nunca cambia: obtenemos todo aquello en lo que nos enfocamos.

Anhelar algo, desearlo, ansiarlo, e incluso esperarlo, no son actividades de enfoque en lo que queremos, son simples pensamientos negativos que vibran, procedentes de un lugar de desaliento, de un lugar de carencia, creado por las creencias pesimistas de que probablemente nunca obtendremos lo que queremos. Y con ese tipo de sentimientos fluyendo desde no­sotros constantemente, no lo tendremos.

Obtenemos aquello en lo que nos enfocamos; enfócate en la falta de algo y te garantizo que eso es exactamente lo que obten­drás, porque lo que el universo nos da en todo momento corres­ponde exactamente a la frecuencia en que estamos vibrando.

La conclusión es la siguiente: si no nos sentimos con el es­píritu muy en alto cuando pensamos en algo, estamos emitiendo algún tipo de emoción negativa, una bandera roja de advertencia que nos dice que prestemos atención a lo que estamos enviando.

En nuestro ejemplo inventado del automóvil rojo, si lo que estás sintiendo y pensando acerca de él no te produce algún tipo de emoción intensa y feliz, si no sientes que se te pone «la carne de gallina» o que te invade una cálida y grata sen­sación de urgencia, o un deleite de cualquier tipo, entonces estás sintiendo y proyectando lo contrario: vibraciones nega­tivas a partir de tu frustración por no tener el automóvil.

Desde nuestro enfoque en la carencia de algo, jamás po­dremos atraer lo opuesto. Para atraer lo que sea que desea­mos en nuestra vida, tenemos que modificar nuestro enfoque, el cual cambiará a su vez nuestros sentimientos, y éstos nuestras vibraciones.

Consigue tu automóvil

Muy bien, ahora desenmarañemos todo el asunto, para que ese automóvil rojo pueda ser tuyo. Volvamos a nuestra fór­mula original:

1. Identifica lo que NO quieres. (No quieres más no tener el auto.)

2. Identifica lo que SÍ quieres (eso es más fácil).

3. Colócate en el lugar del sentimiento de lo que quieres. (ahí es donde estamos ahora).

4. Espera, escucha y permite que suceda.

Ahora, en lugar de desear el automóvil cuando lo veas, o cuando pienses en él lo cual sólo te hará sentir mal empieza a apre­ciar esa belleza. Aprecia su estilo, sus ruedas, su interior, su velocidad, la forma en que crecerá tu ego. Eso, seguramente, va a hacerte sentir -y vibrar- más rápidamente y más alto que si te enfocas en su ausencia. Y serán sólo las vibraciones altas las que persistirán, no las bajas. Continuemos.

Mientras te regocijas con el orgullo que te producirá tu próxi­ma nueva adquisición, llenas tus pulmones con el delicioso aroma a nuevo de tu auto y aprecias el acabado de su tablero y su excelente sistema de sonido, todas tus vibraciones mag­néticas irán en aumento y lo mejor es que todas serán positi­vas, lo cual significa que estás enviando una nueva señal poderosa que está creando un camino sin obstáculos para que m deseo se magnetice dentro de tu mundo.

De hecho, con esas vibraciones cada vez más altas que es­tás emitiendo, te conviertes en un verdadero imán de alta fre­cuencia, lo cual te hará sentir extraordinariamente bien, ondeando banderas verdes de «sentirse bien» por doquier. Tus sentimientos irán de acuerdo con tu intención original de satisfacción. Habrás dejado de atraer más de lo que no quiero y ahora estarás atrayendo, muy en serio, lo que quieres.

No te preocupes de cómo vas a pagar el auto; no te corres­ponde imaginarIo). En cuanto dejes de enfocarte en el hecho de que el auto no está todavía en tu cochera, el auto rojo de tus sueños estará definitivamente en camino. Los sentimientos negativos, provenientes de pensamien­tos «no tengo», «no puedo», o «nunca tendré», simplemente no son acordes con tu intención original (como tampoco lo son tus «deberías»). Es así de sencillo: produce sentimientos sombríos y te serán devueltos en forma de circunstancias som­brías.

Si, por otro lado, te permites entusiasmarte al pensar, en el auto de tus sueños, e insistes ante ti mismo en que las co­sas ya están en proceso de realizarse -sin importar que lo que tengas a la vista sea totalmente opuesto-, entonces, esos pensamientos positivos finalmente atraerán como un imán tus deseos. Deben hacerlo, es la física del universo.

Recuerda, son los sentimientos los que lo harán, no nada más los pensamientos. Son los sentimientos los que crean el magnetismo y la vibración en las ondas que enviamos. Son los sentimientos, los sentimientos, los sentimientos…, ¡que provienen de nuestros pensamientos!

El poder de los medios de comunicación

Hace algunas noches, mientras preparaba la cena, encendí la televisión para oír las noticias y casi me vomito antes de ha­ber siquiera probado el primer bocado.

En primer lugar, transmitían el informe de la más recien­te epidemia de una nueva y extraña gripe, tan exótica, de hecho, que era dudoso que aun las mejores vacunas pudieran combatirla.  «En el pueblo X, a 1,500 millas de distancia, se ha encon­trado que tres de cada cinco residentes han sido gravemente afectados por este nuevo virus incontrolable.»

¡Terrible! Ahora, probablemente cuatro de cada cinco te­levidentes que estaban viendo el programa empezarían a en­focarse en sus temores y en las emociones de «no querer» a este pegajoso bicho raro, lo cual asegura, sin duda, su creci­miento y difusión, de modo que podrá invadir fácilmente a cualquiera que esté en una frecuencia afín de temor. Los que podrían haber sido sólo unos cuantos estornudos más en el pueblo sin el informe de la televisión, ahora sencillamente provocarán un desastre.

Por esto te recomiendo que hagas la prueba y dejes de ver un mes cualquier noticiero y periódico y observes como te sientes sin tu generador de baja frecuencia. Lo escuchamos todo el tiempo en los medios de comunica­ción: otro bombardeo, otro incendio intencional, otro salpu­llido provocado por un bicho terrible. Así que todos nos enfocamos en lo terrible de lo sucedido, lo cual sólo sirve para atraer más de lo mismo.

¿En 1865 llevaban los jóvenes pistolas en las escuelas?, ha­sta la pandillas de violadores, edificios destruidos por una ex­plosión y pirómanos en serie? No, porque no se contaba con los medios de comunicación para crear el efecto que provo­can las vibraciones que lo producen en masa. En cambio, se publicaban noticias en los periódicos y carteles ofreciendo una recompensa por ladrones de trenes y asaltantes de bancos; así que lo que se multiplicaba eran los ladrones de trenes y los asaltantes de bancos.

Créeme, la Ley de Atracción estaba tan activa en tiempos de Billy the Kid como lo está ahora, porque es la ley fundamental de la creación en todo el universo. Concentrémonos con repeti­da e intensa emoción en algo que no queremos (o que queremos) y, tarde o temprano, ese algo estará junto a nosotros.

El síndrome de las masas de energía

Desde luego, no hay sólo dos tipos de energía: una que nos hace sentir bien y otra que nos hace sentir mal, sino que exis­ten diversos grados en las vibraciones de sentirse bien y en las vibraciones de sentirse mal en cada pensamiento que emiti­mos. Las llamaremos energía positiva y energía negativa, aun cuando son lo mismo, sólo que vibran en forma diferente.

Cada vez que pensamos en algo hacemos fluir algún, tipo de energía, positiva o negativa (sentimiento), hacia lo que sea que estamos pensando. Y la tonada nunca cambia: como pen­samos, sentimos; como sentimos, vibramos; y como vibramos, atraemos. Entonces, tenemos que afrontar las consecuencias.

Pero, ¿cómo llegan realmente a nosotros esas «consecuen­cias»? ¿Cuál es la ruta que provoca que nos encontremos con algo en lo que habíamos estado pensando? Cada vez que pensamos seriamente en algo, ocurren dos cosas: primero está la vibración producida por el sentimiento que evoca ese pensamiento (felicidad, tristeza, etcétera). La segunda es la activación, producida por nuestras emociones y conformada de pequeños trocitos de pensamiento, que yo llamo pensamientos-partícula. Una vez que esas partículas magnéticas son activadas por nuestros sentimientos, se pro­graman de manera instantánea para atraer cosas, según lo que sea con lo que hayamos estado vibrando.

Siempre que pensamos en algo, y pensamos un poco más, y hablamos sobre ello, y le damos vueltas al mismo pensa­miento al día siguiente y al otro, entonces surgen tantos pen­samientos de la misma frecuencia flotando por ahí, que empiezan a unirse como bolitas de la misma masa. Cuantos más pensamientos emitamos de la misma clase, mayor irá siendo el cúmulo de ellos, hasta que se extienden y se con­vierten en algo gigantesco, con enorme poder de atracción, lo suficientemente grande como para formar sus propios remo­linos de energía magnética extraordinariamente poderosos, ya sea de naturaleza positiva (felicidad) o negativa (tristeza).

Esos centros de poder, los remolinos de una monumental energía magnética, atraen hacia sus propios centros giratorios todo lo que tenga vibraciones similares -incluyéndote a ti»-, lo cual en el transcurso del tiempo provoca acontecimientos. Antes de que te des cuenta de lo que está sucediendo, te en­contrarás en el centro mismo de algún suceso, que tú mismo iniciaste con tus pensamientos y sentimientos recurrentes. Podría ser el mismo asunto en el que te has estado enfocando, o po­dría ser algo completamente diferente y, sin embargo, formado por las mismas vibraciones. Aunque ciertamente podemos hacer fluir sentimientos sin pensamientos, en nuestro ejemplo ha sido el pensamiento repetitivo el que ha provocado los sentimien­tos repetitivo s que pusieron a rodar la bola magnética.

Lo que debemos recordar aquí principalmente es que cuanto más pensemos acerca de cualquier cosa, ya sea algo que de­seemos en nuestra vida o algo que no deseemos, con mayor rapidez lo atraeremos a nuestra experiencia. Ésa es, en con­creto, la Ley de la Atracción, la ley universal que reza: «Lo semejante atrae a lo semejante».

Tu propio poder

Hemos crecido en una sociedad que ha estado produciendo energía variada y caprichosa a lo largo de muchos siglos, que se ha dejado absorber sin dirección alguna, y mucho menos diri­gida hacia donde queríamos ir. Aquí no hay víctimas, sólo flujos de energía. En nuestro caso, hemos fluido directamente al desafortunado olvido de que siempre hemos tenido el poder para crear nuestras pro­pias vidas y nuestro propio mundo, sin importar cómo se nos haya ocurrido que fuera. En cambio, a partir de nuestra in­capacidad para comprender lo que significa el flujo de ener­gía, nos hemos convertido en expertos en dejar que las cosas sucedan por negligencia.

Aunque el proceso de volverse un creador decidido es ex­traordinariamente sencillo, no siempre es fácil, porque el con­cepto mismo quizá nos resulta demasiado extraño. En principio, la idea de que hemos estado creando el mundo sólo con nues­tro sentimiento -a partir de nuestro pensamiento o de nuestras emociones- nos puede parecer muy sospechosa. Damos cuenta de que siempre hemos tenido el poder de crear en cualquier momento que elijamos, de la manera en que queramos, pue­de resultar realmente desalentador, e incluso ir más allá de nuestra disposición de aceptarlo…, por lo menos al principio.

Sin embargo, la física es la física. El magnetismo es el mag­netismo, y ambas cosas nos dicen que «lo semejante atrae a lo semejante». Da lo mismo que sea una nebulosa, un agujero negro, o un ser humano que lucha con una existencia física. Así funciona todo.

Pero no tenemos que asimilar solos todas estas noveda­des, porque no somos los únicos en este viaje. Cada uno de no­sotros tenemos un compañero profundamente amoroso, con gran sabiduría, belleza y poder, un gran Ser expandido, un ser interno/externo, con quien estamos irrevocablemente uni­dos en este viaje físico, un ser cuyo apoyo decidido nunca nos abandona, cuya guía es tan tangible como las últimas emo­ciones que acabamos de experimentar, y cuyas piedras pre­ciosas son aquellas que llamamos sentimientos, sentimientos, sentimientos, el genio mágico de toda creación.