230-Curso de autoestima. Para ver en video: https://www.youtube.com/watch?v=4PmwYhOGcsA
230. Como Dominar las Ilusiones Parte 2ª
Autoestima 230- Como dominar las ilusiones 2 – Curso de autoestima – Podcast en iVoox
«Solemos decir ‘ver para creer’, pero realmente, se nos da mucho mejor creer que ver. De hecho, todo el tiempo estamos viendo lo que creemos Y sólo ocasionalmente vemos lo que no podemos creer. «
-Robert Antón Wilson
Continuación del Capítulo 229
La quinta ilusión, la del requisito, se utiliza para descubrir que no es necesario hacer nada para saber y experimentar Quién Eres Realmente.
Realizando las cosas que imaginas como requisitos para mantener la vida puedes darte cuenta de que ninguno de ellos es necesario.
Pregunta a los ancianos. Pregunta a quienes han seguido los cánones establecidos y obedecidos las reglas. Te responderán con tres palabras. «Desobedece las reglas».
No dudarán. Su consejo será rápido y claro.
«No respetes los límites».
«No tengas miedo».
«Escucha a tu corazón».
«No permitas que nadie te diga qué hacer».
Al final de tu vida sabrás que nada de lo que has hecho tiene importancia, sólo importará quién fuiste al hacerla.
¿Hás sido feliz? ¿Hás sido bondadoso? ¿Has sido amable? ¿Has sido atento, compasivo y considerado con los demás? ¿Has sido generoso, compartido y, sobre todo, amoroso?
Descubrirás que a tu alma le interesa quién has sido y no qué has hecho. Y descubrirás que después de todo, que tu alma es Quien Eres.
Sin embargo, la ilusión de requisito, la idea de que hay cosas que debes hacer, puede servirte para motivar tu mente mientras tienes cuerpo. Es útil siempre y cuando comprendas hasta cierto punto que se trata de una ilusión y que nadie tiene que hacer nada que no desee.
Para la mayoría de la gente, esta verdad es al mismo tiempo asombrosamente liberadora y atemorizante. El temor radica en que, si a ustedes en realidad se les permitiera hacer todo lo que desearan, no harían nada de lo que en realidad deben hacer.
¿Quién sacaría la basura? Es en serio.
¿Quién se ocuparía de lo que nadie desea hacer?
Ésa es la pregunta y ése es el temor. Piensan que si se les dejara solos, nadie haría lo que hay que hacer para que la vida siguiera su curso.
Este temor es infundado. Descubrirán que ustedes son seres más bien admirables. E incluso en comunidades donde no hubiera reglas, reglamentos ni requisitos, seguiría habiendo mucha gente que hiciera lo necesario. De hecho, serían pocos que no lo hicieran, pues se sentirían incómodos al destacar por su falta de contribución.
Y eso sería lo que cambiaría si no hubiera reglas, reglamentos ni requisitos. No cambiaría lo que se hace, sino por qué se hace.
Cambiaría el «porqué» de lo que se hace.
En lugar de hacer las cosas porque se les dice que deben hacerlas, las harán porque así lo decidirán, como expresión de Quiénes Son.
Ésta es la única razón verdadera para hacer cualquier cosa, pero invierte todo el paradigma de hacer y ser. Los seres humanos han construido este paradigma así: uno hace algo, luego uno es algo. Con el nuevo paradigma: uno es algo, luego hace algo.
Uno no es feliz, luego hace lo que hace una persona feliz. Uno es responsable, luego hace lo que hace una persona responsable. Uno es bondadoso» luego hace lo que hace una persona bondadosa.
Uno no actúa con responsabilidad para ser responsable. Uno no actúa con bondad para ser bondadoso. Esto sólo conduce al resentimiento («¡Después de todo lo que he hecho!»), pues uno supone que todos sus actos serán recompensados.
Y han deducido que el propósito del Cielo es éste justamente.
El Cielo estaba reservado como recompensa eterna por las cosas que hubieran hecho en la Tierra, y por no hacer las cosas que se suponía que no «debían hacer». De modo que decidieron que también debía haber un lugar para la gente que no hiciera cosas buenas, o que hiciera lo que no debía, y a este lugar lo llamaron Infierno.
Ahora he venido a decirte esto: el Infierno no existe. El infierno es un estado. Es la experiencia de la separación de Dios y la idea de que están separados de su propio ser y de que nunca pueden volver a unirse. El infierno es tratar de encontrarse a uno mismo, toda la eternidad.
Lo que llaman Cielo también es un estado del ser. Es la experiencia de Unión, el éxtasis de la reunificación con Todo lo que Es. Es el conocimiento del verdadero Yo.
No hay requisitos para alcanzar el Cielo, porque el Cielo no es un lugar al que se llega, sino el lugar en el que uno se encuentra siempre. Sin embargo, pueden estar en el Cielo (Unidad con el todo) y no saberlo. De hecho, la mayoría de ustedes está ahí.
Esto no puede cambiar por algo que hagas. Sólo puede cambiar por algo que seas.
A esto me refiero cuando digo: «No necesitas hacer nada». No debes hacer nada, sólo ser.
Y no deben ser nada más que Uno.
Lo asombroso es que cuando eres Uno con todo, terminas haciendo todas las cosas que pensabas que «debías hacer» a fin de recibir la recompensa que creías que debías ganarte con mucho esfuerzo. Se convierte en tu voluntad natural hacer por otros y para otros sólo las cosas que harías por y para ti. Y no harías a otros lo que no querrías que te hicieran a ti. Cuando eres Uno, realizas esto, o más bien, haces realidad la idea de que no existe ningún «otro».
No obstante, ni siquiera el ser «Uno» es un «requisito». No se te puede exigir que seas lo que ya eres. Si tienes los ojos azules, nadie te puede obligar a tenerlos. Si mides 1.80, nadie te puede obligar a medirlo. Y si eres Uno con el todo, no se te puede exigir que lo seas.
Por tanto, no hay requisitos.
No existe el requisito.
¿Quién establecería los requisitos? ¿Ya quién se le exigirían? Sólo existe Dios.
Soy el que Soy y no hay nada más.
Utiliza la ilusión del requisito para darte cuenta de que no puede haber nada que se requiera en realidad. No puedes conocer y experimentar la carencia de requisitos si no hay nada más que carencia de requisitos.
Por consiguiente, tratarás de imaginar que necesitas cumplir con ciertos requisitos.
Ustedes lo han hecho muy bien. Han creado un Dios que les exige la perfección y que les ordena que sólo se aproximen a Él de cierta manera, por medio de rituales determinados, explicados con gran detalle. Deben decir las palabras exactas y perfectas, y hacer las cosas exactas y perfectas. Deben vivir de determinada manera.
Puesto que han creado la ilusión de que existen estos requisitos para conseguir Mi amor, ahora comienzan a experimentar el regocijo indescriptible de saber que nada de esto es necesario.
Lo confirmarán cuando noten que estas «recompensas» a menudo le son otorgadas a la gente sin importar «si hacen lo que deben» o no. Lo mismo se aplica a lo que imaginan que son sus «recompensas» en el más allá. Sin embargo, su experiencia en el más allá no es un premio, es un resultado. Es el resultado natural de un proceso natural llamado vida.
Cuando esto te quede claro, comprenderás por fin el libre albedrío. Entonces sabrás que tu naturaleza es la libertad. Nunca más confundirás el amor con el requisito, pues el amor verdadero no requiere de nada.
Recuérdalo. El amor verdadero no requiere de nada.
La sexta ilusión, la del juicio, puede servir para experimentar la maravilla de que nadie, ni tú ni Dios emite juicios.
Has elegido crear la experiencia del juicio para poder gozar de la maravilla de un Dios que no emite juicios y para comprender que los juicios son completamente imposibles en el mundo de Dios. Sólo experimentando tú mismo la tristeza y la destrucción del juicio podrás descubrir de verdad que se trata de algo que el amor nunca podría generar.
Esto lo percibes mejor cuando otras personas te juzgan, pues nada es más doloroso que el juicio.
El juicio hiere profundamente cuando los que te juzgan están equivocados, pero hiere aún más cuando están en lo cierto. En ese momento, el juicio de los demás nos hace pedazos, rasgando las fibras del alma.
Basta con experimentado una vez para saber que el juicio nunca es producto del amor.
Al crear su mundo ilusorio, tu especie ha producido sociedades en las que el juicio no sólo es aceptado sino también esperado. Incluso han creado todo un sistema que llaman «justicia» a partir de esta idea de que alguien puede considerados «culpables» o «inocentes».
Esto te digo: A los ojos de Dios, nadie es culpable nunca y todos son inocentes siempre. Esto se debe a que Mis ojos ven más que los tuyos. Mis ojos ven por qué piensan ustedes las cosas y por qué las hacen. Mi corazón sabe que tan sólo han interpretado mallas cosas.
He inspirado a que sea dicho: «Nadie hace nada incorrecto, si se toma en cuenta su modelo del mundo». Ésta es una gran verdad. He inspirado a que sea dicho: «La culpa y el temor son los únicos enemigos del hombre». Es una gran verdad.
En las sociedades sumamente evolucionadas, ninguno de sus miembros es juzgado o encontrado culpable de nada. Tan sólo se observa lo que hicieron y se les hace ver el resultado y e! impacto de sus acciones. Se les permite que decidan qué hacer al respecto, si es que desean hacer algo. Los demás no les hacen nada. No le hacen nada a nadie. La idea de! castigo es algo que simplemente no se les ocurre pues e! mismo concepto les resulta incomprensible. ¿Por qué querría lastimarse e! Ser Único? Si hubiera hecho algo dañino, ¿porqué querría dañarse otra vez? ¿Cómo se corregiría un primer daño ocasionando otro? Es como si uno se lastimara e! dedo de! pie y luego volviera a golpearse como represalia.
Por supuesto que en una sociedad que no se ve a sí misma como una sola cosa y no se considera una con Dios, esta analogía no es lógica. En dicha sociedad, e! juicio es lo más lógico.
El juicio no es lo mismo que la observación. Una observación es tan sólo mirar, sólo ver qué sucede. Por otra parte, el juicio consiste en decidir que debe suceder algo más, según lo observado.
Observar es atestiguar. Juzgar es llegar a una conclusión. Es agregar un «por consiguiente» a la oración. De hecho, se convierte en una sentencia, a menudo pronunciada sin misericordia.
El juicio endurece el alma, pues marca al espíritu con una ilusión de quién eres, ignorando la realidad más profunda.
Yo nunca te juzgaré; jamás. Pues, incluso si cometieras cierto acto, Mi actitud sería la de ver sencillamente lo que sucede. No sacaría conclusiones acerca de Quién Eres. De hecho, es imposible sacar conclusiones acerca de Quién Eres, pues el proceso de crearte tú mismo nunca concluye. Eres una obra que se está efectuando. No has terminado de crearte y nunca terminarás.
Nunca eres quien eras hace un instante. Y Yo nunca te veo de esa manera, sino más bien como quien eliges ser en este momento.
He inspirado a otros a que lo describan así: Estás creándote continuamente a partir de infinitas posibilidades. Te estás re-creando constantemente como la mejor versión de la visión más grande que jamás hayas tenido sobre Quién Eres. A cada momento vuelves a nacer. Y lo mismo sucede con los demás.
En el momento en que lo comprendas verás que juzgarte tú mismo o juzgar a otro no tiene caso, pues aquello que juzgas ha dejado de ser en el mismo momento en el que lo estás juzgando. Ha concluido incluso en el momento en el que llegas a tus propias conclusiones.
En ese momento renunciarás por siempre a tu idea de un Dios que juzga, pues sabrás que el amor nunca puede juzgar. Conforme se incremente tu conciencia, comprenderás todo el impacto de esta verdad: la autocreación nunca termina.
Recuérdalo. La autocreación nunca termina.
Puedes utilizar la séptima ilusión, la de condenación, para experimentar el hecho de que no mereces más que alabanzas. Esto es algo que no puedes descifrar, pues vives muy adentro de tu ilusión de condenación. Sin embargo, si vivieras en el corazón de la alabanza en cada instante, no la experimentarías. Los elogios no tendrían significado para ti. No sabrías lo que son.
La gloria de la alabanza se pierde cuando todo lo que hay son alabanzas. Sin embargo, has exagerado este concepto, llevando la ilusión de la imperfección y la condenación a nuevos niveles en los que consideras que la alabanza está mal, sobre todo la autoalabanza. No debes alabarte a ti mismo, ni darte cuenta (mucho menos anunciar) la gloria de Quién Eres. Y debes ser moderado al elogiar a los demás. Tu especie ha llegado a la conclusión de que la alabanza no es buena.
La ilusión de condenación también es la manera en que tu especie anuncia que ustedes y Dios pueden ser dañados. Claro está, la verdad es todo lo contrario, pero ustedes no podrían entenderlo, ni experimentarlo si no hubiera cualquier otra realidad. De modo que han creado otra realidad en la que el daño sí es posible y la condenación es la prueba de ello.
Repito que la idea de que ustedes, o Dios, pueden ser dañados es una ilusión. Si Dios es el Todo en el Todo (y lo Soy) y si Dios es el Más Poderoso (y lo Soy) y si Dios es el Ser Supremo (es verdad), entonces no es posible que Dios sea lastimado o dañado. Y si ustedes fueron creados a Mi imagen y semejanza (y así es), entonces tampoco pueden ser lastimados o dañados.
La condenación es un artificio que han creado para ayudarse a experimentar esta maravilla produciendo un contexto en el cual pueda adquirir significado esta verdad. Es una de tantas ilusiones menores que surgen cada día a partir de las diez ilusiones. La primera ilusión (que afirma que Dios y ustedes necesitan algo) es la que provoca esta ilusión, específicamente que si no obtienen lo que necesitan, Dios y ustedes serán lesionados, heridos o dañados.
Esto establece el marco perfecto para la retribución. Y ésta no es una ilusi6n pequeña, sino muy grande.
Nada ha captado tan plenamente la imaginación de tu especie como la idea de que existe el Infierno, de que existe un lugar en el Universo al que Dios condena a los que no obedecen sus leyes.
Retratos espeluznantes y horripilantes de este espantoso lugar aparecen en los frescos plasmados en los techos y los muros de las iglesias de todo el mundo. Imágenes igualmente perturbadoras adornan las páginas de los textos de catecismo distribuidos entre los niños, para atemorizados mejor.
Y mientras que gente buena, practicante, ha creído durante siglos en los mensajes que transmiten estas imágenes, sucede que el mensaje es falso. Por esto inspiré al papa Juan Pablo II a que manifestara durante una Audiencia Papal en el Vaticano (el 28 de julio de 1999) que el uso «incorrecto de imágenes bíblicas no debe crear psicosis o ansiedad»: las descripciones bíblicas del Infierno son simbólicas y metafóricas.
Inspiré al Papa a que explicara que «el fuego inextinguible» y «el horno abrasador» de los que habla la Biblia «indican la total frustración y vacuidad de una vida sin Dios». Y también que el infierno es el estado de separación de Dios, un estado causado no por un Dios castigador sino más bien autoinducido.
La función de Dios no es la de retribuir o castigar a nadie y el Papa lo aclaró durante su Audiencia.
Aún así, la idea de un Dios que condena ha sido una ilusión útil. Ha creado un contexto dentro del cual se pueden experimentar todas las cosas y muchos aspectos del ser.
El temor, por ejemplo. Y el perdón, la compasión y la misericordia.
Un hombre condenado comprende, en su nivel más profundo, la expresión de la misericordia. Lo mismo sucede con la persona que condena o que concede el perdón.
El perdón es otro matiz de la expresión del amor que a tu especie le ha beneficiado experimentar. El perdón sólo lo experimentan las culturas jóvenes y primitivas (las culturas avanzadas no lo necesitan, pues comprenden que, como no puede haber ningún daño, el perdón no es necesario), pero tiene un gran valor dentro del contexto de la evolución, el proceso a través del cual las culturas maduran y crecen.
El perdón les permite sanar casi toda herida psicológica, emocional, espiritual y hasta física, que ustedes imaginan que les han ocasionado. El perdón es una gran cura. Literalmente, pueden perdonar hasta alcanzar la salud. Pueden perdonar hasta alcanzar la felicidad.
Su uso de la ilusión de la condenación ha sido muy creativo, produciendo muchos momentos en su vida y, en la historia de la humanidad, en los que pueden expresar perdón. Lo han experimentado como un aspecto del amor divino, acercándolos cada vez más a la verdad, tanto del amor como de la propia Divinidad.
Una de las historias más famosas de perdón que ha logrado lo anterior es la de Jesús que perdona al hombre que está crucificado junto a Él, revelando así la verdad eterna de que todo aquél que busca a Dios jamás será condenado. Esto significa que nadie es condenado jamás pues al final todos buscan a Dios, aunque no lo llamen así.
El infierno es la experiencia de separación de Dios. Sin embargo, cualquiera que no desee experimentar la separación eterna no necesita experimentarla. Sólo tiene que desear la reunión con Dios para que se produzca.
Esta es una afirmación extraordinaria y la voy a repetir.
Sólo es necesario desear la reunión con Dios para que ésta se produzca.
El perdón nunca es necesario, puesto que nunca se puede cometer ninguna ofensa contra la Divinidad, ni la Divinidad puede ofender, ya que es Todo lo que Es. Esto es algo que comprenden las culturas avanzadas. ¿Quién perdonaría a quién? ¿y por qué razón?
¿Acaso la mano perdona al dedo del pie por tropezarse? ¿El ojo perdona a la oreja?
Desde luego que la mano puede consolar al dedo. Puede sobado, ayudado y sanado. Pero, tiene que perdonado? ¿O tal vez la palabra perdón es sólo un sinónimo de la palabra consolar en el lenguaje del alma?
He inspirado la frase: amor significa no tener que pedir perdón.
Cuando su cultura también lo comprenda, nunca más se condenará a sí misma ni a otros por aquellos momentos en los que el alma «se tropieza con algo». Nunca más abrazarán un Dios vengativo, iracundo, censor, que los condene a torturas eternas por algo que, para Dios sería menos que un tropezón del dedo del pie.
En aquél momento renunciarán para siempre a su idea de un Dios condenador, pues sabrán que el amor nunca condena. Entonces no condenarán a nadie y a nada, obedeciendo así Mi mandato: No juzguen ni condenen.
Recuérdalo. No juzgues, ni condenes.
Puedes utilizar la octava ilusión, la ilusión de condicionalidad para experimentar un aspecto tuyo que existe sin condiciones, y que por esa misma razón, puede amar sin condiciones.
Tú eres un ser incondicional, pero no puedes saberlo porque no existe ninguna condición en la que no seas incondicional. Por tanto, no estás en ninguna condición.
Esto es la verdad literal. No te encuentras en condiciones de hacer nada. Sólo puedes ser. Sin embargo, sólo ser no te satisface. Por este motivo has creado la ilusión de condicionalidad. Es el concepto que expresa que una parte de ti, una parte de la vida, una parte de Dios, depende de otra para ser.
Ésta es una ramificación o una expansión de la ilusión de separación, la cual a su vez surge de la ilusión de necesidad, que es la primera ilusión. En realidad sólo hay Una ilusión y todas las demás ilusiones son una expansión de ella, como un globo que se infla.
A partir de la ilusión de condicionalidad se creó lo que denominan relatividad. El calor y el frío, por ejemplo, en realidad no son opuestos, sino exactamente lo mismo, en condiciones diferentes.
Todo es lo mismo. Sólo hay una energía y es la energía llamada Vida, que aquí es sinónimo de la palabra «Dios». A la vibración propia y específica de esta energía la llaman condición. En ciertas condiciones ocurren ciertas cosas que parecen ser lo que ustedes llaman verdad.
Por ejemplo, arriba es abajo y abajo es arriba, en determinadas condiciones. Los astronautas aprendieron que, en el espacio interplanetario, las definiciones de «arriba» y «abajo» desaparecían. La verdad cambiaba debido a que las condiciones cambiaban.
Las condiciones cambiantes creaban la realidad cambiante.
La verdad no es más que una palabra que significa «lo que es así en este momento». Sin embargo, lo que es «así» siempre está cambiando. Por lo tanto, la verdad siempre está cambiando.
Su mundo lo ha demostrado así. Su vida se lo ha demostrado.
El proceso de la Vida es de hecho el cambio. Reducida a una sola palabra, la vida es cambio.
Dios es Vida. Por tanto, Dios es Cambio.
En una palabra, Dios es Cambio.
Dios es un proceso: no un ser, sino un proceso.
Y a ese proceso se le llama cambio.
Quizá algunos prefieran la palabra evolución.
Dios es energía en evolución, o Lo que se Convierte.
Lo que se Convierte no requiere de condiciones especiales para convertirse. La vida simplemente se convierte en lo que se convierte, y ustedes, con el fin de definirla, describirla, cuantificarla, medirla e intentar controlarla, le adjudican ciertas condiciones.
Sin embargo, la Vida no tiene condiciones, simplemente es. La Vida es lo que es.
YO SOY LO QUE SOY.
Ahora puedes comprender por completo y por primera vez esta antigua y enigmática afirmación.
Cuando sepas que es necesario que parezcan existir ciertas condiciones para que puedas experimentar la ausencia de condicionalidad (o sea, para que puedas conocer a Dios), bendecirás las condiciones de tu vida y todas las que hayas experimentado. Estas condiciones te han permitido percibir que eres más grande que cualquiera de ellas y más grande que todas juntas. Tu vida te lo ha demostrado.
Considéralo por un momento y verás que es verdad. Imagina una situación en la que te hayas encontrado, en la que hayas imaginado encontrarte. ¿Alguna vez te has elevado por encima de ella y has descubierto que la has superado? En realidad, no la has superado en absoluto. Nunca estuviste en esa condición. Sencillamente te negaste a creer que esa condición eras tú. Te viste como algo superior, ajeno a ella.
«Yo no soy mi condición», tal vez hayas afirmado. «Yo no soy este impedimento, no soy mi trabajo, no soy mi riqueza ni la carencia de ella. Yo no soy esto. Éste no Soy yo».
La gente que lo ha declarado ha producido experiencias extraordinarias en su vida, con resultados extraordinarios. Ha utilizado la ilusión de condicionalidad para re-crearse de nuevo, en otra versión mejor de la visión más grande que haya tenido sobre Quién Es.
Debido a esto, hay quienes han bendecido precisamente las condiciones de !a vida que otros han condenado. Pues han abrazado estas condiciones como un gran regalo, lo cual les ha permitido ver y declarar la verdad de su ser.
Cuando tú bendices las condiciones de tu vida, las cambias, pues les pones un nombre diferente al que aparentan, y a la vez te llamas a ti mismo de manera diferente a lo que pareces.
Es esta etapa en que comienzas a crear conscientemente y no sólo a notar las condiciones y circunstancias de tu vida, descubres que siempre has sido y siempre serás el que percibe y define cada condición. Lo que una persona percibe como pobreza, otra puede percibirlo como abundancia. Lo que una persona define como derrota, otra puede definirlo como victoria (como te sucederá a ti cuando decidas que cada fracaso es en realidad un éxito).
Experimentarás tu propio ser como el creador de todas las condiciones, el que las «imagina» si así lo prefiere (pero sólo si lo prefieres), puesto que la verdadera condicionalidad no existe.
En ese momento dejarás de culpar a cualquier otra persona, lugar o cosa de tu vida por vivir tu experiencia. Y toda tu experiencia cambiará, el pasado, el presente y el futuro cambiará. Sabrás que nunca has sido víctima en realidad y al saberlo crecerás. Al final, descubrirás que no existen víctimas.
Recuérdalo. No hay víctimas.
La novena ilusión, la de superioridad, sirve para experimentar que nada es superior a nada y que la inferioridad es asimismo ficción. Todas las cosas son iguales. Sin embargo, no puedes comprender que todas las cosas son iguales cuando todo lo que hay es igualdad.
Si todo es igual, nada es igual, pues la idea de «igualdad» no se puede percibir si sólo hay una cosa y equivale a sí misma.
Una cosa no puede ser «desigual» a ella misma. Si tomas algo y lo divides en partes, las partes equivalen al todo; no son menos que el todo sólo por estar separadas.
Sin embargo, la ilusión de desigualdad permite que cada una de las partes se perciba a sí misma como la parte que es, en lugar de percibirse a sí misma como el todo. Ustedes no se pueden ver como partes a menos que se vean apartados. ¿Entiendes? No te puedes concebir como parte de Dios a menos que te imagines que estás aparte de Dios.
En otras palabras, no Me podrás ver a menos que te alejes y Me mires. Sin embargo, no te puedes alejar para mirarme si piensas que tú eres Yo. De modo que, debes imaginar que no eres Yo para experimentarme.
Eres igual a Dios y esta igualdad con Dios es algo que anhelas experimentar. No eres inferior a Dios ni a ninguna otra cosa, pero no lo puedes saber ni experimentar dentro de un contexto en el que nada es superior. Por ello has creado la ilusión de superioridad, para descubrir que eres igual a todo; es decir, que no eres superior a nada.
Tu unidad con Dios no se puede experimentar fuera de un contexto en el que es posible la ausencia de unión, o sea, la separación. Debes encontrarte en ese contexto, lo que aquí hemos denominado ilusión, para conocer la verdad que existe fuera de la ilusión. Debes estar en el mundo, pero sin pertenecer a él.
Asimismo, tu igualdad con Dios, con todo y con todos en la vida, no es algo «experimentable» a no ser que, y hasta que, comprendas la desigualdad.
Por eso han creado la ilusión de superioridad.
La idea de superioridad aporta otro beneficio. Al imaginar que eres superior a las condiciones y circunstancias de tu vida, puedes experimentar el aspecto de tu ser que es más grande que todas esas condiciones y circunstancias, lo que señale con anterioridad.
Hay una parte maravillosa de ti a la que puedes recurrir cuando te enfrentes a condiciones y circunstancias negativas. A esto, algunos lo llaman valor. La ilusión de superioridad le ha resultado muy útil a tu especie mientras ha vivido dentro de la ilusión más grande llamada Vida en el Reino Físico, pues le ha’ dado la fortaleza para elevarse por encima de las circunstancias negativas y superadas.
Cuando percibas esta ilusión como tal, comprenderás que no hay ninguna parte de ti superior al Todo, pues cada parte de ti es Todo. Entonces no recurrirás al valor, sabrás que tú eres el valor. No recurrirás a Dios, pues sabrás que eres el aspecto de Dios al que has apelado.
Tú eres el que llama y a quien llaman. Eres el que provoca cambios y el que cambia. Eres el creador y la criatura. El comienzo y el fin. El alfa y el omega.
Eso eres, pues es lo que Yo soy. Y tú estás hecho a Mi imagen y semejanza.
Tú eres Yo. Yo soy Tú. Me muevo dentro de ti, como tú, y a través de ti. En ti tengo Mi ser.
En todos y en todas las coséis.
Por lo tanto, ninguno de ustedes es superior a otro, no puede ser. Sin embargo, ustedes han creado la ilusión de superioridad con el fin de descubrir su propio poder y, por extensión, el poder de todos los demás; su unidad e igualdad con Dios y con todos, así como la unidad e igualdad de todos con Dios y con los demás.
Sin embargo, deben saber que la ilusión de superioridad es muy peligrosa, si lo que desean es eliminar el dolor y el sufrimiento de los seres humanos.
Ya te he explicado que el dolor y el sufrimiento se evitan cuando experimentan la Unión mutua y con Dios. La ilusión de superioridad niega esta unión y crea una separación todavía mayor.
La superioridad es la idea más seductora que haya influido en la experiencia humana. Puede generar gran satisfacción cuando uno es el que se considera superior. Sin embargo, puede provocar una enorme infelicidad cuando otro afirma que es superior a uno.
De modo que ten mucha precaución con esta ilusión pues es muy influyente. Has de comprenderla a fondo y por completo. La idea de superioridad puede ser un gran regalo en el mundo de la experiencia relativa, como ya te he enseñado. De hecho, puede proporcionarte fortaleza y valor para que te veas y te experimentes como un ser más grande que sus circunstancias, mayor que sus opresores, más de lo que tú pensaste nunca. No obstante, puede ser insidiosa.
Incluso las religiones, las únicas instituciones que supuestamente fueron creadas para acercarlos a Dios, han utilizado con demasiada frecuencia la superioridad como su instrumento principal. Muchas han declarado: «Nuestra religión es superior a esa otra». Con estas palabras, los han separado del sendero de Dios, en vez de unirlos.
Todos los estados, naciones, razas, géneros, partidos políticos y sistemas económicos, han intentado usar su supuesta superioridad para ganarse atención, respeto, aceptación, solidaridad, poder o simplemente, adeptos. Lo que han provocado con la utilización de este instrumento no ha sido nada superior.
Sin embargo, la mayoría de la especie humana parece estar ciega o permanece curiosamente callada. No puede ver que su conducta basada en la superioridad produce en realidad todas las formas de inferioridad. O lo ve y se rehúsa a admitirlo. El resultado es que continúa el ciclo en el cual se proclama superioridad para justificar las acciones y luego se padecen los resultados inferiores de las mismas.
Hay una manera de romper este ciclo.
Ve la ilusión como tal. Comprende y sabe al fin que Todos Somos
Uno. La especie humana y toda la Vida son un campo unificado. Todo es Una Sola Cosa. Por tanto, no hay nada superior a nada y nada superior a ti.
Esta es la verdad esencial de la experiencia de la vida. ¿Es superior un tulipán a una rosa? ¿Son las montañas más majestuosas que el mar? ¿Cuál copo de nieve es el más magnífico? ¿Será posible que todos sean magníficos y que, celebrando juntos su magnificencia, creen un espectáculo prodigioso? Entonces se funden unos con otros y con la Unidad. No obstante, nunca se van. Nunca desparecen. Nunca dejan de ser. Únicamente cambian de forma. Y no sólo en una ocasión, sino en repetidas ocasiones: de sólido a líquido, de líquido a vapor, de lo visible a lo invisible, para elevarse una vez más y luego regresar con nuevas expresiones de imponente belleza y maravilla. Ésta es la Vida que nutre la Vida.
Eso eres tú.
La metáfora está completa.
La metáfora es real.
Lo harás real en tu experiencia cuando decidas sin más que es verdad
Y actúes como corresponde. Ve la belleza y la maravilla de todas las vidas con las que entres en contacto. Pues cada uno de ustedes es realmente maravilloso, y ninguno es más maravilloso que el otro. Y algún día todos se fundirán en la Unidad y sabrán que juntos forman un solo arroyo.
El saberlo hará cambiar la totalidad de su experiencia en la Tierra. Cambiará su política, su economía, sus interacciones sociales y la manera en la que educan a sus jóvenes. Les ofrecerá al fin el Cielo en la Tierra.
Cuando vean que la superioridad es una ilusión, sabrán que la inferioridad también es una ilusión. Entonces sentirán el esplendor y el poder de la igualdad de unos con otros, y con Dios. Se ampliará tu idea de ti mismo y el propósito de la ilusión de superioridad se habrá cumplido. Pues cuanto mayor sea la idea que tienes de ti, mayor será tu experiencia.
Recuérdalo. Cuanto mayor sea la idea que tienes de tí mayor será tu experiencia.
La décima ilusión, la de ignorancia, ha provocado que pienses que no sabes todo esto; que todo lo que te acabo de decir es nuevo para ti y que no lo puedes comprender.
Esta ilusión te permite continuar viviendo en el Reino de la Relatividad. Sin embargo, no tienes que seguir viviendo como hasta ahora, con dolor y sufrimiento, lastimándote y lastimando a los demás, esperando a que lleguen mejores tiempos o tu recompensa eterna en el Cielo. Puedes gozar de tu Cielo sobre la Tierra. Puedes vivir en tu propio Jardín del Edén. Nunca fuiste expulsado. Yo nunca te haría eso.
Esto lo sabes. En tu corazón, ya lo sabes. Así como sabes de la Unidad de la humanidad y de toda la vida. Como sabes de la igualdad de todo y que el amor es incondicional. Sabes todas estas cosas y más y conservas esta información en lo más profundo de tu alma.
La ignorancia es una ilusión. Utilizas la ilusión con sabiduría cuando la ves como tal, cuando sabes que no es verdad que no sepas. Sabes… y sabes que sabes.
Esto es lo que se dice de todos los Maestros.
Saben que saben y utilizan su conocimiento para vivir con el mundo ilusorio en el que se han colocado y no en él. Por eso en tu mundo parece como si fueran magos que crean y utilizan fácilmente todas las ilusiones de la Vida.
«No saber» es una ilusión espléndida y útil. Te permite volver a saber, volver a aprender, volver a recordar una vez más. Te permite volver a experimentar el ciclo, convertirte en un copo de nieve.
La ilusión de no saber te permite saber lo que sabes. Si lo sabes todo y sabes que lo sabes, entonces no puedes saber nada.
Estudia esta verdad a fondo y la comprenderás.
Bríndate la ilusión, pues, de que ignoras algo. Lo que sea. En ese momento, podrás percibir lo que no ignoras, y lo que sabes de repente te resultará evidente.
Esto es lo asombroso de la humildad. Aquí radica el poder de la frase: «Aquí hay algo que no sé, y saberlo podría cambiarlo todo». Esta sencilla frase podría sanar el mundo.
La búsqueda de la humildad es la búsqueda de la gloria.
Y, según tu teología, no podría haber mejor instrumento para el progreso. He inspirado a que se dijera que lo que el mundo necesita es un poco de «teología de la humildad». Un poco menos de confianza en que lo saben todo y un poco más de voluntad por continuar la indagación, por reconocer que puede haber algo que no saben, cuyo conocimiento podría cambiarlo todo.
Te repito que no saber conduce a saber. Saberlo todo conduce a no saber nada.
Por eso la ilusión de ignorancia es tan importante. Y lo mismo sucede con todas las ilusiones. Son la clave para experimentar Quién Eres Realmente. Te abrirá las puertas del Reino de lo Relativo al Reino de lo Absoluto. La puerta que conduce a todo.
No obstante, como son diez ilusiones, cuando te embarga la ilusión de ignorancia, cuando se convierte en tu experiencia absoluta, en tu realidad omnipresente, entonces ya no te es de utilidad. Entonces eres como el mago que olvida sus propios trucos. Te conviertes en alguien engañado por sus propias ilusiones. Entonces debes ser «rescatado» por otro, por alguien que pueda ver más allá de la ilusión, que te despierte y te recuerde Quién Eres Realmente.
Este alma de verdad será tu salvador, de la misma forma que tú puedes ser el salvador de otros cuando simplemente les recuerdes Quiénes Son Realmente, cuando los devuelvas a sí mismos. «Salvador» es tan sólo un sinónimo de «recordatorio». Es alguien que te ayuda a que renueves tu mente y que reconozcas una vez más que eres miembro del Cuerpo de Dios.
Haz esto por los demás. Pues eres el salvador de la actualidad. Eres mi amado, en quien he puesto mis complacencias. Tú eres a quien he enviado para traer a los demás a casa.
Por lo tanto, sal de la ilusión, pero no te alejes de ella. Vive con ella, pero no en ella. Hazlo y te encontrarás en este mundo sin pertenecer a él. Conocerás tu propia magia, y lo que sabes crecerá, cada vez será mayor tu idea de tu propia magia, hasta que un día comprendas que tú eres la magia.
Recuérdalo. TÚ eres la magia.
Cuando emplees la ilusión de ignorancia, ya no viviéndola, sino utilizándola, reconocerás y admitirás que aún queda mucho que no sabes (que no recuerdas); sin embargo, precisamente esa humildad te elevará de la humildad provocando que comprendas más, recuerdes más, adquieras más conciencia. Ahora estarás entre los cognoscenti: los que saben.
Recordarás que simplemente utilizas ilusiones para crear un contexto concreto en el cual puedes experimentar, y no sólo conceptualizar, cualquiera de los innumerables aspectos de Quién Eres. Comenzarás a utilizar este campo con textual de forma consciente, como un artista que emplea un pincel para producir obras de arte maravillosas y para crear momentos intensos y extraordinarios, llenos de gracia, en los cuales te podrás conocer mediante la experiencia.
Si quisieras experimentarte como perdón, por ejemplo, podrías combinar las ilusiones de juicio, condenación y superioridad. Proyectándolas delante de ti, de repente encontrarás (crearás) en tu vida personas que te brinden la oportunidad de exhibir perdón. Puedes agregar además la ilusión de fracaso, proyectándola sobre ti, para intensificar la experiencia. Finalmente, puedes utilizar la ilusión de ignorancia para fingir que no sabes que estás haciendo todo esto.
Si quisieras experimentarte como compasión o como generosidad, podrías combinar las ilusiones de necesidad e insuficiencia para crear un contexto en el cual expresar aquellos aspectos de la Divinidad que hay en ti. Entonces podrás encontrarte caminando por la calle, abordado por mendigos. Y quizá te digas: qué extraño, nunca había visto mendigos en esta esquina.
Sientes compasión por ellos y te tocan el corazón. Sientes que te mueve la generosidad, buscas en tu bolsillo y les das algo de dinero.
O tal vez un pariente te llame y te pida ayuda financiera. Puedes elegir sentir cualquiera de los aspectos de tu ser en ese momento. Pero en esta ocasión eliges la bondad, la generosidad y el amor. Le contestas, «Claro, cuánto necesitas?»
Pero ten cuidado, porque si no lo tienes, no comprenderás cómo entraron a tu vida el mendigo de la calle o el pariente al teléfono. Olvidarás que tú los pusiste ahí.
Si te hundes demasiado en la ilusión, olvidarás que tú has convocado a todas las personas, todos los lugares y todos los sucesos de tu vida. Olvidarás que están ahí para crear la situación perfecta, la oportunidad perfecta, para que te conozcas de determinada manera.
Olvidarás mi mayor enseñanza: No les he enviado más que ángeles.
En tu historia, puedes considerar a mis ángeles como villanos. Si no tienes cuidado, te verás tomo la víctima y no como el beneficiario de los muchos momentos de gracia que han entrado a tu vida. No todos fueron bienvenidos desde el principio, pero todos guardan un regalo para ti.
También puedes decidir convertirte en beneficiario de otra manera que la que habías elegido en un principio. Por ejemplo, puedes decidir que no sólo deseas experimentar la compasión, sino también el poder y el control. Le seguirías regalando dinero al mismo mendigo, pasando por la misma esquina todos los días a la misma hora, hasta que los dos hubieran establecido un ritual. Es posible que le siguieras dando dinero a ese pariente, enviándole un cheque por correo cada mes, hasta que los dos establecieran un ritual.
Ahora tú tienes el control. Tienes el poder. Les has quitado el poder; literalmente les has arrebatado el poder para re-crear sus propias vidas, a fin de que te puedas sentir glorificado, gratificado y poderoso. De repente no pueden salir adelante sin ti. Ni el mendigo ni el pariente, quienes subsistieron en el planeta durante años sin tu ayuda, pueden salir adelante sin ti. Los has vuelto seres disfuncionales y has creado una relación disfuncional con ellos.
En lugar de ayudarlos a salir del pozo en que estaban, cavaste un hoyo más profundo. Les quitaste la pala de las manos y la tomaste en las tuyas.
Entonces presta mucha atención a tu motivación para hacer cualquier cosa. No dejes de observar tus planes. Vigila de cerca qué aspecto de tu ser experimentas. ¿Hay alguna manera de que lo experimentes sin restarle poder a los demás? ¿Hay alguna manera de recordar Quién Eres sin incitar a otra persona a que olvide Quién Es?
Estas son algunas de las maneras en las que puedes utilizar las diez ilusiones, así como las innumerables ilusiones subyacentes. Ahora ves, ahora comprendes, ahora recuerdas cómo se utilizan las ilusiones.
Recuerda lo que ya te expliqué. No es necesario usar ahora las ilusiones para crear un contexto en el que puedas experimentar aspectos más elevados de tu ser. Los seres avanzados no sólo se separan de las ilusiones, sino que también se alejan de ellas. En otras palabras, dejan atrás las ilusiones y sólo utilizan el recuerdo de ellas para crear ese contexto.
Ya sea que las uses como recuerdo o en forma física en el momento presente, las emplearás todos los días. Sin embargo, si no utilizas las ilusiones de manera consciente, si no sabes que las has estado creando y por qué lo has hecho, podrías imaginar que eres el efecto de tu vida, en lugar de su causa. Podrías pensar que la vida te sucede y no que tú la provocas. Tal vez esto era lo que no sabías, pero saberlo quizá lo cambie todo. Tú eres la causa de todo lo que ocurre en tu vida.
Lo comprenderás a la perfección cuando te separes de las ilusiones.
Lo experimentarás en tu cuerpo, en el nivel celular, cuando experimentes la comunión con Dios.
Esto es lo que todas las almas anhelan. Esto es el propósito máximo de la vida. Te encuentras en un viaje hacia la Maestría y de regreso a la Unidad, para descubrir la maravilla y la gloria de Dios dentro tu propia alma y expresarla a través de ti, como tú, de mil maneras, a lo largo de millones de momentos, durante innumerables vidas que se prolongan hasta la eternidad.
Re-crea tu realidad
Durante tu viaje hacia la eternidad, a medida que avances hacia la Maestría, te sobrevendrán muchos acontecimientos, circunstancias y situaciones, algunos de los cuales podrías considerar desagradables. Lo primero que hace la mayoría de la gente en estos casos es lo último que debes hacer, o sea, tratar de averiguar su significado.
Algunas personas creen que las cosas ocurren por un motivo, de modo que tratan de desentrañarlo. Otras piensan que ciertos hechos son una «señal», de modo que tratan de descubrir qué les indica.
De una u otra manera, la gente trata de encontrarle significado a los acontecimientos y experiencias de su vida. Sin embargo, lo cierto es que no tienen ningún significado. ¿Quién lo ocultaría así? ¿y por qué?
Si fuera para que lo descubrieras, ¿no sería mucho más eficaz que fuera obvio? Si Dios tuviera algo que decirte, ¿no sería mucho más fácil (además de mucho más bondadoso) decírtelo sencillamente, en lugar de convertirlo en un misterio que debes resolver?
Nada tiene significado, salvo el significado que tú le quieras dar. La vida no tiene significado.
A muchos les cuesta aceptarlo, aunque es Mi mayor regalo. Al hacer
que la vida carezca de significado, te brindo la oportunidad de dar significado a cualquier cosa y a todas las cosas. Tus decisiones te definirán respecto a todas las cosas de la vida. Éste es el medio por el cual experimentas Quién Decides Ser.
Es una autocreación, una re-creación de la mejor versión de la visión más grande que hayas tenido sobre Quién Eres.
De modo que cuando te ocurra algo en particular, no te preguntes por qué está sucediendo. Elige por qué está sucediendo. Decide tú por qué está sucediendo. Si no puedes elegir o decidir un propósito, entonces invéntatelo. De todas formas lo estás inventando. Tú pones las razones para hacer las cosas y el porqué las cosas ocurren como ocurren. Sin embargo, la mayor parte del tiempo lo haces de manera inconsciente. ¡Ahora decídete (y decide tu vida) conscientemente!
No busques el significado de la vida ni el de ningún acontecimiento, suceso o circunstancia. Asígnale un significado. Luego anuncia y declara, expresa y experimenta, satisface y conviértete en Quien Decides Ser.
Si eres buen observador, notarás que continuamente te colocas en la misma situación o circunstancia a lo largo de tu vida, hasta que te re-creas de nuevo.
Éste es el viaje hacia la Maestría.
En su camino de superación, el Maestro y el alumno saben que las ilusiones son ilusiones, deciden por qué están ellos ahí y crean conscientemente lo que experimentarán a continuación por medio de las ilusiones.
Al enfrentar cualquier experiencia de la vida, hay una formula, un proceso, mediante el cual también tú puedes avanzar hacia la Maestría. Sólo declara lo siguiente:
1. Nada en mi mundo es real.
2. El significado de todo es el significado que yo le confiero.
3. Yo soy quien yo digo que soy, y mi experiencia es la que yo digo que es.
Ésta es la manera de trabajar con las ilusiones de la vida. Ahora daremos otro vistazo a algunos ejemplos de la «vida real» y volveremos a examinar algunas observaciones hechas anteriormente, pues al recalcarlas se harán más claras.
Cuando te enfrentes a la ilusión de necesidad, te podrá parecer que tu experiencia es muy real.
La necesidad se te presentará con uno de los siguientes disfraces: como tu «necesidad», o como la «necesidad» de otros.
Cuando parece que se trata de tu necesidad, sientes que es mucho más urgente. Puede que te invada el temor, dependiendo de la naturaleza de la necesidad que imagines;
Por ejemplo, si imaginas que necesitas oxígeno, el pánico te invadirá de inmediato. Ésta sería la consecuencia lógica, ya que piensas que tu vida corre peligro. Sólo un verdadero Maestro, o alguien que haya tenido una experiencia cercana a la muerte y esté seguro de que la muerte no existe, puede permanecer tranquilo en estas circunstancias. Los demás tienen que entrenarse para ello. Pero lo pueden lograr.
Lo irónico es que precisamente lo que se necesita es tranquilidad.
Con ella se propician pensamientos y acciones que provocan un resultado apacible.
Los buzos lo saben. Por eso aprenden a no sentir pánico cuando notan que se les acaba el aire o cuando se les corta el oxígeno. Otros también han aprendido a evitar el pánico en circunstancias que muchos considerarían’ tensas y aterradoras.
Hay situaciones no tan extremadas, pero que también ponen en riesgo la vida y pueden producir temor. Por ejemplo, enterarse de que se padece una enfermedad terminal o sufrir un robo a mano armada. Con todo, hay quienes han descubierto que podrían enfrentar impertérritos una enfermedad mortal o la posibilidad de un acto de violencia contra su persona. ¿Cómo lo logran? ¿Qué hay que hacer?
Todo depende de la perspectiva.
De eso estamos hablando: de tu perspectiva.
Ver la ilusión de la muerte como tal, lo cambia todo. Saber que no tiene más significado que el que tú le des, te permite elegir cuál darle. Comprender que toda la vida es un proceso de re-creación te proporciona el contexto donde experimentar Quién Eres en relación con la muerte.
Jesús lo hizo y asombró al mundo entero. También lo han hecho otros, pasando por la muerte con una serenidad que asombra e inspira a quienes los rodean.
Por debajo del nivel de las experiencias que ponen en riesgo la vida, la necesidad tiene mucho menos poder como ilusión. Por debajo del nivel del dolor físico, casi no tiene poder.
A muchas personas, aunque no a todas, les parece muy difícil soportar el dolor físico. Quizá si alguien les dijera que «se trata de una ilusión» durante un momento de dolor, reaccionarían de forma diferente, pues muchas personas temen más al dolor o a la posibilidad de sentir dolor, que a la muerte.
Sin embargo, también es posible enfrentarse a esta ilusión. En la primera parte de este mensaje expliqué la diferencia entre dolor y sufrimiento. Los Maestros la conocen, igual que todo el que sabe que las ilusiones de la vida son ilusiones en realidad.
La ilusión de necesidad sugiere que para no sufrir, para ser feliz, no hay que sentir dolor. Sin embargo, el dolor y la felicidad no se excluyen mutuamente, como pueden atestiguar muchas mujeres que han dado a luz.
Librarse del dolor no es una necesidad: es una preferencia. Al convertir la necesidad en una preferencia, te otorgas un poder extraordinario sobre la experiencia que vives.
Incluso puedes ejercer tu poder sobre el dolor; el poder suficiente para ignorado casi del todo o, como suele suceder, hasta hacerlo desaparecer. Muchas personas lo han demostrado.
Afrontar las ilusiones de necesidad que están por debajo del nivel del dolor físico es más sencillo todavía.
Tal vez pienses que necesitas a una persona para ser feliz, un trabajo para tener éxito, o alguna otra gratificación emocional o física para estar contento. En ese momento debes notar que estás ahí, en ese instante, sin lo que crees necesitar. Entonces, ¿por qué piensas que lo necesitas?
Si lo analizas detenidamente se revelará que no necesitas nada, ni siquiera para ser feliz.
La felicidad es una decisión, no una experiencia.
Puedes decidir ser feliz sin aquello que creías necesitar, y serás feliz. Éste es uno de los conceptos más importantes que has de comprender. Por tanto, lo repetiré.
La felicidad es una decisión, no una experiencia. Puedes decidir ser feliz sin aquello que creías necesitar, y ser feliz.
Tu experiencia es el resultado y no la causa de tu decisión. (Incidentalmente esto también se aplica al amor. El amor no es una reacción, es una decisión. Cuando lo recuerdes te estarás aproximando a la Maestría).
El segundo disfraz de la necesidad, es la necesidad de los demás. Si no percibes esta ilusión como tal, podrías quedar atrapado en el constante afán de satisfacer las necesidades de los demás, en especial de aquellos que amas: Tus hijos, tu cónyuge, tus amigos.
Esto puede producir en ti y en la persona que recibe la ayuda, primero un callado resentimiento y después estallidos de ira. Lo irónico, es que al continuar satisfaciendo las necesidades de otras personas, incluyendo (y quizá en particular) a tus hijos y tu pareja, más que ayudarlos, los estás incapacitando, como ya señale con anterioridad.
Cuando veas a “alguien” necesitado, utiliza la ilusión para expresar la parte de ti que deseas experimentar. Tal vez elijas lo que llamas compasión, generosidad, bondad, ó tu propia abundancia, o todo lo anterior. Sin embargo, que te quede bien claro que nunca haces nada para nadie. Memoriza esta frase: Todo lo que hago, lo hago por mí.
Este es uno de los conceptos más importantes que has de comprender, Por lo tanto lo repetiré:
Todo lo que hago, lo hago por mí.
Ésta es también la verdad de Dios. La única diferencia es que Dios lo sabe.
No existe otro interés más que el propio. Esto se debe a que todo lo que existe es el Ser. Tú eres U no con todo y no hay nada que no seas tú. Cuando esto te quede claro, cambiará tu definición acerca de qué es ser interesado.
Cuando enfrentes la ilusión de fracaso, te podrá parecer que tu experiencia es muy real.
El fracaso se te presentará con uno de los siguientes disfraces: tu «fracaso» y el «fracaso» de los demás.
Cuando pases por algo que aparenta ser un fracaso, pronuncia de inmediato las tres declaraciones de la verdad máxima:
1. Nada en mi mundo es real.
2. El significado de todo es el que yo le confiero.
3. Yo soy quien yo digo que soy y mi experiencia es la que yo digo que es.
Ésta es la trina verdad, o la Santísima Trinidad.
Decide lo que significa tu experiencia de fracaso. Decídete a decir que tu fracaso es un éxito. Luego, ante el fracaso, re-créate de nuevo. Decide Quién Eres en relación con la experiencia que estás viviendo. No te preguntes por qué la estás teniendo. No hay más porqué que el que tú le des.
Dite entonces: “He tenido esta experiencia para dar un paso más hacia el éxito que deseo. Esta experiencia se me ha dado como un regalo. La abrazo, la atesoro y aprendo de ella.”
Recuerda que te dije que todo aprendizaje es un recuerdo.
Por ello, celebra el fracaso. En tu planeta hay empresas sabias que lo celebran. Cuando cometen un “error”, cuando lo descubren y cuándo experimentan un “fracaso”, el jefe invita a todos a festejarlo. Ese jefe comprende lo que aquí te estoy diciendo, y sus empleaos se echarían por él al agua helada. No habrá nada que no hagan, pues les ha creado un ambiente de seguridad y de éxito en el cual pueden experimentar la parte más estupenda de ellos mismos y de su creatividad.
Cuando te enfrentes a la ilusión de separación, te podrá parecer que tu experiencia es muy real.
La separación se te presentará con uno de los siguientes disfraces: tu «separación» o la «separación» de otros. Podrás sentirte terriblemente desconectado de Dios. Podrás sentirte totalmente separado de tus congéneres. Y podrás sentir que los demás están totalmente separados de ti. Esto podría crear las ilusiones de soledad o de depresión, que son más pequeñas.
Cuando pases por algo que aparente ser separación, pronuncia de inmediato las tres declaraciones de la verdad máxima:
1. Nada en mi mundo es real.
2. El significado de todo es el significado que yo le confiero.
3. Yo soy quien yo digo que soy y mi experiencia es la que yo digo que es.
Con esto se invoca el triple proceso:
A. Percibe la ilusión como tal.
B. Decide qué significa.
C. Re-créate de nuevo.
Si te sientes solo, ve tu «soledad» como una ilusión. Decide que tu soledad significa que no te has acercado lo suficiente al mundo que te rodea. ¿Cómo puede alguien sentirse solo en un mundo lleno de personas solas? Entonces, decide re-crearte de nuevo como alguien que se acerca a los demás con amor.
Hazlo durante tres días y tu estado de ánimo cambiará por completo. Hazlo durante tres semanas y tu anterior soledad desaparecerá. Hazlo durante tres meses y nunca volverás a estar solo.
Y entonces comprenderás que toda tu soledad fue una ilusión, y que tu la controlas por completo.
Incluso quienes se encuentran en prisión o en una cama del hospital, completamente aislados de los demás, pueden cambiar su experiencia externa modificando su realidad interna. Se logra mediante la comunión con Dios, justamente la experiencia a la que te conduce este libro. Pues una vez que te reúnas con el Creador que está dentro de ti, no volverás a necesitar de nada fuera de ti para dejar de sentirte solo.
Místicos, monjes, comunidades religiosas y devotos espirituales de todos los tiempos lo han comprobado. El éxtasis interior de la comunión espiritual y la Unión con la creación (¡eso soy Yo!) no tiene parangón en el mundo exterior. Todo lo que hago, lo hago por mí. En efecto, la separación es una ilusión.
Asimismo verás todo como ilusorio y como un regalo bendito, lo cual te permitirá elegir y experimentar Quién Eres Realmente.
Presentemos unos cuantos ejemplos más utilizando algunas ilusiones (podemos utilizar cualquiera de ellas, pues la fórmula es siempre la misma).
Cuando te enfrentes a la ilusión de la condenación, te podrá parecer que tu experiencia es muy real. La condenación se te presentará con uno de los siguientes disfraces: tu propia «condenación» y la de los demás.
Cuando te enfrentes a la ilusión de superioridad, te podrá parecer que tu experiencia es muy real. La superioridad se te presentará con uno de los siguientes disfraces: tu propia «superioridad» o la de los demás.
Cuando te enfrentes a la ilusión de ignorancia, te podrá parecer que tu experiencia es muy real. La ignorancia se te presentará con uno de los siguientes disfraces: tu propia «ignorancia» y la de los demás.
¿Puedes apreciar el patrón? ¿Comienzas a vislumbrar, antes de que Yo te lo señale, alguna manera positiva de utilizar estas ilusiones?
Cuando pases por la condenación de los demás, te sentirás tentado a condenar. Cuando los demás se enfrenten a la condenación, se sentirán tentados a condenarte.
Cuando confrontes la superioridad de los demás, te sentirás tentado a considerarte superior. Cuando los demás confronten tu superioridad, se sentirán tentados a considerarse superiores a ti.
¿Puedes apreciar el patrón? ¿Comienzas a vislumbrar, antes de que Yo te lo señale, alguna manera positiva de utilizar estas ilusiones?
Es importante que veas el patrón. Con él han recubierto la estructura de su cultura. Por ello ustedes experimentan su realidad colectiva tal como se presenta sobre su planeta.
No necesitas que Yo te ofrezca más ejemplos de cómo alejarte de estas ilusiones y de cómo utilizarlas. De hecho, si continúo dándote ejemplos concretos, te volverás dependiente de Mí. Sentirás que no puedes comprender o saber cómo re-crearte de nuevo ante las experiencias cotidianas de la «vida real». Y comenzarás a rezar. Exclamarás: «¡Dios mío, ayúdame!», y luego Me darás las gracias si las cosas marchan bien, o me maldecirás si no es así, como si Yo concediera algunos deseos y negara otros… o, peor aún, como si Y o concediera los deseos de algunos y negara los de otros.
Esto te digo: la labor de Dios no es conceder o denegar deseos. ¿Con qué bases lo haría? ¿Bajo qué criterios?
Entiende esto, aunque no entiendas nada más: Dios no necesita nada.
Si no necesito nada, por tanto no tengo criterios bajo los cuales decidir si tu obtienes o no algo.
Esa decisión es tuya.
Puedes tomar esa decisión consciente o inconscientemente.
La has tomado inconscientemente durante siglos; más bien, durante milenios. La puedes tomar conscientemente de la siguiente manera:
A. Percibe la ilusión como tal.
B. Decide qué significa.
C. Re-créate de nuevo.
Utiliza las siguientes declaraciones de la verdad máxima como instrumentos para lograr lo anterior:
1. Nada en mi mundo es real.
2. El significado de todo es el significado que yo le confiero.
3. Yo soy quien yo digo que soy y mi experiencia es la que yo digo que es.
El mensaje que he dejado aquí para ti es tu intento de poner en palabras los complejos conceptos que comprendes intuitivamente en un nivel profundo e interior de conciencia.
La palabra ha llegado para ti y a través de ti. Si no tienes cuidado, te parecerá que va destinada a otra persona o que llegó por medio de otra persona. Eso es una ilusión.
Tú has traído esta experiencia, la has traído a través de ti. Es un proceso de remembranza.
Ahora tienes la oportunidad de transformar la palabra en experiencia física al reemplazar tus ilusiones para vivir una nueva realidad. Ésta es la transformación de la vida en tu planeta a la cual me he referido. Por ello inspiré a decir: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros».