172-Curso de autoestima

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172. La Dieta Mental de 7 Días

Autoestima 172- La dieta mental de 7 días – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

«El alma necesita pocas cosas; el cuerpo muchas.»

-George Herbert

Ha llegado a nuestras manos la traducción de un folleto que contiene magnífica ideas sobre una dis­ciplina mental de singulares alcances. Habiendo suje­tado el método a pruebas prácticas y después de hacer en ello ciertas modificaciones necesarias a nuestro medio, lo ofrecemos haciendo un voto de agradecimiento al anónimo autor de este contenido.

A tono con el interés material que impera en el mundo, se ha volcado sobre nosotros un verdadero alud de libros, panfletos y artículos que recomiendan toda clase de sistemas para la dietética que mejor pueda servir al metabolismo del individuo. Las calo­rías, las proteínas, las grasas, los almidones y otros componentes de la dieta alimenticia, han sido objeto de numerosos estudios y mediciones que dejan a uno confuso. Al final de cuentas, sólo una idea nos pare­ce clara e irrefutable, y ésta es que lo que se come hoy, en pocas horas estará absorbido en nuestra san­gre y después de pasar por los procesos de la asimila­ción, será lo que construya las células de nuestros tejidos, de tal manera que uno al fin y al cabo estará formado por lo que ha ingerido. Somos lo que hemos comido, y esto es una gran verdad respecto a nuestra constitución física.

Resulta igualmente irrefutable el comprender que en la dieta mental, el alimento que uno proporciona a la mente, el tipo de pensamientos con los cuales se le nutre, es determinante para el carácter final de una vida humana. Los pensamientos que uno escoge como habitantes o alimento habitual, son los que determinan lo que somos y el medio circundante, que nos rodea. Todo lo que ocurre en nosotros es el resultado de esta nutrición mental. Como ya lo hemos analizado en capítulos anteriores, nuestra persona­lidad, nuestra salud, nuestro éxito o fracaso en los negocios, en la familia, y en la vida, está totalmente condicionado por los pensamientos y por los estados emocionales que hemos escogido abrigar, y de igual manera, el futuro estará determinado por la dieta mental que ahora y en el futuro cada uno elija.

El individuo escoge las condiciones de su vida cuando selecciona los pensamientos que acepta alojar en su mente, pero esto que no ha sido un pro­ceso consciente y voluntario en el pasado puede serlo de ahora en adelante, y al cambiar el alimento mental, las circunstancias de una vida cambiarán ra­dicalmente. Cambiará el cuerpo, cambiarán las co­sas en el trabajo, cambiara el hogar, cambiará toda la tónica de la vida, y si tal vida ha pasado por sombras de temor y depresión, podrá limpiarse de ellas, y tor­narse habitualmente feliz y entusiasta.

Es perfectamente posible sentar las bases de una transformación de vital importancia mediante el plan de la DIETA MENTAL DE SIETE DIAS que aquí vamos a explicar junto con la forma de realizar­lo. Es evidente que cambiando la forma de pensar, se modificarán los estados de ánimo y aunque todo esto resulta obvio, hay que reconocer los problemas que existen en la práctica, y la primera dificultad estriba en que nuestros pensamientos están tan cerca de nosotros mismos que requiere cierto entrenamien­to el aprender a salirse de uno mismo y poder exa­minarlos objetivamente, pero habiendo interés por hacerlo puede lograrse con relativa facilidad. No sólo hay que considerar nuestro cúmulo pensante, sino también poder ver objetivamente nuestros senti­mientos o mundo emocional, pues de esto finalmen­te se plasma la felicidad o infelicidad de la persona así como su medio circundante.

Esto sin embargo se simplifica, pues al seleccionar los pensamientos, los estados de ánimo automáticamente se modifican. Es fundamental que este punto se capte claramente pues uno no puede ser sano, próspero Y feliz si se permite frecuentemente estados de ánimo domi­nados por rachas de temores y de mal humor, de im­paciencia de arrogancia y de rencor; en una palabra: de pensamientos negativos.

El solo hecho de que todos abriguemos el anhelo de alcanzar la felicidad es un claro indicio de que la vo­luntad superior desea que la tengamos pero es claro que se nos pide el mérito y el esfuerzo de buscada. Si una persona no se resuelve a hacer el intento por culti­var el hábito de pensar en forma saludable que le pro­porcione actitudes favorables, tendrá que abandonar toda esperanza de moldear su vida y transformarla en una vida feliz pues no hay otro camino. Una vez reco­nocida esta verdad no hay porqué titubear para co­menzar inmediatamente este entrenamiento que aun­que serán difíciles los primeros días y rápidamente se hará más fácil pues los resultados pronto se vislumbran y esto proporciona estímulo.

El controlar la mente en esta forma es el proyecto más interesante y emocio­nante que uno puede emprender y es sorprendente que con un poco de perseverancia casi desde el prin­cipio empieza uno a descubrir cosas altamente inte­resantes de sí mismo. Algunos que han oído hablar de estos métodos hacen esfuerzos esporádicos por seguirlos, pero como los cauces de hábitos anteriores están ya muy marcados y los impactos externos son constantes y variados si no se sigue un plan como el los siete días, no se progresa mucho y puede quedar todo el proyecto abandonado.

En cambio poniendo en práctica ciertas indicaciones que a continuación se explican, es posible formar nuevos hábitos de pen­samiento que servirán con mucha efectividad cuando uno esté preocupado, decaído, y aun durante el aje­treo natural al estar conscientemente atendiendo sus actividades de la vida diaria.

Únicamente se necesita hacerse el ánimo de dedi­car tan solo una semana a la tarea de construir un nuevo hábito mental, pero este proyecto debe em­prenderse en tal forma que durante una semana, to­do lo demás no tenga importancia en comparación con ello, y esa semana puede resultar la más signi­ficativa de nuestra vida y en verdad ser un punto que marque la transformación en el destino de un hom­bre. Logrado este objetivo toda la vida habrá cam­biado para bien y ya nada permanecerá igual.

Todo esto no es una receta ilusoria, es en verdad una reali­zación bien ubicada dentro de los conceptos científi­cos y es capaz, no tan sólo de investirnos de fortale­za para enfrentamos a la dificultades de la vida, sino que es en sí un poderoso solvente que tiende a evitar que las dificultades se formen, ya que se perfila cla­ramente el convencimiento de que no es uno el que tiene que cambiar las circunstancias de la vida, sino que éstas cambian espontáneamente cuando uno modifica sus actitudes. De hecho hemos fracasado en el pasado cuando hemos tratado de alterar deter­minadas circunstancias, pero ahora LA DIETA MENTAL DE SIETE DIAS nos dará la clave para este importante logro.

La receta es sencilla:

“Durante Siete Días Consecu­tivos no se deberá permitir ningún tipo de pensa­miento negativo”.

 Deberá ser una semana de la más absoluta vigilancia, como el gato que no parpadea ni permite que nada le distraiga cuando está atento en la caza de un ratón. Para esto será necesario estar alerta día y noche (pues hasta en el sueño, antes de dormir, conviene expresarse a sí mismo el firme propósito de no soñar cosas negativas) para no dar cabi­da a los pensamientos que no sean positivos, animo­sos, constructivos, y optimistas. Esta disciplina es dura y difícil de mantener conscientemente por más de una semana, pero este plazo de siete días es más que suficiente para establecer los cimientos y perci­bir cambios extraordinarios. El nuevo tipo de vida que se observará es tan impresionante y tan atractivo que de ahí en adelante los programas futuros surgi­rán por sí solos. Y la mentalidad así transformada buscará la forma de alinearse con la nueva orienta­ción que se habrá logrado.

Indudablemente que los siete días van a ser duros y no deben emprenderse sin considerar a fondo el esfuerzo, pues junto a esto, el ayuno físico y la gim­nasia matutina son juegos de niños, pero es sólo por una vez en la vida y esto la cambiará para siempre. Al cabo de estos siete días se habrá adquirido una pers­pectiva nueva y se habrá principiado a percibir la felicidad de un logro trascendental.

Este proyecto no debe empezarse impulsivamente, hay que pensarlo bien durante unos días, medir bien las fuerzas y finalmente lanzarse al plan pidiendo ayuda al Plano Superior para poder salir victorioso pues es una prueba cuyo éxito reviste tal importancia que amerita el buscar apoyo mediante una plegaria. La dieta se puede empezar cualquier día u hora, pero una vez principiada no debe inte­rrumpirse durante los siete días. Esto es indispensa­ble, es esencial. Debe ser una disciplina mental firme e inquebrantable si se desea obtener el cambio de mentalidad que resulte definitivamente orientada hacía una vida nueva, fecunda y dichosa.

En caso que se presente un mal principio debido a fallas que lo hagan a uno quebrantar la dieta en los primeros días, debe suspenderse el programa y en vez de intentar continuar con un plan remendado; descansar, analizar el porqué del fracaso, y dejando pasar algunos días, emprender nuevamente otro in­tento con entereza y nuevos brioso.

Antes de dar principio a la dieta y para reforzar el asalto a la fortaleza hay que tomar nota de algunos puntos. Aclaremos primeramente qué es un pensa­miento negativo. Cualquier pensamiento de temor, de fracaso, de enojo, de amargura, de crítica, de celos, de rencores, o malas voluntades pensamien­tos condenatorios para uno mismo o para otros, de enfermedades de accidentes, de pesimismo… en fin, todo lo que no afirme construya algo bueno. Todo esto es lo negativo.

Todo cuanto no sea positivo y constructivo ya sea hacía uno mismo o hacía los demás es negativo. Sin embargo, aunque la lista prohi­bida es larga, en la práctica no será difícil distinguir lo positivo de lo negativo, pues se verá que aunque la razón cerebral trate de justificar o disfrazar tales pensamientos, la voz del corazón nos dirá claramen­te la verdad. Por otra parte hay que entender bien que el Plan de la Dieta Mental solamente requiere que uno no dé pábulo, no preste alojamiento o. per­manencia, a los pensamientos negativos.

No son los pensamientos que llegan a la mente -ya sea brota­dos de uno mismo o provenientes de otros- lo que importa. Son los que uno deje permanecer o alimen­te, consintiéndolos y bordando en ellos, lo que hay que evitar. Esta aceptación o permanencia es lo que vamos a combatir. No importan los pensamientos que lleguen a uno con tal que no se les dé albergue. El mal estriba en cultivarlos o permitir su estancia. Es inevitable que muchos pensamientos negativos surjan durante el día, la conversación o las acciones de otros pueden ser negativas, el periódico, la radio, la televisión, nos traen impactos de crímenes O desas­tres…pero todo esto no importa con tal que uno lo rechace inmediatamente no dejándolo flotar en la mente. Una forma de lograrlo es la de rápidamente substituirlo por el polo opuesto o bien buscándole de inmediato su lado bueno o explicación filosófica en el sentido de que «todo es para bien» dentro del plan de la Inteligencia Superior.

Esto quiere decir que necesi­tamos tener un entendimiento espiritual de lo que verdaderamente se gesta detrás de las experiencias hu­manas y de que es el crecimiento y el progreso del ser en sus niveles recónditos lo que esencialmente tiene importancia, de tal manera que si nos toca tener contacto con alguna injusticia que no podemos remediar o con un accidente, no por ello es necesa­rio salirse del programa trazado. Se puede mantener una serenidad ecuánime no aceptando los valores aparentes de las situaciones y recordando que las calamidades en la vida son en verdad apariencias que no deben engañarnos ya que ocultan en su esencia valores positivos, aun cuando éstos no siempre se pueden comprender en el momento en que ocurren los hechos. Y cuando se encuentre algo que persiste en adherirse a nosotros y sentimos que nos faltan fuerzas para combatido, especialmente si es un pen­samiento negativo hacía determinada persona, puede ser valioso aplicar la Regla de Oro «no pienses hacía otro lo que no quisieras que se pensara hacía tí.»

El punto es defender a toda costa el propósito de­ completar esos siete días sin caer en la aceptación de corrientes negativas o destructoras, y cuando a pesar de una firme determinación se siente uno asediado duramente, no deberá titubearse en formular una plegaria pues estamos en un proyecto que induda­blemente cae dentro de la Gracia de Dios.

Se cita una analogía para poder entender mejor la actitud que es recomendable. Si un hombre está sen­tado cerca de una fogata y salta una brasa que le cae en la ropa; si él la sacude enérgica e inmediatamente, no le hará daño, pero si la deja permanecer por algu­nos momentos, dañará su ropa la habrá quemado. Este es el caso de los pensamientos negativos. Harán daño si les concedemos alguna permanencia, pero sacudiéndolos al punto, no dejarán huella. Así es que los problemas ordinarios que a diario encon­tramos en el trabajo, en la calle, en la casa, son normales y no afectarán la dieta si no les permitimos que empiecen a quemar dejándonos huellas de temor o desaliento. No hay que darles fuerza de poderes ne­gativos sino enfrentarlos con ánimo y con valor.

Habrá veces que nos vemos obligados a oír cosas en             la oficina, en la casa, o tal vez almorzando con un amigo y escuchamos temas que tienden a sacamos de la dieta, pero todo esto no la afectará en tanto que uno internamente no lo acepte y participe en ello. El secreto es no contaminarse o dejarse arras­trar a los comentarios o pensamientos de la misma índole. Si uno no puede diplomáticamente desviar la conversación, simplemente hay que aislarse privada­mente de las corrientes que puedan fluir en torno nuestro, recordando que en el mundo libre y sobera­no del interno, cada hombre es su propia ley y sólo él debe decretar los habitantes que allí puedan perma­necer.

Se ha observado que cuando una persona da prin­cipio a una dieta de este tipo, a menudo parece como si de pronto se agitaran todo género de dificul­tades y surgieran diversos problemas que complican el programa justamente cuando uno empieza a sen­tirse un tanto noble y elevado con su proyecto de dieta para la depuración mental. Esto puede ser des­concertante pero no debe desanimarnos pues es una buena señal porque revela que estamos ya en el ca­mino puesto que hemos despertado a la conciencia de lo que constituye pensamientos negativos, de los cuales antes ni nos percatábamos. Esto mismo debe­rá entonces hacemos redoblar el esfuerzo pues indica que hemos dado un paso adelante y nos en­contramos ya más conscientes de esta responsabi­lidad. Así que al percibir que las cosas parecen con­fabularse para hacer más difícil nuestra dieta mental, quiere decir que el proyecto marcha por buen camino y esto deberá alentarnos. Naturalmente que hay situaciones que no serán las más propicias para lan­zar esta primera prueba, y en tales casos será preferi­ble aguardar un momento más favorable. El punto es no abandonar el propósito y emprenderlo nueva­mente con entusiasmo y firme determinación pues hasta en un aparente fracaso se habrá aprendido algo que será ventajoso para el éxito final.

Por último, un consejo: Es altamente conveniente no decir a nadie que está uno haciendo esta dieta o inclusive que se propone llevarla a cabo. Es mucho más efectivo mantener el programa estrictamente privado, guardándolo para sí mismo, y de esta mane­ra se encontrará mayor fortaleza y concentración para este trabajo. Hay asuntos que solamente conser­van su más alto significado cuando, en vez de ser divul­gados, los gestamos en los recintos más íntimos de nuestro propio ser. Nuestras mejores batallas se li­bran en ese lugar silencioso y secreto donde podemos establecer comunicación reverente con nuestro Creador. Una vez que se haya terminado el Plan de la Dieta Mental y se hayan asimilado los resul­tados en la transformación que habrá de dar su fruto, ya habrá tiempo de pasar esta benéfica fórmula a otras personas que sean capaces de entenderla y obtener sus grandes beneficios.