164-Curso de autoestima

164-Curso de autoestima. Para ver en video: https://www.youtube.com/watch?v=6pltTPT7Xkg

164. Cómo Puedo Hacer lo que Quiero y Tener Éxito

Autoestima 164- Como puedo hacer lo que quiero y tener éxito – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

El destino no es cuestión de casualidad sino de elección. No es algo que haya que esperar, sino algo que hay que lograr.

-William Jennings Bryan.

Una pregunta que se hace la mayoría de las personas es ¿Cómo puedo hacer lo que realmente quiero y al mismo tiempo ganarme la vida?.

Las personas que se ganan la vida haciendo lo que les gusta son las personas que se empeñan en conseguirlo. No se rinden. Nunca ceden. Desafían a la vida si no les deja hacer lo que les gusta.  Pero hay otro elemento que se debe mencionar aquí, pues se trata de un elemento que se halla ausente en el razonamiento de la mayoría de las personas cuando inician su vida laboral.

Hay una diferencia entre ser y hacer, y la mayoría de la gente da más importancia a lo segundo.

No es cuestión de si “debería” o “no debería”. Es una cuestión de qué eliges, y como puedes conseguirlo. Si tú eliges la paz, la alegría y el amor, no conseguirás mucho a través de lo que hagas. Si escoges la felicidad y estar contento, poco de eso lograrás por la vía del hacer. Sí eliges una alta espiritualidad, un conocimiento supremo, una profunda sabiduría, una compasión sin límites, una conciencia total, una plena realización, poco de eso lograrás como resultado de lo que hagas.

Hacer es una función del cuerpo. Ser es una función del alma. El cuerpo siempre esta haciendo algo. Cada minuto de cada día tiene algo entre manos. Nunca se detiene, nunca descansa; constantemente está haciendo algo.

O bien hace lo que hace por mandato del alma, o bien lo hace a pesar del alma. La calidad de tu vida depende de qué predomine en este equilibrio.

El alma siempre está siendo. Esta siendo lo que está siendo independiente de lo que haga el cuerpo, no a consecuencia de lo que haga el cuerpo.

Si piensas que tu vida se basa en el hacer, no entiendes de qué se trata.

A tu alma no le importa lo que hagas para ganarte la vida (y cuando tu vida termine, tampoco a ti te importará que hayas hecho). A tu alma sólo le importa qué eres mientras haces lo que hagas para ganarte la vida. Lo que el alma busca es el estado del ser; no el estado del hacer.

Tu alma es tu parte de Dios, y lo sabe. Lo que hace es tratar de experimentarlo. Y lo que recuerda es que la mejor forma de tener esta experiencia no es haciendo algo. Eso no tiene nada que ver con ser cualquier cosa que quieras ser. Feliz. Triste. Débil. Fuerte. Alegre. Vengativo. Perspicaz. Ciego. Bueno. Malo. Macho. Hembra. Lo que quieras. Lo digo literalmente lo que quieras.

En el plano físico tratamos de encontrar una manera de seguir vivos, de sobrevivir, de mantenernos a nosotros mismos y a nuestras familias, haciendo lo que nos gustaría hacer, ó al menos eso debiéramos hacer.

Algunas personas ganan montones de dinero haciendo lo que hacen; otras apenas ganan, y hacen lo mismo. ¿Dónde está la diferencia?

Algunas personas tienen más capacidad que otras. Ese es un primer aspecto; pero vamos al segundo. Imaginemos dos personas con unas capacidades relativamente iguales. Ambas se licenciaron en la universidad, ambas fueron el número uno de su promoción, ambas conocen lo esencial de su trabajo, ambas saben cómo utilizar sus instrumentos con gran facilidad; sin embargo, una lo hace mejor que la otra, una prospera mientras la otra sigue luchando. Esto se debe a la situación. En otras palabras: no “¿qué vas a hacer?”, sino “¿dónde vas a estar?”.

En el ejemplo de los dos trabajadores igualmente cualificados, uno tiene éxito y el otro no, no debido a lo que hace cualquiera de los dos, sino debido a lo que ambos son.

Una persona es abierta, amistosa, cuidadosa, servicial, considerada, animada, confiada, y además está contenta con su trabajo, mientras que la otra es cerrada, distante, descuidada, desconsiderada, gruñona, y está resentida por hacer lo que hace.

¿Y si escogieras los estados más elevados del ser? ¿Y si eligieras la bondad, la misericordia, la compasión, el conocimiento, el perdón, el amor? ¿Cuál sería entonces tu experiencia?

Te lo aseguro: El ser atrae al ser, y produce experiencia.

No estás en este planeta para producir algo con tu alma. Tu cuerpo es, simple y llanamente, el instrumento de tu alma. Tu mente es la fuerza que hace que el cuerpo funcione. De modo que lo que tienes es una poderosa herramienta utilizada en la creación del deseo del alma en un sentido amplio aspira a ser Dios.

Esto es muy complejo ya que esa aspiración posee múltiples dimensiones, múltiples sentidos, múltiples facetas. Hay un millón de aspectos de Dios. Un billón. Un trillón. Incluye lo profano y lo profundo, lo más pequeño y lo más grande, lo más vacío y lo más sagrado, lo más horrible y lo más piadoso, ¿sabes?

De modo que el alma se enfrenta a una grandiosa tarea; un enorme menú de posibilidades de ser entre las que elegir. Y eso es lo que está haciendo en este momento. Eligiendo estados del ser.

Sí; y produciendo luego las condiciones apropiadas y perfectas para crear la experiencia de ello. Es, pues, cierto que todo lo que te ocurre, o de lo que ocurre por mediación tuya, es en aras de un bien superior.

Tu alma te procura las oportunidades apropiadas y perfectas de que experimentes exactamente lo que has planeado experimentar. Lo que realmente experimentes depende de ti. Puede que sea lo que planeabas experimentar, o puede que sea otra cosa distinta, dependiendo de lo que hayas elegido.

Tu espíritu aspira, en el más amplio sentido, al grandioso momento en el que tengas plena consciencia de sus deseos, y confluyas en gozosa unidad con ellos. Pero el espíritu no impondrá nunca jamás su deseo a la parte presente, consciente, física de ti, esto da oportunidad en el uso de tú libre albedrío que elijas algo que no quisieras experimentar.

El cuerpo trata muy a menudo de controlar la mente, y frecuentemente con éxito.

Sin embargo, el cuerpo y la mente juntos no tienen nada que hacer  a la hora de controlar el alma, ya que el alma se halla totalmente libre de necesidad (a diferencia del cuerpo y la mente, que están encadenados a ella) y, por ello, deja que el cuerpo y la mente hagan siempre lo que quieran.

En cambio, para el alma no habría otro camino posible; puesto que, si la entidad que tú eres ha de crear – y, en consecuencia, conocer – quién es realmente, deberá hacerlo mediante un acto de decisión consciente, no por un acto de obediencia inconsciente.

La obediencia no es creación; por lo tanto, nunca puede producir la salvación.

La obediencia es una respuesta, mientras que la creación es decisión pura, no exigida, no necesaria.

La decisión pura produce la salvación por medio de la creación pura de la idea más elevada en ese momento.

La función del alma consiste en indicar su deseo, no en imponerlo.

La función de la mente consiste en decidir entre distintas alternativas.

La función del cuerpo consiste en llevar a cabo esa decisión.

Cuando el cuerpo, la mente y el alma crean juntas, en unidad y armonía, Dios se hace carne.

Es entonces cuando el alma se conoce a sí misma en su propia experiencia.

Es entonces cuando los cielos se llenan de júbilo.

Ahora mismo, en este momento, tu alma te ha creado de nuevo una oportunidad de ser, hacer y tener lo necesario para conocer Quién Eres Realmente.

Tu alma te ha conducido hacia las palabras que estás leyendo en este momento, igual que antes te había conducido hacia palabras de verdad y sabiduría.

¿Qué harás ahora? ¿Qué decidirás ser?

Tu alma espera, y observa con interés, como ha hecho muchas otras veces.

Es cierto que, cuando alcanzas determinados estados del ser durante un período de tiempo prolongado, resulta muy difícil eludir el éxito en aquello que estés haciendo en el mundo. Pero no debes preocuparte por “ganarte la vida”. Los auténticos Maestros son aquellos que han elegido ganar la vida, en lugar de ganarse la vida.

De determinados estados del ser brotará una vida tan rica, tan plena, tan magnífica y tan valiosa, que los bienes y el éxito mundanos dejarán de preocuparte.

La ironía de la vida es que, en cuanto los bienes y el éxito mundanos dejan de preocuparte, éstos empiezan a afluir hacia ti.

Recuerda que no puedes tener lo que quieres, sino que puedes experimentar lo que tienes.

Voy a repasarlo de nuevo con más detalle. El pensamiento es creador. ¿De acuerdo? La palabra es creadora. La acción es creadora. Pensamiento, palabra y obra son los tres niveles de la creación. ¿Me sigues? Bien. Ahora vayamos de momento al tema del “éxito personal”, Entonces, ¿tú tienes el pensamiento: “Yo quiero éxito personal”?

¿Y a veces tienes también el pensamiento: “Yo quiero más dinero”?

Entonces, no puedes tener ni éxito personal ni más dinero. ¿Por qué no?

Porque el universo no puede hacer otra cosa que producir la manifestación directa de tu pensamiento.

Tu pensamiento es: “Yo quiero éxito personal”. Has de entender que el poder creador es como un genio en una botella. Tus palabras son órdenes para él. Tus palabras son: “Yo quiero éxito”. Y el universo responde: “De acuerdo”.

La palabra “yo” es la clave que pone en marcha el motor de la creación. Las palabras “yo quiero” son sumamente poderosas. Son afirmaciones al universo. Órdenes.

Ahora bien: cualquier cosa que siga a la palabra “yo” (que hace que surja el gran Yo Soy) tiende a manifestarse en realidad física.

Por lo tanto, “yo” + “quiero éxito” produce que tú quieras éxito. “Yo” + “quiero dinero” produce necesariamente que tú quieras dinero. Y no puede producir otra cosa, ya que los pensamientos y las palabras son creadores. También lo son los actos. Y si tú actúas de un modo que afirme que quieres éxito y dinero, entonces tus pensamientos, palabras y actos están de acuerdo, y puedes estar seguro de que tendrás la experiencia de este “querer”.

Así funciona

¡Y tanto! Eres un creador sumamente poderoso. Ahora bien, te concedo que si has tenido un pensamiento, o has hecho una afirmación, sólo una vez – por ejemplo, en un momento de enfado o frustración -, no es probable que vayas a convertir tales pensamientos o palabras en realidad. Así, no debe preocuparte decir “¡Muérete!” o “¡Vete al infierno!” o todas las demás cosas poco agradables que a veces dices o piensas.

Sin embargo, si repites un pensamiento, o pronuncias una palabra, una y otra vez – no una vez ni dos, sino docenas, centenares, millares de veces -, no tienes idea de su poder creador.

Un pensamiento  o una palabra expresado y vuelto a expresar se convierte justamente en eso: en expresado. Es decir, en algo exteriorizado. Se convierte en algo realizado externamente. Se convierte en tu realidad física.

Muy a menudo produce: fastidio. Tú amas el fastidio, el pesar, el drama; es decir, en tanto no hagáis otra cosa. Habrá un determinado momento en tu evolución en el que dejaréis de amar el drama, dejaréis de amar la “historia” que has vivido hasta ahora. Es entonces cuando decides – eliges activamente – cambiarla. Sólo que la mayoría no sabe como hacerlo; y tú ahora sí lo sabes. Para cambiar tu realidad, simplemente deja de pensar como lo haces.

En este caso, en lugar de pensar: “Yo quiero éxito”, piensa: “Yo tengo éxito”. Se que si en este momento no tienes el éxito tu mente puede gritarte: “¡No digas idioteces!”.

Entonces, piensa un pensamiento que puedas aceptar: “Ahora voy a tener éxito”, o “Cada vez estoy más cerca del éxito”. Así es el truco de las técnicas de afirmación que proponen muchos autores.

Las afirmaciones no funcionan si no son más que declaraciones de algo que quieres que sea verdad. Las afirmaciones sólo funcionan cuando son declaraciones de algo que ya sabes que es verdad.

La mejor “afirmación” es una declaración de gratitud y reconocimiento. “Gracias, Señor, por darme el éxito en mi vida”. Ahora bien, esa idea, pensada, dicha y realizada, produce resultados maravillosos cuando proviene de un auténtico conocimiento; no de un intento de producir resultados, sino de le consciencia de que los resultados ya se han producido.

El poder de creación con que cuentas hace que cada pensamiento, palabra u obra reflejan tu consciencia. Así pues, si hay algo que decidas experimentar en tu vida, no lo “quieras”; decídelo.

¿Decides tener éxito en cualquier término que tú quieras? ¿Decides tener más dinero? Bien. Entonces, decídelo. Realmente. Plenamente. Con convicción.

Sin embargo, no debes sorprenderte si en una determinada etapa de tu desarrollo el “éxito personal” deja de preocuparte.

Llega un momento en la evolución de toda persona en que la preocupación principal ya no es la supervivencia o el cuerpo físico, sino el desarrollo del espíritu; ya no el logro del éxito material, sino la realización del Yo.

En cierto sentido, se trata de un momento muy peligroso, particularmente al principio, puesto que la entidad que se aloja en el cuerpo ahora sabe que es justamente eso: un ser en un cuerpo; no un ser corpóreo.

En esta etapa, antes de que la entidad en desarrollo madure este punto de vista, a menudo se produce un sentimiento de absoluta despreocupación respecto a los asuntos del cuerpo. ¡Tan entusiasmada está el alma con el ser por fin “descubierto”!

La mente abandona el cuerpo, y todos los asuntos del cuerpo. Todos son ignorados. Se abandonan las relaciones. Las familias desaparecen. Los trabajos pasan a segundo plano. Las facturas se quedan por pagar. El propio cuerpo se deja sin alimentar durante largos períodos. Todo el centro de atención de la entidad se desplaza al alma, y a los asuntos del alma.

Esto puede conducir a una importante crisis personal en la vida cotidiana del ser, aunque la mente no perciba ningún trauma. Vive suspendido en la felicidad. Los demás te dicen que has perdido el juicio; y en un sentido es cierto.

El descubrimiento de la verdad de que la vida no tiene nada que ver con el cuerpo puede crear un desequilibrio hacia el otro extremo. Mientras que antes la entidad actuaba como si el cuerpo fuera todo lo que hay, ahora actúa como si el cuerpo no importara en absoluto. Esto, por supuesto, no es cierto; cosa que la entidad pronto recordará (a veces dolorosamente).

Eres seres constituidos por tres partes: cuerpo, mente y espíritu. Siempre estarás constituido por tres partes, y no únicamente mientras viváis en la Tierra.

Esta materia es la coagulación de un millón de billones de trillones de diferentes unidades de energía en una enorme masa, controlable por la mente… ¡Realmente tienes una mente superior!

Cuando todas esas minúsculas unidades han expandido su energía, son descartadas por el cuerpo, mientras que la mente crea otras nuevas. ¡Esto lo crea la mente a partir de su pensamiento continuo acerca de Quien Eres! El cuerpo etéreo “atrapa” el pensamiento, por así decirlo, y reduce la vibración de más unidades de energía (en cierto sentido, las “cristaliza”), las cuales se convierten en materia; la nueva materia que te constituye. De este modo, cada célula de tu cuerpo cambia cada varios años. En un sentido totalmente literal, no eres la misma persona que eras hace cinco años.

Si piensas pensamientos de malestar o enfermedad (o continuo enfado, odio y negatividad), tu cuerpo traducirá dichos pensamientos a una forma física. La gente verá esta forma negativa y enfermiza, y dirá: “¿Qué pasa?”. No sabrá cuan acertada es.

El alma contempla la representación de todo este drama, año tras año, mes tras mes, día tras día, momento a momento, y siempre se halla en posesión de la Verdad sobre ti. Nunca olvida el proyecto; el plan original; la primera idea; el pensamiento creador. Su tarea consiste en hacer que recuerdes, que rememores una vez más Quién Eres, y luego decidas Quién Quieres Ser ahora.

Así, el ciclo de creación y experiencia, imaginación y realización, conocimiento y evolución hacia lo desconocido, continúa, ahora y para siempre jamás.

Si dices: “Pero… hay otras personas que dependen de mí… bocas que alimentar… una esposa que cuenta conmigo”, te responderé que, si insistes en que tu vida se basa en lo que hace tu cuerpo, es que no has entendido para qué has venido aquí. Por lo menos, haz algo que te agrade, que manifieste Quién Eres.

Con ello podrás alejar de ti el resentimiento y la cólera hacia aquellos que imaginas que te privan de tu alegría.

No es que lo que hace tu cuerpo no sea importante. Pero no del modo en que tú crees. Las acciones del cuerpo constituyen reflejos de un estado del ser; no intentos de alcanzar un estado del ser.

En el verdadero orden de las cosas no se hace algo para ser feliz, sino que se es feliz y, en consecuencia, se hace algo. No se hace algo para ser compasivo, sino que se es compasivo y, en consecuencia, se actúa de determinada manera. En una persona de conciencia elevada, la decisión del alma precede a la acción del cuerpo. Sólo una persona inconsciente trata de producir un estado del alma a través de lo que hace el cuerpo.

Esto es lo que significa la afirmación: “Tu vida no se basa en lo que hace tu cuerpo”. Sin embargo, es cierto que lo que hace tu cuerpo es un reflejo de aquello en lo que se basa tu vida.

Tienes derecho a tu propia alegría.  Tengas o no tengas hijos; tengas o no tengas esposa. ¡Búscala! ¡Hállala! Y tendrás una familia alegre, prescindiendo de cuanto dinero ganes o dejes de ganar. Pero si, en lugar de eso, te abandonan, entonces déjales partir con amor en busca de su propia alegría.

Sí, por otra parte, has evolucionado hasta el punto de que los asuntos del cuerpo han dejado de preocuparte, serás aún más libre para buscar tu propia alegría, incluso de ser feliz en tu trabajo.

Tu trabajo en la vida es una afirmación de Quién Eres. Y si no lo es, entonces ¿por qué lo haces?

¿Acaso crees que tienes que hacerlo?

No tienes que hacer nada.

Si “el hombre que mantiene a su familia, cueste lo que cueste, aún a costa de su propia felicidad” es Quién Tú Eres, entonces ama tu trabajo, puesto que facilita tu creación de una afirmación viviente de tu Yo.

Si “la mujer que realiza un trabajo que detesta para hacer frente a las responsabilidades que considera que tiene” es Quién Tú Eres, entonces ama, ama, ama tu trabajo, puesto que sostiene plenamente tu imagen de tu Yo, tu concepto de tu Yo.

Todo el mundo puede amar todo lo que hace desde el momento en que entienda qué está haciendo, y por qué.

Nadie hace nada que no quiere hacer.

Te diré algo: Cuanto te levantes diariamente antes de levantarte pregúntate ¿si hoy fuera el último día de mi vida, haría hoy lo que tengo que hacer? Ó ¿haría otra cosa? Si tu respuesta de un día es: Otra cosa, bien, pero si durante varios días tu respuesta sigue siendo otra cosa, algo anda mal, haz un cambio.

Einstein definió “Locura es seguir haciendo las mismas cosas y esperar resultados diferentes”.