056-Curso de autoestima

056-Curso de autoestima.

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56. Valor: Trabajo

Autoestima 056- Valor trabajo – Curso de autoestima – Podcast en iVoox

El trabajo tiene, entre otras ventajas, la de acortar los días y prolongar la vida.

DENIS DIDEROT Escritor francés

Estos últimos días me he encontrado con perso­nas que me han comentado lo difícil que les ha resultado encontrar un trabajo. Me lo han dicho desde alumnos recién egresados de universidades particulares, hasta adultos que por una u otra ra­zón tuvieron que salir de su empleo anterior y no han encontrado trabajo. Esta vivencia es la que más me ha motivado a reflexionar y a escribir al­go acerca de esta angus6ante dinámica social del ser humano: el trabajo.

Por miles de años el hombre ha tenido que tra­bajar para obtener lo que quiere, de hecho, me resulta impactante que incluso en la Biblia –en un pasaje del Génesis donde se narra la historia en que Adán y Eva desobedecen al Creador y co­men del fruto prohibido del Árbol del Conoci­miento del Bien y el Mal-, Dios le dice a Adán: «Mediante el sudor de tu rostro comerás hasta que vuelvas a la tierra de que fuiste formado…».

 Que motivante, ¿no cree? Ya me imagino la cara de Adán en ese momento. En fin, lo que sucede es que ese tipo de ‘historias han distorsionado enormemente la más auténtica dicha que signifi­ca trabajar, haciéndolo parecer como un castigo divino. ¿Acaso no lo ha llegado a pensar usted en algún momento de su vida? O, ¿no ha escuchado a alguien que se queja continuamente por «tener que» ir a trabajar, tal como si fuera una sanción? Me imagino que su respuesta es afirmativa (por lo menos para la segunda pregunta). La creencia de que el trabajo es un castigo como resultado del pecado original ha desmoralizado a muchas personas, y es una creencia totalmente errónea. Es una verdadera lástima que mucha gente afir­me que el trabajo es un castigo ya que «nos tie­nen que pagar para hacerlo», como compensando «el sacrificio»; Que peor aún, he escuchado a perso­nas que opinan del trabajo que se trata de algo tan desgastante que cuando alguien comete algu­na falta, como castigo le dan más horas de traba­jo.

Mi frustración es que este último ejemplo es cierto, y opera para un número muy grande de empleados en mi país. Si haces algo mal, si llegas tarde, pues te quedas dos horas más trabajan­do. Esas medidas correctivas» de muchos jefes me parecen algo así como la determinación de que sus empleados purguen una condena, ¿no lo cree? En fin, el resultado es que esas dinámicas hacen que mucha gente siga creyendo que el tra­bajo es una desdicha, un mal necesario.

En este momento para crecer lo invito a gene­rar una NUEVA CONCIENCIA ante el trabajo, ya que la conciencia que tienen muchas personas acerca de él en estos días se inclina por el error de creerlo un castigo»; en cambio, una NUEVA CONCIENCIA del trabajo nos lo debe hacer perci­bir como un auténtico valor de orden superior; El trabajo es una verdadera dicha, es una fortuna poder estar invirtiendo nuestro tiempo en la creación de algo para el servicio de los demás y que, al mismo tiempo, nos ayude a perfeccionar­nos como personas.

El trabajo distingue al hombre de los demás seres vivientes porque requiere inteligencia y vo­luntad; es decir, el trabajo requiere de la dimen­sión espiritual del ser humano. Por ello, en sentido estricto, los animales no trabajan puesto que sólo responden a instintos o a estímulos im­puestos por la naturaleza, y de esta manera no pueden elegir.

            El trabajo, percibido con una NUEVA CONCIEN­CIA, resulta ser el ejercicio de las facultades hu­manas en función de la realización de su propia naturaleza, y por ello mediante el desarrollo de tal ejercicio el hombre se perfecciona al ir satis­faciendo sus necesidades básicas. Por tanto, el trabajo es un medio de realización y perfecciona­miento para la persona, que le permite obtener sus medios de subsistencia, y le ayuda a lograr un mundo cuyas estructuras sean más acordes con su dignidad, con lo que realmente quiere de la vi­da. Este último comentario me resulta en especial fascinante. Lo percibo así de emocionante por­que siempre que me critican a mí, o a cualquiera persona con una NUEVA CONCIENCIA, acerca de lo fácil que han resultado las cosas para nosotros, de que vivimos en un mundo «color de rosa», de que no quere­mos ver que las cosas son más difíciles en el mundo «verdadero» de allá fuera, pues, con todo respeto, me río de esos comentarios carentes de conocimiento de causa y, al mismo tiempo, me hacen reflexionar en lo que a continuación com­partiré: lo que pasa es que verdaderamente da­mos «una imagen» de que no tenemos problemas, de que todo marcha en orden dentro del marco del bien, la verdad y la belleza.

Sin embargo, lo que no saben muchas de las personas que nos cri­tican, es que ese mundo mágico y bello en el cual hemos decidido vivir, es un mundo que «hemos creado» mediante nuestro trabajo. Entonces, efectivamente nuestro mundo es bello, pero para entrar en él primero lo tuvimos que hacer, tuvimos que trabajar muy intensamente para forjar lo que hoy es tener una NUEVA CONCIENCIA y ahora sí, hoy por hoy nos hemos dedicado a vivir y a gozar del apasionante ambiente que «he­mos creado» emocionados de existir de esta manera. Vivir ó realizar un trabajo así, lo confieso, es algo verdadera­mente fascinante, y no por ello deja de ser un tra­bajo. O bien, si lo quieren ver de otra manera, sí ha dejado de ser un trabajo propio de una con­ciencia arcaica y obsoleta, ha dejado de ser un trabajo de la idea «castigo». Es un placer desarrollar nuestro «trabajo» porque tenemos la dicha de estar enamorados de lo que hacemos, y hemos encontrado aquí nuestra constante realización y crecimiento en el apasionado arte de ser persona. Nuestra realidad actual fue un sueño de hace mu­chos años; lo que lucimos que sucediera entre el momento en que surgió el sueño y la realidad de hoy se llama trabajo.

Siguiendo con este breve ensayo acerca de «el trabajo», debemos saber que todos nacemos con necesidades, todo ser humano aparece precario, de sentidos pobres, sujeto a las inclemencias del tiempo, desnudo e inseguro, y es por ello que «necesita» del trabajo, incluso para su conserva­ción; el hombre crece, satisface sus necesidades y se desarrolla «trabajando». El hombre, que po­see por naturaleza una dignidad especial, inde­pendientemente de lo que piense o haga, puede perfeccionarse mediante su trabajo. Éste ayuda al hombre a mostrar su supremacía sobre el mundo transformándolo para hacerlo mejor. Es, enton­ces, cuando se entiende que el hombre no está supeditado a su trabajo, sino que éste está supe­ditado a él. Dado que el hombre es el sujeto del trabajo, sólo el hombre puede ser el punto de re­ferencia para determinar la bondad del trabajo que realiza. Así, no hay buenos o malos trabajos, sólo existe la bondad o maldad de quien lo reali­za. De un trabajo se podrá decir que es más bue­no y, por ende, más valioso en tanto perfeccione a la persona que lo desempeña. El trabajo es más valioso no tanto en función de lo realizado, sino de quien lo realiza. Todo esto es lo que debe su­ceder en un trabajo justo, digno y honorable. De lo contrario, estaríamos hablando de un trabajo injusto; aquel con el que se degrada al hombre impidiendo su desarrollo pleno como persona, sería un trabajo que atenta contra su naturaleza y minimiza su dignidad.

Por lo anterior, el hombre siempre debe esfor­zarse por realizar lo mejor posible su trabajo. Son en esos momentos, los de orgullo propio, cuando se experimenta el placer del deber cum­plido, realizado con nuestro mayor talento. Ese placer del que le hablo es privilegio de la persona íntegra, de un ser humano responsable. Creo que con lo comentado hasta el momento, bien valdría la pena hacer un alto y detenemos a pensar en nuestro trabajo. Me permitiré hacerle cuatro pre­guntas de gran trascendencia: ¿Es feliz en su tra­bajo? ¿Le gusta lo que hace? ¿Siente que su trabajo es su fuente de realización constante? ¿Capta claramente que aquello que hace en su trabajo es, finalmente, para servir a otros seres humanos? Respóndase estas preguntas, por fa­vor.

Le garantizo que dar respuesta sincera a estas preguntas le generará un gran momento para cre­cer como persona. Mi mayor ilusión es que haya respondido afirmativamente a todas las cuestiones, es ahí cuando más emoción por existir vive un ser humano. De lo contrario, si la mayoría de sus respuestas fueron negativas, por favor dése la oportunidad de cambiar de trabajo o, por lo me­nos, de cambiar el enfoque que tiene del mismo. Eso ya sería de gran utilidad en su vida.

Permítame comentarle otro aspecto fundamen­tal: el trabajo debe siempre asegurar un margen de libertad donde el hombre haga suya la activi­dad que realiza. Nos debemos sentir con todo el derecho de autoría por aquello que realizamos. Esa sensación de saberse el autor del resultado de un trabajo es muy motivante para seguir hacién­dolo con gusto. La responsabilidad que se genera de esa motivación es lo que hace que «queramos ir» a trabajar, en lugar de la desgastante obliga­ción que generan otras razones (tipo castigo) para­ trabajar, siendo éstas a su vez las que hacen que «tengamos que ir» a trabajar sin gusto, como purgando una condena.

El trabajo debe ser remunerado, absolutamente por todo trabajo se debe recibir, por justicia, una remuneración. Ésta debe garantizar la subsisten­cia del hombre que realiza el trabajo y la de su familia, ésa es una de las grandes responsabilida­des del Estado; pero la realidad en este país, don­de el Estado es incapaz de remunerar a sus trabajadores para su mínima y digna subsisten­cia, aplaudo y felicito la gran labor de «los em­presarios», aquellos seres humanos con una visión tan grande y comprometida con un fin co­mún, quienes realmente dan el trabajo dignamen­te remunerado a las personas que lo necesitan. Mi mayor reconocimiento para los empresarios que remuneran material y espiritualmente’ a sus trabajadores. El trabajo así realizado, idealmente, debe permitirle vivir con decoro y con cierta co­modidad a quien lo desarrolla, debe permitirle te­ner acceso a la cultura y a la propiedad privada, protegerlo contra la enfermedad y ayudarlo en su vejez. Recuerde algo muy importante: si usted trabaja, entonces merece; si le gusta merecer, póngase a trabajar.

            Si eres trabajador, no te morirás de hambre; el hambre puede llegar a la puerta del hombre laborioso, pero no se atreve a entrar.

BENJAMIN FRANKLIN Filósofo, físico y político estadounidense

Quiero invitarlo a hacer una reflexión más: el trabajo también es fruto del amor y es un bien para el hombre; por tanto, es un valor que expre­sa la dignidad del hombre. Cuando el trabajo transforma correctamente la naturaleza y contri­buye a que el hombre sea mejor actualizando sus potencialidades y colaborando con los demás, conviviendo con sus semejantes, surge uno de los más grandes desafíos del trabajo: las relaciones humanas. Ahora, viene a mi mente una de las cá­tedras a las que asistí cuando estaba estudiando un diplomado en Filosofía del Hombre, acerca de la dimensión que el trabajo ocupa en la vida de un hombre. En ella aprendí que: el trabajo ayuda al ser humano a combatir uno de sus más grandes miedos, le ayuda a combatir su soledad, a no sa­berse aislado y sentir que pertenece a un grupo.

En el trabajo olvido mis sufrimientos…

            ¡El trabajo es mi salvación!

HONORÉ DE BALZAC

            Escritor francés

Saber que ir a trabajar nos mantiene en comuni­cación con otros seres humanos tal vez sea una de las razones por la que muchas personas de la tercera edad no desean jubilarse. Piénselo. Ade­más, ¡qué triste y aburrido sería no tener absolu­tamente nada que hacer, ningún trabajo que realizar! Ahora recuerdo una frase que dijo Ro­nald Reagan durante su mandato como presiden­te de los Estados Unidos de América: «Recesión es cuando tu vecino se queda sin empleo; depre­sión es cuando lo pierdes tú…»

Reflexione, y dé gracias a Dios por la dicha de tener un trabajo, por la fortuna de poder ir a tra­bajar y, así, tener la oportunidad de manifestar su grandeza. Sin embargo, necesito aclarar algo: us­ted no necesita estar contratado en una empresa para sentir que tiene trabajo, no necesita saberse empleado de alguien, no, en absoluto. Para expe­rimentar el placer de trabajar sólo necesita inteli­gencia y voluntad, y ambas facultades ya las lleva dentro. De sí, son su más auténtica identidad como ser humano. Siempre habrá algo que hacer por los demás, es a ese trabajo al que me refiero.

Siempre existirá en su vida la libre decisión para actuar y emprender la acción en beneficio de otros; ese tipo de trabajo, esa labor, ese compro­miso es, sin duda algunas, otra razón para que pueda experimentar día con día, su… ¡Emoción por existir!