043-Curso de autoestima
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43. Cómo se Forman las Creencias
Autoestima 043- Como se forman las presencias – Curso de autoestima – Podcast en iVoox
“Un mundo nuevo no es más que un nuevo modo de pensar.»
-Willian C. Willian
Cada uno de nosotros tiene una serie de creencias personales adquiridas a lo largo de nuestra vida.
Las creencias no se basan en un sistema de ideas lógicas. Han sido interiorizadas en nuestra mente conciente e inconciente provenientes de nuestro medio ambiente sobre todo en los importantes años de la infancia nuestra familia juega un papel fundamental, desgraciadamente en nuestra cultura, es un cariño condicionante, cuando los padres quieren que sus hijos reaccionen como ellos desean, suelen comportarse de maneras particulares. Estas maneras pueden ser:
Mártires: controlan al niño haciéndolo responsable de su sufrimiento y culpable por todo lo que pueda querer o hacer que no le caiga bien a estos mártires, a quienes nada les viene bien, y recurren a las quejas, los reproches, las lagrima, las amenazas de que les va a dar una ataque, etcétera.
- ¿Ves cómo me sacrifico por ti y no te importa?
- ¿Dejé todo para criarte y me lo pagas haciendo eso?
- ¿En qué nos equivocamos que nos haces estas cosas?
Dictadores: controlan al niño o a la niña atemorizándolos cuando hacen algo no autorizado, son estrictos y amenazantes para que obedezcan y todo los enfurece. Condenando de manera inapelable al niño, con burlas, gritos, despliegue de poder y dominación.
- ¿Cómo puedes ser tan estúpido/a, cómo no te das cuenta de las cosas?
- ¡Te avisé y ahora vas a ver lo que te pasa por no obedecer!
- Yo no tengo que darte explicaciones, lo haces porque te lo ordeno y punto.
A veces estos roles (mártir y dictador) se combinan, se alternan y agregan más confusión a los niños porque también van acompañados con demandas o manifestaciones de cariño. Y si un hijo llega a quejarse, a llorar o a reclamar por el trato que recibe puede volver a ser juzgado, culpado y descalificado.
Según se hayan comunicado nuestros padres con nosotros así van a ser los ingredientes que se incorporen a nuestra personalidad, nuestra conducta, nuestra manera de juzgarnos y de relacionarlos con los demás.
Esas voces quedan resonando dentro de nosotros toda la vida. Por eso hay que aprender a reconocerlas y anular su poder para que no nos sigan haciendo sufrir, para liberarnos de esos mandatos distorsionados y para no volver a repetírselos a nuestros hijos e hijas.
Ninguna forma de maltrato es educativa y ningún mensaje o comunicación que culpabiliza, critica, acusa, insulta o reprocha es un buen estímulo para nadie. Y menos en la infancia, cuando no hay posibilidades de defenderse, protegerse o entender que es la impotencia y el desconocimiento de otras formas de trato lo que lleva a los padres y madres a asumir ese papel de mártir o de dictador.
Lo primero que hay que entender es que no podemos hacernos cargo toda la vida de los problemas que amargaron o hicieron de nuestros padres y madres personas mártires o dictadoras. Basta con empezar a investigar de qué manera nos afectaron esas actitudes, para comenzar a liberarnos de sus efectos y no repetir nada de esto con los propios hijos e hijas, con nuestros alumnos, con cualquiera de nuestros niños o niñas que puedan estar a nuestro cuidado.
Entender esto es muy importante porque QUE SEAN CUALES SEAN LAS CIRCUSTANCIAS, EL EXITO O EL FRACASO DE LAS PERSONAS, SE ESTARA BASADA EN SUS OPINIONES, CREENCIAS Y CONVICCIONES.
La función de esta forma de ver el mundo que nos fué enseñada no es coincidir con la realidad. Recuerden que la mente no sabe lo que es real y lo que no es real, sino que las creencias que forman una parte esencial de nuestra estructura mental. Por lo tanto las creencias funcionan como la fe; no hay un sustento concreto que las compruebe, son generalizaciones mentales a las cuales les damos el poder de convertir en realidad lo que no se ve. Las creencias se pueden instalar por medio del aprendizaje o por alguna vivencia.
Cuando tenemos una creencia instalada, actuamos como si fuera verdad y eso nos da mucha fuerza para sacar los recursos necesarios para llevarla a cabo y así comprobamos nuestra creencia.
Detrás de cada una de nuestras estructuras mentales, hay una creencia. Algunos ejemplos cotidianos y muy sencillos son: te lavas los dientes porque crees que es bueno; fumas porque crees que te tranquiliza; tomas un café porque crees que te despierta; no tomas vino tinto porque crees que te da dolor de cabeza (si así fuera, toda Europa tendría dolor de cabeza). Nuestras creencias varían en intensidad y nuestras creencias dan sentido a nuestro mundo y nuestra forma de ser porque son ellas las que nos motivan (y también nos desmotivan, si son limitantes).
¿Cómo se instala una creencia?
Cuando nos desarrollamos en el mundo, desde chiquitos filtramos lo que vemos, lo que escuchamos y lo que sentimos hacia nuestra memoria y hacia nuestro inconsciente. Filtramos cada evento de una forma especial y los reproducimos también de una forma especial. Reproducimos la información según nuestros filtros que están basados en nuestros sentidos y experiencias. Un bebé no tiene grandes experiencias, por lo tanto filtra principalmente a través de los sentidos y las empieza a grabar y a acumular las creencias de sus padres, en una forma específica para él.
¿Cuándo escuchaste la palabra catarro por primera vez? ¿No te acuerdas? Seguramente porque fue a temprana edad. De chiquito te dijeron:
Si te mojas te da catarro
Si no te pones el sweater, te da catarro
Si te da una corriente de aire, te da catarro
Si saludas a alguien con catarro, te da catarro
Si andas descalzo, te da catarro, etc. etc….
En primera instancia como niño no le dimos crédito a la predicción de mamá, sin embargo, un día que estaba descalzo, efectivamente me dio catarro y mi mente lo grabó. Comprobamos que en realidad sucede y entonces la convertimos en una creencia. Y luego quizá también me sucedió que cuando me enfrío, me da catarro. Yo no recuerdo cuando se instaló esta información, yo simplemente tengo esa información en mi inconsciente y funciono de acuerdo a ella.
Se repite el mensaje, se repite el mensaje, un día se me concede, me lo creo, lo grabo y lo convierto en mi realidad y mi verdad. Es mi ley. Y mi ley siempre funciona y está a mi disposición.
Las creencias las instalamos todo el tiempo y también las modificamos. Por ejemplo la creencia de que Santa Claus existe, seguramente ya la cambiamos. Estaríamos mal si no pudiéramos cambiar creencias. Algunos pensarán que es malo andar descalzo y que se enferman, otros pensarán que no sólo es agradable andar descalzo, y lo disfrutan, sino que además ya rompieron con la creencia negativa. Las creencias se convierten en verdades. Las creencias de salud son muy fuertes y funcionan por la fuerza que les otorgamos. Si mi mamá sufrió de migrañas, yo seguramente también las tendré, si mi papá fue calvo, ese es mi destino, a los cuarenta necesitaré anteojos inevitablemente igual que mi madre, etc. Actuamos como si fuera verdad y por eso se manifiestan estos síntomas.
Hay experimentos médicos publicados en los que se usaron placebos con un grupo de pacientes y medicamentos reales con otro grupo. Al grupo de los placebos se les dijo que era el último grito de la ciencia y lo mejor que había en la actualidad. Los resultados fueron asombrosos, el grupo con placebos mejoró considerablemente en comparación el grupo que tomó los medicamentos reales y que no se le dijo nada espectacular del medicamento, ni de la mejoría. Este es un ejemplo de las creencias en acción.
Otro experimento que también está registrado fue con enfermos de cáncer. A un grupo se le dio quimioterapia normal y al otro quimioterapia con placebos. Los dos grupos perdieron el cabello. Es otra prueba de la fuerza de las creencias.
Cada quien tiene su sistema de creencias. Creencias con respecto a la familia, con respecto al trabajo, la salud, la alimentación, el sueño, la herencia, etc.. Las creencias positivas son permisos que actúan sobre nuestras capacidades. Las creencias negativas o limitativas nos frenan y no encontramos las capacidades.
Ya saben lo que dicen: «Si crees que puedes, puedes y crees que no puedes, no podrás.» Así de sencillo. Es bueno analizar cuales creencias son útiles en mi vida y cuales no. Darme cuenta cuales no son funcionales para cambiarlas o desecharlas. Es importante cuidar cuales creencias estoy aceptando en mi vida, pues me afectan directamente. Y también cuidar que creencias estoy implantando en otros, como en niños, pues se regirán por ellas.
Sanando la autoestima
«Para comenzar a ejercitase en desaprender lo negativo que nos inculcaron, y sanar a ese niño/a que quedó escondido y herido en nosotros, podemos ir reemplazando las viejas ideas que construimos por otras. Repetir estas afirmaciones con frecuencia es manera de comunicarnos con nosotros mismos, de ayudarnos a adquirir seguridad y tener presentes nuestros derechos:
- Realizo mis elecciones y acciones con responsabilidad y sin temor.
- Sólo yo decido el modo como utilizo mi tiempo, pongo límites a quienes no respetan esto, hago acuerdos para combinar mi tiempo con el de otros sin someterme.
- Me aplico a mi trabajo con responsabilidad pero, si algo no va bien, no es porque yo sea un fracaso sino que todavía tengo que aprender más.
- Me hago responsable del modo como trato a los demás y evito repetir lo que a mí me hizo sufrir.
- Tengo confianza en poder resolver lo mejor posible cualquier situación.
- Aprendo a comunicar mis sentimientos y respeto los de otros.
- Cambio mis opiniones sin temor si me doy cuenta que no eran correctas.
- Soy una persona valiosa, capaz, creativa y estoy abierta para cambiar todos los aspectos de mi vida.
Si una persona tiende a valorarse de esta manera se trasforma en el guía de su propia vida y está protegida de sentir culpas irracionales, de creerse incapaz, mala o inútil, de tener que complacer para ser aceptada.