022-Curso de autoestima

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22. Regalos

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Nuestra capacidad para disfrutar de la  vida proviene de nuestra capacidad para dar y compartir, y ésta, a su vez, depende de nuestra identidad formada por la generosidad o el egoísmo.

ALEJANDRO ARIZA Z.

¿Te ha pasado que al final del año sientes la necesidad imperiosa de hacer regalos? Muchos sentimos el terrible impulso de obsequiar algo a nuestros seres queridos y a los no tan queridos; sin embargo, lo que más llama la aten­ción es que varias personas sienten ese impulso aun contra su más auténtico deseo. Así surge un conflicto, por eso lo califiqué como «terrible impulso». Sé que no siempre es así, pero en muchas personas así se demuestra.

Estoy plenamente convencido de que todo conflicto en nuestra vida tiene lugar porque no existe congruen­cia entre lo que hacemos y nuestra jerarquía de valores, ésa es la verdadera esencia de un conflicto. De hecho, tal época es muy difícil para quienes en su jerarquía de valores habita el egoísmo. Son personas a las que por un lado -muy íntimo- no les gusta compartir ni dar, son presas de la corriente y piensan que «tie­nen que dar algo».

Esta reflexión no es para que simplemente observe­mos este fenómeno sociocultural, sino para que te hagas más consciente y analices y renueves tu propia jerarquía de valores. Un valor primordial que oponer al egoísmo que se va forjando en esta época del año, es la generosidad.

Sin duda es una época difícil y nada emocionante para los egoístas, quienes viven ensimismados y no les interesa el bien común. Son personas que «hacen rela­ciones» sólo para encontrar socios en la utilidad, sin dar­se la oportunidad de generar auténticos amigos en la virtud. De hecho, no creen en el verdadero valor de la amistad. Si alguien «les sirve» están con él, pero lo abandonan si aparece otra persona que ofrezca mayores ventajas; sólo negocian con los aparentes amigos. Todo funciona con base en su propia conveniencia. ¡Qué triste­za siento por ese tipo de personas en esta época del año -y siempre-! Son personas que no han conocido el placer de ser para servir y ayudar.

Desconozco el destino de todos ustedes, pero hay algo que sí sé: los únicos que  llegarán a conocer  la verdadera felicidad son quienes han buscado y hallado       el modo de servir a los demás.

ALBERT SCHWEITZER

Es curioso que en la vida, gran parte de los sucesos sean fenómenos cíclicos. ¿Habías pensado en esto? Yo creo que sí. Imagínate, en cada diciembre se repite la oportu­nidad para que el ser humano renazca, renueve su jerar­quía de valores y encuentre la paz que se experimenta al poder dar y compartir cuando se tiene un corazón  gene­roso. Ahora bien, no quiero que tomes esto como un analgésico moral y digas: «si no quiero cambiar ahora, pues ya tendré otra oportunidad el año que entra». No, nada de eso. Una postura tan pasiva y cómoda sería co­mo aceptar la falsa idea de que nunca vamos a morir. Y debo recordarte que no eres inmortal. De eso nunca ten­gas la más mínima duda. Sin embargo, no tomes esta advertencia como una reflexión de matiz depresivo. Tú bien sabes que mi filosofía de vida es fundamentalmente optimista y entusiasta. Y me encantaría que así tomaras este recordatorio de nuestra limitada existencia física.

Cada fin de año se nos ofrece una vez más la posibi­lidad de cambiar, de renacer en plena vida, para ser más humanos a través de nuestra actuación congruente con valores como el bien, la verdad, la generosidad y el per­dón. Una vez que así lo pienses, ¡actúa de inmediato!, no esperes hasta el otro año. Hoy es la oportunidad para dar. Como dijera Miguel de Cervantes: «Más vale un toma que dos te daré».

No sé si creas en Dios, pero te confieso que yo sí. Y parla mismo me emociona poder compartir contigo este momento para crecer. ¿Sabes? Imagino a Dios como esa mag­nánima fuerza y energía que se llama amor. Para mí, no es una persona ni un padre ni alguien que está «allá arriba»; es una energía vital de amor. Y está aquí y ahora, en ti y en mí, en esta lectura. ¡Sí, en esta lectura y en ti! Y así, no me queda la menor duda de que Dios, a través de la mayor manifestación del amor que es «el perdón», nos ofrece la oportunidad de reflexionar y optar por crecer como personas. Me encanta imaginar que su amor llega a tal magnitud, que hayamos hecho lo que hayamos he­cho en el curso del año, al finalizar nos brinda su perdón.   -¡Y sin que se lo hayamos pedido!- por todas nuestras actitudes egoístas, ególatras y soberbias, dándonos la oportunidad de elegir ser más humanos a través de nuestra capacidad de dar y compartir con otras personas, dándo­nos la opción de ser más generosos y vivir creyendo firmemente en la bondad del hombre. Así podemos em­pezar renovadamente otro año más.

Ésta es la idea que tengo de por qué la gente regala más en esa época del año. Aunque claro, sé que deben existir otras razones para generar esta costumbre, como lo pueden ser la pu­blicidad, la mercadotecnia, el consumismo, el orgullo propio, el miedo a la crítica social, etc. Sin embargo, yo quiero creer en la idea que tengo. De hecho, te invito a que tú también creas en ella.

Ojalá que en esta ocasión te des el tiempo necesario para valorarte como persona generosa. Aunque claro, si eres egoísta, esto es lo único que no te gusta darte a ti mismo: tiempo para reflexionar en tu calidad humana y confrontarte contigo mismo. ¿Qué tanto has ayudado a crecer a otras personas? ¿Qué tanto has aportado y con­tribuido para la felicidad de los demás? ¿Qué tanto has experimentado el placer de ayudar al ser humano a ser mejor? ¿Qué tanto te has podido desprender de lo tuyo para brindado a otra persona? ¿Ya te diste cuenta de que Dios se manifiesta a través de ti cuando ayudas a otra persona? ¿Ya te diste cuenta de esta divina verdad?

Ojalá que esta reflexión te ayude en ello. De hecho, ¿Quién crees que escribió en verdad este capítulo? ¿Yo? Pues yo mismo tengo mis dudas; a lo más que llegué es a «tecleado», pero la inspiración y el motivo de este es­crito sé que viene del amor, de esa energía que te he comentado, la misma que fluye a través de ti, por ti y para los demás. No importa el grado de generosidad al que llegues al final de tu reflexión, lo que importa es saber que siempre podemos dar más.

De hecho, ése es el secreto de la abundancia: dar sin pedir nada a cambio.  Aunque te parezca iló­gico o no lo entiendas, te puedo afirmar que así es; yo lo vivo diariamente. Y quiero compartir contigo esta ver­dad lejos de toda postura heroica, arrogante o soberbia. Por favor, tómala con la humildad y sencillez con la que lo he escrito, y como mi regalo para ti.

  Da a otros aquello que de ti les gusta; lo demás, guárdalo.

– NOEL CLARASÓ

Deseo que, a tu vez, en su oportunidad brindes lo mejor de ti a las personas que te son significativas, espe­cialmente a tu familia, tanto la genética como la espiri­tual, a quienes amas y con quienes convives. Vivir el placer de dar lo que la otra persona necesita de ti es un poderosísimo motivo para mantener tú…

¡Emoción por existir!